Viernes, 22 de noviembre de 2024

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De razón de estado y razón de partido: ¡vamos que ZP no se va ni así lo aspen!

por Luis Antequera


            Si ZP fuera el gobernante de estatura que no es, ni ha sido nunca, ni podrá ser jamás, estaría ya convocando unas elecciones. Y digo aún más: estaría convocando unas elecciones al solo objeto de perderlas. Cosa que en el estrecho horizonte de la política patria se nos antoja una idiotez inconcebible, pero que en los países serios y con una tradición democrática consolidada, se realiza con muchísima mayor frecuencia de lo que aquí nos podamos llegar ni a imaginar. Por hacerse, incluso en España se ha hecho, y una democracia ficticia como lo fue la de la Restauración a principios del pasado siglo, consagró, sin embargo, el saludable hábito de que liberales y conservadores se turnaran en el poder cuando cada uno de los partidos se sentía “agotado” y la situación le sobrepasaba. Pero ZP, como decía, no lo va a hacer... o por lo menos, de momento.
 
            No lo va a hacer porque personalmente no le interesa. Su persona, a Dios gracias, se halla ya absolutamente amortizada, pero a él le queda el prurito de mantenerse en la Moncloa por lo menos algún día más de lo que lo estuvo su predecesor, aprovechando de paso para sacar alguna de las muchas leyes indeseables que aún guarda en la cartera: eutanasia, nuevas prohibiciones disfrazadas de igualdad o de discriminación positiva...
 
            Se podría pensar que aunque ZP no quiera irse, alguien de su partido podría exhibir un mínimo de sensatez y forzarle a convocar ya las elecciones. Tampoco. Cualquiera que vaya a las elecciones ahora (Rubalcaba, Chacón, Bono, ¿Pepiño?) la pifia y aquí vale decir lo mismo que sobre ZP: si prevaleciera la razón de estado, un mínimo de estatura, un resquicio de patriotismo, y aunque fuera para perderlas, alguien se inmolaría. Pero en el pesoísmo las palabras en cuestión, "estatura”, “patriotismo”, “razón de estado”, ni se conocen, y de existir algo es la razón de partido, cuando no, directamente, la razón de uno mismo, conocida en el argot como la razón de yo mi me conmigo. No les queda pues, a los susodichos, sino aguantar los diez meses que la legislatura permite, esperando a que escampe si escampa. Y entretanto... que les quiten lo bailao... ¡y lo chupao!.
 
            Y es que el pesoísmo tiene un problema no poco grave que condiciona su entera actuación: sus militantes, sus dirigentes, los cuadros con los que nutre las distintas capas del gobierno cuando lo tiene, son, como es sobradamente conocido, verdaderos indigentes intelectuales y profesionales en su gran generalidad: uno de los grandes problemas de la democracia española y que, por cierto y por desgracia, empieza a serlo también en el partido de la oposición. Y para ellos, contrariamente a lo que ocurre en tantos partidos europeos donde los que se dedican a la política pierden dinero mientras están en ella, perder la silla no es algo más o menos desagradable: es algo que constituye un verdadero drama existencial. Conozco a un diputado pesoíta (les doy mi palabra) que me hizo en una ocasión la siguiente confidencia: “Yo estaba en el paro y me salió esto [sic “esto”, ¡diputado del Congreso es “esto”!]; así que pensé que no era una mala salida”.
 
            ¿Problemas para estirar la legislatura? En principio ninguno. El único podrían ser los presupuestos del 2012. Si no se consigue ningún socio para sacarlos adelante, se renuevan los de 2011 y arreglado: al fin y al cabo, es para tres meses, y de paso, se le deja el embolao al que venga después, que es de lo que se trata, pa volver pronto a la teta y seguir chupando. Y eso, siempre que no aparezca algún partidillo secesionista de los muchos que abundan en el panorama patrio, y a cambio de dos o tres votitos de nada, termina de comprar a precio de ganga las cuatro competencias que aún le quedan a la Administración central: que eso a aquél para quien la nación española es “discutible y discutida”, comprenderán que mucho, lo que se dice mucho, no le va a quitar el sueño.
 
            Ahora bien, todo esto dicho, la de que ZP estire la legislatura hasta el final no es la única perspectiva a considerar. Lamentablemente hay otra, pues hay una cosa que hasta al Iluminado de la Moncloa le obliga a convocar elecciones: me refiero a algún evento catastrófico relacionado con la economía española: la bancarrota, una intervención europea, un rescate, algún banco que la pifia, la deuda autonómica exorbitante, ¿el euro?... Hoy mismo, el Financial Times vuelve a poner sus ojos en España, acompañada esta vez, como novedoso cómplice de fechorías, de Italia, a quienes el prestigioso diario norteamericano, rebasada ya la trinchera de Grecia, Portugal e Irlanda, ve en primera línea de fuego.
 
            En ese caso, ZP no puede apelar ni al aval del apoyo popular: ése, le hemos dejado claro ya donde lo tiene. Y así las cosas, hasta convoca elecciones (no sin resistirse, de eso no les quepa duda, que él tiene que estar en la Moncloa unos días más que su predecesor). Pero sólo en ese caso... De no ocurrir, -y mejor será que no ocurra, se lo aseguro, algo así puede ser incluso peor que soportar a ZP diez meses más-, prepárense Vds. a tirar de legislatura, que aún le queda mucho que medrar al pesoísmo antes de largarse al paro... Lugar al que, por cierto, se irán la mitad (o más) de los que pierdan el sillón: tal es, por desgracia, la categoría de la castita que nos gobierna.
 
 
 
 
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