Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Este año, excepcionalmente, católicos y ortodoxos celebramos la Semana Santa en la misma fecha

por Luis Antequera

 
            Aunque tanto católicos como ortodoxos (y por descontado, protestantes, que observan en esto idénticos criterios a los católicos) aceptemos la misma regla a la hora de determinar las fechas pascuales de cada año, no siempre, sin embargo, celebramos juntos unos y otros la Pascua. ¿Por qué pues, algo más de la mitad de las pascuas las celebramos católicos y ortodoxos en fecha diferente, y sólo algo menos de la mitad en la misma fecha? Pues bien, ello tiene que ver con la reforma gregoriana del calendario, un tema que ya hemos tenido ocasión de tratar en esta columna.
 
            Todo empieza cuando los astrónomos del Papa Gregorio XIII, y notablemente el calabrés Aloysius Lilius (n.1510-m.1576) y el bávaro Cristóbal Clavius (n.1538-m.1612), jesuítas los dos, se percatan de que el año no dura 365,25 días como habían determinado con bastante pero no con absoluta precisión los astrónomos de Julio César que había creado el calendario juliano en 46 a.C. sino que dura en realidad 365,242189 días. Una pequeña cienmilesima de diferencia que en los dieciséis siglos que había estado en vigor el calendario juliano hasta que el Papa Gregorio se planteara su ajuste, había producido un retraso del año en nada menos que diez días.
 
            El error se subsanó haciendo desaparecer diez días del calendario, a saber, los diez que siguieron al 4 de octubre de 1582 los cuales, a efectos históricos, no ocurrieron. En otras palabras, no encontrarán Vds. ningún evento ocurrido en esas fechas. Un cambio que fue inmediatamente asumido en los países católicos –España por cierto, el primero del mundo en hacerlo-, pero no, en cambio, en los ortodoxos, que no lo adaptarán hasta bien entrado el s. XX. Así, el 31 de marzo de 1916, lo hace Bulgaria; el 14 de febrero de 1918, Rusia y Estonia; el 31 de marzo de 1919, Rumania; y el 15 de febrero de 1923, Grecia. En todos los casos, será necesario saltar catorce días, cuatro más que en el caso de España, pues el desfase había seguido creciendo desde que en 1582 los países pioneros dieran el salto al calendario gregoriano. Pero eso no es todo: es que el cambio producido en estos países ortodoxos sólo lo será a efectos civiles, no religiosos, algo que ya tuvimos ocasión de analizar cuando hablamos de la Navidad que celebran nuestros hermanos ortodoxos, lo que hace que, aunque el calendario civil de estos países sea gregoriano, las fiestas religiosas se sigan determinando de acuerdo con el calendario juliano.
 
            La reforma gregoriana quiebra, pues, una vez más la unidad de celebración del mundo cristiano, y en el mundo católico y en el mundo ortodoxo, empieza a determinarse el día en el que se celebra el Domingo de Resurrección de manera separada, coincidiendo dicha determinación sólo cuando concurre una circunstancia muy concreta, a saber: la luna llena de primavera, o lo que es lo mismo, la primera luna llena después del equinoccio de primavera, está separada de dicho equinoccio en más de catorce días, dando tiempo a que, por medio, ocurra el 21 de marzo juliano (equinoccio teórico, que no real por el desfase que lleva el calendario juliano), catorce días después, con lo que la luna llena posterior coincide. En cualquier otro caso, “la luna llena ortodoxa”, por así decir, es posterior a “la católica”, lo que tiene una consecuencia muy clara: la Semana Santa ortodoxa puede ser posterior a la católica, cosa que como hemos dicho, ocurre con frecuencia, pero nunca anterior.
 
            Pues bien, esa coincidencia de lunas es, precisamente, lo que ha ocurrido este año. Año en el que se da, además, otra circunstancia singular: y es que es de las pocas ocasiones en el que la coincidencia se repite respecto del año anterior, pues el pasado año 2010, católicos y ortodoxos ya celebramos juntos la Semana Santa. No volveremos a hacerlo hasta 2014, y luego otra vez, de nuevo, en 2017.
 
            Así pues, “¡Kalo Pasxa!”, “¡Feliz Pascua!”, a nuestros hermanos ortodoxos también, como ya el martes se lo deseamos a los hermanos judíos.
 
 
 
 
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