Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Antífona de comunión DC-V.1 / Juan 11,26

por Alfonso G. Nuño

 

El que está vivo y cree en mí no morirá para siempre –dice el Señor– (Jn 11,26).
¿Quién está vivo? Quien no ha sufrido la muerte biológica. Pero, al escuchar estas palabras de Jesús en el momento de la comunión, no podemos por menos de pensar en otro sentido de vida, pues a comulgar se acercan los que están vivos, los que tienen la vida del Espíritu, los que están en gracia. La vida es lo previo a cualquier acto y todo acto no es sino estar viviendo, es vivir la vida.
 
Todo ser vivo tiene un momento en su existencia, el primero, que es único e incomparable con los demás. Ese momento que hacia el pasado linda con su no-ser, ese momento que no tiene pasado, sino solamente presente y futuro. Atrás hay otro pasado biológico -cómo sea éste dependerá del tipo de ser vivo que sea-, pero ese pasado no es propiamente suyo, porque antes no era. Un instante misterioso en el que una realidad está constituida con todo para vivir y empieza a vivir con ese trans-currir al momento siguiente en el que ya habrá pasado, presente y futuro; en el que ese primer instante será pasado, pero no perderá nunca  su singularidad, pues será lo único pretérito que no tenga tras de sí pasado. Presente en forma de pasado, siempre será último en cuanto pasado, siempre será patencia de finitud.
 
Análogamente ocurre con la participación en la vida divina; en todos nosotros hubo un primer momento único en el que solamente había presente y futuro en cuanto a esa vida, un instante en el que vemos que se trata de una nueva creación, que nos recrea, que nos pone, siendo para nosotros imposible, en ese momento. El que está en gracia, está vivo y vive viviendo esa vida, la que tiene gracias al Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos; tiene una fe viva y, ante la presencia del Cuerpo de Cristo, puede confesar su fe en que está ahí, que es verdaderamentesu Cuerpo lo que parece pan. Creer es un acto en que se vive esa vida sobrenatural.
 
Confesar ese creer con el amén es confesar creer que es el pan que da vida eterna: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre" (Jn 6,51). Comer ese pan vivo bajado del cielo es vivir esa vida comiendo la Vida. Una vida que aquí, mientras somos peregrinos, tiene su cima en morir con Él en la cruz, en vivir el misterio pascual del que es memorial la Eucaristía. Vivir vida divina es dar la vida con Jesús, pues esa vida es amar divinamente.

Y quien muere con Cristo con Él resucitará.
 
[Un comentario a la antífona de entrada de este domingo lo encontráis AQUÍ]

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