Del Cristo del Pis, la gran "obra maestra" de un tal Serrano
por Luis Antequera
Lo que ven Vds. a su derecha es el Cristo del Pis (Piss Christ), esto es, una fotografía que recoge un crucifijo de plástico sumergido en un tarro de pis. Sí, sí, de pis, han leído Vds. bien. Que además, no es cualquier pis, sino que se trata del pis del mismísimo fotógrafo autor del “peazo obra de arte”.
La obra ha recibido todos los galardones que merece “su buen gusto”, el muchísimo trabajo, y "la imagininatividad” sin límites de quien es su autor, el hondureño afrocubano norteamericano Andrés Serrano. Ganadora del premio de 15.000 dólares que otorga el Centro sudoriental del arte contemporáneo, patrocinado por el Fondo nacional para las artes, un organismo público norteamericano, críticos de arte tan reconocidos como la norteamericana Lucy R. Lippard han dicho de ella:
“Es una imagen fotográfica suciamente bella... el pequeño crucifijo de madera y plástico deviene virtualmente monumental mientras flota, fotográficamente engrandecido, con un brillo profundo y sonrosado, a la vez ominoso y glorioso” (¿será cursi la tía?).
La “obra”, que data del año 1987, fue ya atacada cuando expuesta en la Galería Nacional de Victoria, en Australia. Pues bien, la noticia es que hace tres días ha sido atacada de nuevo, esta vez irreversiblemente, según parece, por dos individuos armados con un martillo y un cortahielos, mientras se exponía en la Exposición de arte contemporáneo Lambert, en el marco de una exposición titulada “Yo creo en los milagros”, presentada en Avignon y financiada, una vez más, con dinero público, esta vez francés, tanto de la administración local, como regional y central.
Personalmente, creo que todo enfoque que se haga de la cuestión ha de pasar por el respeto indiscutible a la libertad de expresión, -por cierto, uno de los muchos logros que la Humanidad debe a su legado cristiano, y que hasta la fecha sólo ha podido ser implementada en países “culturalmente cristianos”- a la que hasta un ser tan indeseable como el Sr. Serrano puede acogerse. Por otro lado, estoy también con el antiguo ministro francés de Cultura, Jean Jacques Aillagon en que “si una obra contraviene la ley, es la justicia la que ha de constatarlo, pero nadie se puede tomar la justicia por su mano”.
Pero el hecho pone de manifiesto la necesidad insoslayable de legislar y perseguir adecuadamente en las sociedades occidentales, donde la libertad de expresión es y debe ser, paradójicamente, “objeto de un culto religioso”, el conflicto entre esa sacrosanta libertad de expresión y otra no menos sacrosanta, la de la libertad religiosa. Conflicto una de cuyas primeras manifestaciones es la conversión sistemática en “obras de arte” de lo que no son sino vulgares porquerías, ofensivas realizaciones sin ninguna calidad artística ni ningún mérito. Porque ¿me dice alguien qué mérito existe en meter un crucifijo en un tarro de pis y hacerle una foto? Puestos a “hacer arte”, se me ocurren porquerías mucho más divertidas y “provocativas” que hacer con un crucifijo.
Hace poco hemos presenciado el caso de un pastor norteamericano que quemaba públicamente el Corán, provocando con ello unas represalias absolutamente desmedidas, ilógicas y condenables al otro lado del globo terráqueo, con demenciales atentados y asesinatos de cristianos sin número en Pakistán y Afganistán. ¿Se le ha ocurrido a alguien hablar del espectáculo "feamente bello" en que consiste un libro que arde "deviniendo virtualmente monumental mientras flota, fotográficamente engrandecido", etc. etc. etc.? Curiosamente, los más partidarios de castigar al pastor norteamericano por su acción, eran y son los que ante el nuevo atentado a las creencias religiosas, el procedente de un personaje que es cualquier cosa menos un artista, se ríen divertidos e invocan, ahora sí, a la “inviolable libertad de expresión”.
Y todo ello, reconozcámoslo de una vez y como es, por una única cuestión: y es que mientras aquel atentado, la quema del Corán, se produjo contra una comunidad muy irascible con una capacidad de ignición inmediata a la que se respeta porque se teme, éste se ha producido contra una comunidad que tiene como norma “poner la otra mejilla”, porque así se lo mandó su fundador, a la que no se respeta porque no se teme, y a la que atacar suele resultar muy lucrativo para el bolsillo.
Personalmente, animo al Sr. Serrano a proseguir en la “internacionalización” de su arte sin fronteras, y realizar idéntico ejercicio de “artística provocación” con el retrato de otros líderes históricos religiosos que ni necesario es mencionar. Veremos no tan solo si el tal señor sigue pensando que el arte es provocación (una de las grandes idioteces de un siglo que, por lo que al arte se refiere, ha tocado techo y no halla otros caminos por los que desenvolverse). Veremos también si la muestra recibe el reconocimiento público que ha recibido ésta; si es tan premiada -con dinero público de países donde la gran mayoría de los contribuyentes son, por cierto, cristianos- como ha sido su Cristo del Pis; si es tan bien acogida en los mismos museos y exposiciones en que lo ha sido hasta la fecha en países que son, curiosamente, de mayoría cristiana; si la Sra. Lippard, puede que cristiana ella misma, pero desde luego conocida y radical feminista (¡qué curioso esta nueva sintonía entre feminismo y anticristianismo!), le dedica ni la mitad de cursiladas que le ha dedicado a ésta; y veremos, sobre todo, si las represalias se limitan al atentado contra la porquería de obra concebida por el Sr. Serrano, o si las tiene que lamentar su autor son de otra categoría y probablemente más irremediables.
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