De las monjitas de Santa Lucía y el corralito argentino
por Luis Antequera
“¿Y qué tendrán que ver lo uno con lo otro?” se preguntarán Vds. Pues bien, ayer oyendo la radio, decían en un programa de la tarde que las monjitas del Convento de Santa Lucía de Zaragoza a las que les habían robado una cantidad de cercana a los 400.000 euros, tenían el dinero en el convento porque así se lo había aconsejado su asesor fiscal, el cual, les había dicho que, ante la presente situación financiera y económica de España, era muy aconsejable mantenerlo fuera de los bancos. Y parece que el asesor en cuestión apelaba al precedente argentino de la crisis del corralito argentino para argumentar su proposición.
A mi la noticia me hizo mucha gracia, y me la hizo porque, más allá de que cualquiera de Vds se crea o no la versión de las monjitas, algo para lo que son muy libres, la argumentación... ¡¡¡es verosímil!!! No sólo verosímil, sino muy verosímil.
Vaya por delante que, hoy por hoy, y hasta que al pesoísmo gobernante se le ocurra prohibírnoslo, -que todo podría llegar a andarse-, tener el dinero en casa no es delito de ninguna clase, y antes al contrario, puede constituir una prudente manera de mantenerlo a salvo de las posibles veleidades de los bancos y también de nuestro codicioso y caprichoso Gobierno. En Argentina, y como el asesor fiscal de las monjitas sostiene con muy buen criterio, los que tenían el dinero fuera de los bancos fueron los que mejor salieron parados de la crisis del corralito. Tanto los que mejor, que para ellos la crisis fue, incluso, rentable. Y si no, veamos.
El proceso argentino fue, a grandes rasgos, como sigue. Un buen día, el Gobierno De La Rúa decretó que el dinero que estaba en los bancos quedaba preso en ellos, y que no se podía sacar más que unas cantidades máximas que se determinaban de antemano, cosa que afectaba tanto a las cuentas en pesos argentinos, como a las cuentas en dólares americanos que mantenían los argentinos. Al día siguiente o a los pocos días, el Gobierno convertía todas las cuentas a pesos argentinos, tanto aquéllas que estaban en pesos como las que estaban en dólares, a un cambio de 1 a 1 que es el que estaba vigente. Y al día siguiente o a los pocos días, el cambio del dólar dejaba de ser 1 a 1, para ser algo así como 4 pesos1 dólar. ¿Qué pasó? Que todos aquéllos que tenían cuentas en dólares en los bancos, habían visto disminuir su valor a la cuarta parte. Donde antes tenían un dólar, ahora tenían un peso, siendo así que para recuperar el dólar inicial, tenían que pagar ahora 4 pesos.
¿Quién ganó? Pues ganaron todos aquéllos que tenían esos mismos dólares, pero fuera de los bancos: en sus casas o incluso fuera del país. Resultando que, donde antes del corralito, con un dólar sólo compraban un peso, después del corralito con ese mismo dólar compraban 4 pesos. Con lo que su poder adquisitivo se había multiplicado por cuatro.
Es más, todos aquellos privilegiados, -en la Argentina sólo unos pocos, dicho sea de paso-, que habían conseguido una hipoteca, -nominada, como no podía ser de otra manera, en pesos-, y que al mismo tiempo, guardaban dólares fuera de los bancos, pudieron cancelar esas hipotecas a la cuarta parte de su valor, al cambiar los dólares que se habían salvado del corralito a cuatro veces más que el día en el que les habían sido concedidas esas hipotecas.
Una retirada de España del euro de la que llevamos tiempo sin oír hablar, pero que en un momento dado se presentó como hipótesis muy racional, y que podría volver a presentarse como tal en un momento dado –la historia es así, mucho más voluble de lo que nadie pueda pensar, ojo a los acontecimiento de ayer en Portugal-, podría adoptar una modalidad muy similar a la argentina.
La vuelta a nuestra entrañable peseta, convertiría nuestras cuentas bancarias al cambio original en el que entramos en el euro de 166,683 ptas/euro. Sólo que justo a continuación, y una vez recuperada por el Gobierno la soberanía cambiaria, el tipo de cambio se situaría en una posición más ventajosa para la deficitaria balanza de pagos española, probablemente en el entorno de las 250-300 pesetas/euro. Con lo que los que saldrían ganando serían aquéllos que hubieran guardado euros en la caja fuerte, los cuales verían incrementada su capacidad adquisitiva en un porcentaje entre el 50% y el 90%, -si no más-, en función del cambio que decidiera adoptar la autoridad monetaria.
La vuelta a nuestra entrañable peseta, convertiría nuestras cuentas bancarias al cambio original en el que entramos en el euro de 166,683 ptas/euro. Sólo que justo a continuación, y una vez recuperada por el Gobierno la soberanía cambiaria, el tipo de cambio se situaría en una posición más ventajosa para la deficitaria balanza de pagos española, probablemente en el entorno de las 250-300 pesetas/euro. Con lo que los que saldrían ganando serían aquéllos que hubieran guardado euros en la caja fuerte, los cuales verían incrementada su capacidad adquisitiva en un porcentaje entre el 50% y el 90%, -si no más-, en función del cambio que decidiera adoptar la autoridad monetaria.
En otras palabras, las hacendosas monjitas del Convento de Santa Lucía, sin duda y a lo que se ve, convenientemente asesoradas, no han hecho otra cosa que lo que tantos españoles no menos bien asesorados, a saber: guardar sus euros a buen recaudo y lejos de los bancos. Por lo que pueda pasar.
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