Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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El movimiento «Somos Iglesia» no son Iglesia

por José Gea Escolano

Hace ya algún tiempo, la Oficina de Información de la Conferencia Episcopal Española hizo pública una nota sobre este Movimiento. La nota viene a decir que la “Corriente ‘Somos Iglesia’ no es un grupo eclesial”, que mantienen en común actitudes opuestas al Magisterio y a la disciplina de la Iglesia”, “Propone afirmaciones y reivindicaciones que... hieren y van en detrimento de la comunión eclesial”, y que “sus planteamientos no sólo no favorecen sino que impiden gravemente los caminos de la auténtica renovación eclesial”. Intento volver sobre el tema porque tratan temas que siguen siendo de actualidad.

Uno de los criterios para ver la corrección de un movimiento de Iglesia es la comunión con el Papa y los obispos. Es la piedra de toque. Nunca está justificada la desconexión eclesial; y el Movimiento “Somos Iglesia” está desconectado. Van originando una especie de secta nacida dentro de la Iglesia pero rompiendo la comunión eclesial. Prácticamente, de la Jerarquía sólo hablan para criticarla, no para ayudar a ver en ella la garantía de la verdad.

Aparte de este fallo eclesial muy grave, insisten en tres cuestiones que comento brevemente y que procuraré desarrollar en unos pocos artículos:

A) El celibato opcional de los sacerdotes.

Jamás destacan la grandeza del don del celibato. Insisten en decir que la Iglesia está obligando a los sacerdotes a no casarse, que la mayoría de los sacerdotes no lo guardan y que los escándalos de los últimos días son prueba de ello; (habría que ver si lo han guardado los secularizados). Desde luego, en absoluto hablan del gran número de sacerdotes que viven con el gozo de haber entregado sus vidas incondicionalmente a Jesús en el sacerdocio, y la están entregando.

Quienes sintonizan con este movimiento, especialmente, los sacerdotes en activo o ya secularizados ¿de verdad que ven más positivo insistir en la petición del celibato opcional que insistir en la petición al Señor para que derrame en abundancia vocaciones para ejercer, desde la vivencia del celibato, el gran don del sacerdocio? La Iglesia siempre tendrá necesidad de sacerdotes.

Pero los sacerdotes que necesitamos ¿son los que sólo están dispuestos a dedicar sólo unas horas al día, o los que quieren dedicarse en exclusiva al sacerdocio? ¿No es esto lo que debiéramos pedirle insistentemente al Señor?

Hay quienes dicen que el problema no está en eso, sino en que no se les respeta la libertad. Pero ¿a qué libertad se refieren? La Iglesia deja en libertad aceptar o no, la llamada al sacerdocio. En el orden civil si uno quiere ser médico o abogado se requiere una titulación; nadie tiene derecho a ser médico sin ella. Lo mismo en la Iglesia; para ser sacerdote pide la Iglesia que uno esté dispuesto a ejercer el sacerdocio con una dedicación completa. En esto consiste el celibato ya que éste, más que en una vocación consiste en renunciar a todo lo que pueda dificultar ejercer en exclusiva el sacerdocio; si alguien no está dispuesto a ello, es que no tiene vocación; así de claro. Y no la tiene porque, aunque tenga inclinación a ser sacerdote, no es llamado por la Iglesia, y nadie tiene derecho a ser sacerdote, sino que debe ser llamado por la Iglesia. ¿Es malo este proceder? ¿Por qué? ¿Es mejor que cada uno ejerza su sacerdocio a su manera?

B) El sacerdocio de las mujeres.

Éste es otro de sus puntos de insistencia. Es un caso más serio que el anterior; no se trata de algo que dependa de la decisión de la Iglesia; podría la Iglesia autorizar la ordenación de hombres casados. Pero en cuanto a posible ordenación de las mujeres, el Papa ha hablado de manera definitiva, y cuando el Papa habla así, ya no hay vuelta de hoja.

Ha dicho que la Iglesia no tiene facultad para conferir el sacerdocio a las mujeres. Una mínima seriedad eclesial prohíbe insistir sobre el tema. La enseñanza magisterial de un Papa no la puede cambiar otro. El mismo Papa ha de aceptar lo que otros Papas han enseñado de manera definitiva en cuestiones de fe y moral. Que las mujeres tengan en la Iglesia la misma participación que los hombres en todo lo que no haga referencia al sacerdocio, es algo en lo que debiéramos empeñarnos todos; es un camino a recorrer. Pero una mínima seriedad eclesial impide tratar ese tema definido ya, como si fuese una cuestión opinable.
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