Voto responsable cristiano

Quiero ofrecer una reflexión sobre nuestra responsabilidad a la hora de emitir el voto en las elecciones, sobre todo, sobre todo, en las generales, ya que se eligen a quienes han de legislar.

Con frecuencia me han acusado de atacar a unos partidos concretos. No voy a justificarme, porque creo haber obrado en conciencia, aunque sí razonar mi postura e insistir en ella desde mis convicciones de fe y desde mi responsabilidad como obispo de la Iglesia Católica. En mis críticas prescindo de personas y me centro en los programas.

DOS NIVELES

En los valores y contravalores de los programas hay dos niveles. Uno, de valores sociales con los que se intenta que la sociedad avance hacia un mayor bienestar en justicia e igualdad, es decir, de cara al bien común. Y hay otro nivel en el que lo que está en juego es la misma dignidad de la persona humana como tal. Hay que distinguir muy claramente estos dos niveles.

I. VALORES SOCIALES EN JUEGO

Cuando se trata de valores incluidos en el primer nivel, hay siempre mezcla de cosas positivas y negativas. Hay pros y contras que cada uno valora según su conciencia y opta por lo que cree más positivo para el bien de la sociedad. Aquí entran cuestiones como pueden ser independencia regional, lengua, cultura, legislación laboral... Cualquier cristiano puede optar con plena libertad, por cualquier opción que crea la más apta para el bien común.

II. VALORES NATURALES FUNDAMENTALES

Pero hay otros valores intangibles que ningún partido puede negar y que los católicos no podemos aceptar si se proponen en los programas. Pueden señalarse como tales, el derecho a la vida, a la libertad, a la educación... Ante un programa que niegue estos valores fundamentales, ningún cristiano puede estar indiferente. Y un partido los niega cuando fomenta en su programa y en sus actuaciones, actitudes contrarias a la ley natural como es, por ejemplo, el derecho a la vida.

Es el caso de algunos partidos en nuestra patria. Fomentan el aborto de tal manera que han dado un cambio cualitativo: desde la consideración del aborto como un delito hasta la consideración del aborto como un derecho de la madre a decidir, sin más, sobre suprimir o destruir la vida de su hijo; van camino de legalizar también la eutanasia. Son éstas, cuestiones muy graves que atentan contra la misma pervivencia del estado de derecho y de la misma sociedad.

Por eso dije en distintas ocasiones, y sigo diciendo ahora, que ningún cristiano debiera votar a estos partidos si quiere ser coherente con su fe cristiana. Lo dije y lo repito: un cristiano, si quiere ser coherente con su fe, no puede votar a un partido así.

Algunos se molestan cuando comparé el aborto con los crímenes nazis. Pero siendo el aborto la supresión de una vida humana, no hay razones para decir que no es tan grave como esos crímenes. El hecho de compararlos es para que todos vean lo absurdo que es aceptar legalmente el aborto, su fomento y su legalización; y para que lo rechacen, como todo el mundo rechaza los crímenes nazis. ¿Es que más grave quitar la vida en un campo de concentración que quitarla a un hijo todavía no nacido? Y si es más grave, ¿podría alguien decirme por qué?

Lo mismo cabe decir de la eutanasia.

Ante unas elecciones legislativas, ¿cuál debe ser pues, la actitud de los católicos? Es lógico que un católico que quiera ser coherente con su fe, no vote a esos partidos mientras mantengan estos puntos en sus programas.

Aparte de esto, digo a los dirigentes de los mismos: Quitad de vuestro programa esos puntos que atentan contra la vida humana. ¿Creéis que el Estado, no ya las cortes, tiene facultad de suprimir vidas humanas inocentes e indefensas? ¿Cómo calificaríais a un Estado así? Y si ni siquiera el Estado tiene esa facultad, ¿con qué derecho la puede dar a un ciudadano?

Y a los cristianos que gobiernan les digo: sed consecuentes con vuestra fe, defended el bien común, pero que nadie pueda decir de vosotros que habéis renunciado a ser cristianos por seguir las directrices de vuestros dirigentes y por plegaros a sus deseos. Escuchad a Dios que sigue hablando en lo más íntimo de nuestra conciencia.

José Gea