De la Ascensión que deberíamos estar celebrando tal día como hoy
por Luis Antequera
Sí amigos, porque en circunstancias normales, tal día como hoy es aquél en el que estaríamos celebrando en España la Ascensión del Señor, aunque no lo vamos a hacer hoy, fecha en la que estaremos celebrando San Marcelino y San Pedro mártires, sino el próximo domingo 5.
Sobre la fiesta de la Ascensión es mucho lo que podemos decir, ya lo van a ver Vds.. Para empezar, estamos ante una fiesta móvil, de esas cuyo establecimiento viene determinado en función de la fecha en la que cae la Semana Santa. La Ascensión se celebra, a semejanza de lo que ocurrió según relatan los evangelios, exactamente cuarenta días después de que tenga lugar el Domingo de resurrección, por lo que siempre cae en jueves. Por cierto, uno de esos tres jueves que, según el refranero, relumbra más que el Sol, junto al Jueves Santo y el Corpus Christi. Y para ser exactos, ni siquiera cuarenta días, sino, en la manera en la que hoy computamos los días, treinta y nueve. Pero es que la contabilidad de los días en el Nuevo Testamento siempre contabiliza el día en el que ocurre el evento, de similar manera a como decimos que Jesús resucitó al tercer día cuando, computado en la manera en que lo hacemos hoy día, en realidad es el segundo (murió el viernes, resucitó el domingo). Y es que el día en el que murió cuenta ya como el primero a efectos de cómputo.
De que Jesús ascendió a los cielos una vez que hubo resucitado, nos informan dos de los evangelistas (y sólo dos), ya que ni Juan ni Mateo se refieren a dicha ascensión. Mateo termina su Evangelio de la siguiente manera:
“Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verlo le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»” (Mt. 28, 16-20)
Y Juan de ésta no poco curiosa, que más que de la inmortalidad de Jesús parece hablar de la del propio Juan:
“Viéndole Pedro [a Juan, “el discípulo amado”], dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.» Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: «No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga.»” (Jn. 21, 21-23)
Marcos, por el contrario, termina de esta abrupta y poco descriptiva manera, aunque, por lo menos, sí incluye la referencia al evento:
“Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios” (Mc. 16, 19)
Y es Lucas el que se refiere de la manera descriptiva en que lo conocemos, al evento que pone punto final a los días de Jesús sobre la tierra, de la misma manera en que fuera él el llamado a describir también su más inicial momento sobre ella, cosa que hace con el relato de todos conocido de la Anunciación que, igualmente, debemos a él y sólo a él. A mayor abundamiento, Lucas relata el evento dos veces. La primera en su Evangelio:
“Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo” (Lc. 24, 50-52)
Y la segunda, mucho más vívida y descriptiva, en los Hechos de los Apóstoles:
“Mientras estaba comiendo con ellos, les ordenó: «No os vayáis de Jerusalén, sino aguardad la Promesa del Padre, que oísteis de mí: Porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días.»
Ellos, en cambio, habiéndose reunido, le preguntaron: «Señor, ¿es en este momento cuando le vas a restablecer el Reino a Israel?» Él les contestó: «No es cosa vuestra conocer el tiempo y el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad; al contrario, vosotros recibiréis una fuerza, cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, y de este modo seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra».
Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos. Como ellos estuvieran mirando fijamente al cielo mientras él se iba, se les presentaron de pronto dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: «Galileos, ¿por qué permanecéis mirando al cielo? Este Jesús, que de entre vosotros ha sido llevado al cielo, volverá así tal como le habéis visto marchar al cielo»”. (Hch. 1, 411)
Por cierto que también es Lucas, y una vez más sólo Lucas, el que nos dice cuanto tiempo duró la presencia de Jesús entre los suyos una vez que hubo resucitado, un dato que es precisamente el que sirve a los cristianos para establecer la fecha en la que celebrar el evento de la Ascensión. Lo hace de esta manera:
“A estos mismos [los apóstoles], después de su pasión, se les presentó dándoles pruebas de que vivía, dejándose ver de ellos durante cuarenta días y hablándoles del Reino de Dios” (Hch. 1, 3)
La Ascensión es día de precepto, por así establecerlo el Código de Derecho Canónico en su artículo 1.246.1, que marca las diez festividades católicas distintas del domingo, a saber:
“Navidad, Epifanía, Ascensión, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Santa María Madre de Dios, Inmaculada Concepción y Asunción, San José, Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y, finalmente, Todos los Santos”.
La Ascensión del Señor se va a celebrar, pues, hoy en muchos países del mundo. Así por ejemplo, algunos tan diversos como Alemania, Austria Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Holanda, Italia, Luxemburgo o Suecia. No será, en cambio, festivo en España, porque la autoridad civil no lo ha incluido entre los días festivos del calendario laboral. Pero es que tampoco será día de precepto. Y es que la Conferencia Episcopal Española, en uso de las facultades que le otorga el artículo 1.246.2 del Código de Derecho Canónico(*),,y según extraigo del Calendario litúrgico-pastoral 2010-2011, publicado por la misma (verlo aquí, pág. 200), ha decidido postponer su celebración al próximo domingo 5 de junio.
Así pues, felicidades hoy a los marcelinos y a los pedros que, en vez de celebrar el príncipe de los apóstoles, festejen al Pedro mártir que recoge hoy el Calendario litúrgico español.
(*) “La Conferencia Episcopal, previa aprobación de la Sede Apostólica, puede suprimir o trasladar a domingo algunas de las fiestas de precepto”.
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