Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Juan Pablo II, un Papa deportista

por Rafa Cervera

Todos los católicos hemos vivido y revivido la fuerte experiencia seguida –en directo o por televisión- el pasado domingo 1 de mayo, cuando atestiguamos uno de los momentos más grandes de la historia de la Iglesia. Como siempre, el poder de convocatoria de Juan Pablo II sobrepasó todo lo esperado, congregando a más de un millón de personas en la Ciudad Eterna.

Junto a los cantantes de rock y a los propios deportistas, Juan Pablo II fue el primero en llenar estadios hasta la bandera: Yankee Stadium, el Camp Nou, el Santiago Bernabeu, el Olímpico de Roma… Y es que, pensar en este nuevo gran Beato de la Iglesia es significado de multitudes, pero también, al menos para mí, de deporte.

Repasando hace unos días la faceta deportiva de Juan Pablo II, en un programa especial de Radio Católica Mundial, producido por NSE Producciones, en el que tuve el place de participar, identificábamos dos claras versiones de su vinculación con el deporte. Primera, la de un Karol Wojtyla deportista; segunda, la de un Juan Pablo II que utilizó el deporte como un excelente vehículo evangelizador, que ha tenido continuidad con el papado de Benedicto XVI.

Siendo adolescente, Karol Wojtyla debutó como portero de fútbol en el equipo de su parroquia. Amante de la montaña, era un gran esquiador. De hecho, es público que, ya Papa, se “escapó” hasta 115 veces del Vaticano para poder ir a esquiar. Su imagen, cuando es llamado a los 38 años para comunicarle que será nombrado obispo, interrumpiendo una excursión en kayak que realizaba con un grupo de jóvenes, es un pasaje hermosísimo, grabado con fuego en el alma de muchísima gente.
 
Juan Pablo II mandó construir una piscina en Castel Gandolfo. No era nada espectacular: sólo medía 18 metros. El médico le había prescrito que nadara... Ante las críticas por el “enorme” dispendio, el Papa que jugaba al escondite con los hijos de los trabajadores de la residencia, simplemente dijo: “más caro que esta piscina saldría organizar otro cónclave”.

Juan Pablo II reconoció el deporte como signo de nuestros tiempo. Así, de forma vigorosa, como hacía en todo lo que emprendía, decidió utilizarlo como camino de evangelización, algo novedoso en un Papa, a pesar de que anteriores patriarcas de nuestra Iglesia habían sido también grandes deportistas, como Pío XI, excelente escalador y magnífico futbolista.

Primero, el Papa polaco usó el deporte como vehículo para acercarse a la gente, de forma muy sencilla, por ejemplo, diciendo el día de su proclamación como pontífice –un domingo- que no se alargaría mucho para no fastidiar a aquellos que quisieran ver el fútbol.
 
Después, pasó a la actividad con algunas muestras importantes, como el patrocinio del equipo ciclista Amore & Vita, un equipo diferente, promotor de la vida desde su concepción hasta la muerte natural. En 2004, justo antes de los Juegos Olímpicos de Atenas, Juan Pablo II creó la Oficina para el Deporte, dentro del Consejo Pontificio para los Laicos. Las tareas de dicha Oficina son las siguientes:

• Ser punto de referencia en la Iglesia para las organizaciones deportivas nacionales e internacionales

• Sensibilizar a las iglesias locales respecto a la atención pastoral de los ambientes deportivos.

• Favorecer una cultura del deporte que promueva la actividad deportiva como medio para el desarrollo integral de la persona, y como medio para la paz y fraternidad entre los pueblos.

• Proponer el estudio de temáticas específicas referidas al deporte.

• Organizar y sostener iniciativas que ayuden a suscitar testimonios de vida cristiana entre los deportistas.

Juan Pablo II ha dejado una huella imborrable en todos nosotros. Pero también en el deporte, donde su legado se mantiene activo dentro de esta oficina vaticana tan especial. Uno de los principales eventos que organiza ahora es la Clericus Cup, llamada por algunos Champions Vaticana, la niña de los ojos del propio Cardenal Tarcisio Bertone, un gran forofo del fútbol. En ella se enfrentan equipos de los diversos seminarios de la Iglesia que hay en Roma. Desde 2007, se han disputado ya cuatro ediciones, ganando tres veces el Redemptoris Mater del Camino Neocatecumenal y una el Matter Eclesiae de los Legionarios de Cristo.
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