Murió el último hermano pedagogo. ¿Ahora qué?
Murió el último hermano pedagogo. ¿Ahora qué?
por Duc in altum!
Todos, algún día, precisamente para alcanzar la vida eterna, tendremos que morir. ¿A qué viene el título del ensayo y lo que acabamos de afirmar? Al hecho de que en la Iglesia nos falta formar relevos; es decir, nuevos liderazgos. Es frecuente escuchar frases como: “Murió el último hermano que había estudiado pedagogía y de los nuevos ninguno tiene la licenciatura”, “ya se jubiló la hermana que teníamos como ecónoma general desde hace 20 años”, “se salió el que sabía pintar los murales de la capilla” y así sucesivamente. ¿En qué radica la angustia? En que ha faltado preparar nuevos perfiles para cuando la generación actual concluya su tarea. Vale tanto para las congregaciones religiosas como para los movimientos de laicos.
Si, por ejemplo, la obra implica hospitales, lo normal es incluir en la formación elementos vinculados a la medicina, con todas las acreditaciones profesionales que deban considerarse tomando en cuanto el marco jurídico de cada país. Si las nuevas vocaciones carecen de preparación en la materia, tarde o temprano resultarán extraños en su propio instituto. En otras palabras, terminarán con una fe desencarnada. Imaginemos a un hermano de alguna congregación vinculada a la pastoral sanitaria que no sepa absolutamente nada de enfermería. ¿Cuál será su papel en el centro de salud? La vocación es una llamada, pero que implica competencia en el área. La opción por Dios también se vive preparándose de la mejor manera posible y, sobre todo, garantizando el cambio generacional, aunque sean pocos los que estén disponibles. El punto no es de cantidad, sino de calidad.
Los que llevan varios años en activo deben, mediante un programa bien especificado, formar a los que van llegando. De esa manera, estaremos en condiciones de continuar con la parte práctica de la misión que Dios nos ha encomendado y que, si bien es cierto que no debe reducirse a una mera gestión, incluye valores, capacidad, estudio y experiencia al momento de aterrizar el carisma a lo concreto.