Esta tarde, una vez más, TODOS CON LAS VICTIMAS

 

            Coincidiendo con una nueva declaración por la banda de asesinos ETA de lo que ellos llaman en su argot una tregua, que no es otra cosa que una nueva trampa para dividir otra vez a unos españoles incapaces de ponerse de acuerdo ni para aceptar que quien la hace la paga; cuando tras más de tres años de bordear el sueño de la impunidad, en el evento más vergonzoso ocurrido en toda la historia de nuestra endeble democracia, no se ha aclarado todavía, aunque muchos lo sospechemos, quién es el auténtico responsable del Ministerio de Interior que alertó a la banda terrorista ETA de que se iba a proceder a una detención para que la evitaran; cuando los terroristas vuelven a presentar, como acostumbran cada vez que se avecinan elecciones, su solicitud para presentar sus listas electorales a pesar de que su lugar es la cárcel y no el parlamento... cuando todo ello ocurre, nos convocan una vez más a los españoles las víctimas del terrorismo^(*) para manifestarnos en la ardua y triste labor de recordar a un Gobierno que las ha olvidado, cuáles son sus obligaciones.

 

            Pues bien, yo estaré. Una vez más. Yo estaré porque me lo piden las víctimas. Me parece suficiente razón. Aquéllos a los que no se les puede pedir más porque ya dieron por España y por la libertad lo mejor que tenían: sus hijos, sus esposos, sus padres, ellos mismos en los casos en los que la Providencia les permitió permanecer vivos pero con la secuela de la mutilación, para que nunca olvidaran que portaban un traje que no era del agrado de quien les mutiló, o que pasaban por el lugar equivocado en el momento erróneo.

 

            Iré para estar con aquéllos a los que, si secuestrados, les preguntábamos “¿le han tratado bien?”, o, si perdido un hijo, les insultábamos “¿perdona Vd. al asesino?”. Mientras con ojitos de cordero degollado, para no incomodar nuestras impostadas conciencias, les informábamos de que la respuesta políticamente correcta era “sí” -¿se acuerdan vds. de aquellos años de plomo?-, fingiéndonos comprensivos hacia ellos cuando, en realidad, nuestros esfuerzos se dirigían no a comprenderlos a ellos, sino a sus agresores.

 

            Iré para estar con aquéllos cuyo sufrimiento, pasados los años de plomo, y cuando presumimos de haber superado las heridas que como sociedad ha dejado una banda de asesinos que ha acompañado y condicionado toda nuestra Transición –porque esa es la triste realidad, la ETA ha dictado muchos de los ejes que han marcado nuestro proceso político en los últimos treinta y cinco años, política energética, política territorial- todavía ignoramos con la mayor desvergüenza.

 

            Iré para estar con aquéllos en cuyo nombre pretendemos “perdonar” -qué fácil es ser generoso con los bienes de los demás-, mientras desoímos su voz, la única autorizada para hacerlo, y su legítima reclamación de justicia. ¿Que diríamos de cualquier político -¡o del mismísimo Papa!- que propusiera  magnanimidad para con los pederastas o los maltratadores?

 

            Iré para estar con ellos: porque son gente buena, porque son gente de ley, porque tienen razón, porque tienen derecho, porque han sufrido, porque no les hemos consolado, porque lo merecen, porque se lo debemos... Por esas y por tantas cosas más, estaré con ellos, esta tarde, una vez más. Y cuantas me lo pidan. Yo y los míos.

 

            Hagan Vds. también un esfuerzo. Por favor. Por justicia. Y no olviden nunca que su presencia, la nuestra, la de todos, no es para restablecer la dignidad de las víctimas, una dignidad que nunca ha estado en entredicho. Es para restablecer la de Vds., la nuestra, que es la que, verdaderamente, como pueblo, como estado, como sociedad, como nación, hemos perdido cuantas veces, -y no han sido pocas-, no hemos estado a la altura y nos hemos negado a oírles. A ellos, justamente a ellos, que dieron lo mejor que tenían por España, por la libertad, por la de Vds., por la mía, por la de todos.