No puedo vivir sin Ti, Dios mío
por Guillermo Urbizu
Seré cansino e insoportable, resultaré poco original y repetitivo, pero el asunto es que cada vez me gusta más hacerle un hueco a Dios en mi vida: que mi vida se vaya nutriendo de Su gracia. Lo necesito, me urge enamorarme más y más de Cristo. No tengo madera mística, no pretendo presumir de nada. Sólo digo, o escribo, que ya no puedo vivir sin Él. Como yo hay muy pocos chapuceros, como yo hay pocos hombres tan evanescentes. Me refiero que mi alma da una talla tirando a escasa. Escasa de amor, de fijeza, de verdadera entrega. Soy un cristiano rudimentario, un católico que se va dejando la vida de piedad a medias. Pero pese a todo, no hago más que buscar un poco de silencio para escuchar a mi Dios, a mi Cristo. Me estorba el ruido, huyo de tantas conversaciones y alborotos. Sólo quiero estar con Él, dejarme llevar por Su Amor infinito. Pues claro que habla, pues claro que me habla. De asuntos muy concretos de mi vida y de Su Vida. Y lo que más me pasma es lo que me quiere. ¡A mí! Dice que me espera, que para Él soy muy importante. ¿Yo importante? “Si supieras hijo mío la importancia de una sola alma”. “Yo entregué mi Vida por ella, por ti, y espero con ansia tu ternura, tus palabras de amor, la mirada de tu corazón”. “Una sola mirada tuya logra que te entregue Mi misericordia, que Mi Amor vele por ti en cada momento”. Dios mío. Cada día que pasa me siento más indigno y a la vez más embobado de ese Amor. Busco sus imágenes, los sagrarios. Necesito besar esas representaciones de Cristo, de mi Jesús. De niño no llegaba al Crucificado, y me tenían que alzar durante unos segundos. Y ya entonces me sabía a poco. Ahora voy, llego, y Le acaricio, y Le digo, y Le beso largo y tendido. No me iría de allí. Noto que me emociona el verle escarnecido. Noto que está en mí, que mi alma Le necesita, Le quiere, se vuelve loca. Quien busca a Dios acaba encontrándole, porque es el mismo Dios el que sale al paso y al abrazo. Y ya no puedes vivir sin Él, no puedes dar ni un paso más sin Él. Pese a una vida pecadora y antojadiza. Jesús mío, sé que no soy dueño de mi existencia, que te pertenezco por entero, que lo único serio es amarte. Amarte. Más. Con más intimidad y sosiego. Amarte también en la agitación de la calle. Te veo en la Hostia expuesta sobre el altar. Te veo en los versos de los poetas o hecho música. Te veo en la luz de atardecida. Te veo en los pobres y en los niños. Te veo cada vez en más sitios y en más situaciones. Y miro Tu Amor, que se ofrece a todos. Y miro tu dolor cuando Te sientes rechazado, cuando yo Te rechazo, cuanto Te vuelvo la espalda. Jesús mío, en Ti confío. En Ti, en Ti, en Ti. Sólo en Ti. Otórgame el favor de Tu misericordia, ayúdame a comportarme como hijo de Dios en cada instante, en cada disyuntiva.
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