Jueves, 26 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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De la penúltima astracanada en la política patria

por Luis Antequera

 
            Hemos acudido ayer a un nuevo ejercicio de estulticia, irresponsabilidad, necedad y prodigalidad en la política patria, cual es el del espectáculo de unos senadores capaces todos ellos de hablar una misma lengua, -es más, por muy pesaditos que se pongan y por mucho que imposten, ninguno de ellos capaz de hablar otra lengua distinta mejor que la que les une a todos-, dilapidando los escasos fondos que le quedan al estado español para pagar unos traductores, de modo que cada uno de ellos utilice una lengua que los demás no entiendan y que cada uno de ellos habla peor que aquélla en la que se niegan a hablar. Si se fijan Vds., las lenguas utilizadas para lo contrario de lo que fueron concebidas, esto es, no para la comunicación, sino para la descomunicación.
 
            Amén de ello, que constituye lo más grave que se puede decir del bochornoso espectáculo de ayer, no es éste el único aspecto de la cuestión que la convierte en especialmente ridícula y preocupante. Nos dicen para empezar, que los numerosos traductores contratados no van a suponer un coste adicional a las depauperadas arcas del estado, porque se va a pagar con los fondos de los que ya disponía el Senado, como si ello fuera en descargo de la iniciativa y no supusiera, como supone, una nueva prueba de cargo contra el asunto. Porque ¿me quiere decir alguien qué es lo que ha estado haciendo el Senado durante todos estos años con los 350.000 euros que ahora se va a dedicar a esta bufonada, que sea aún más tonto que el lamentable espectáculo de ayer? Y por otro lado, puestos a completar el vodevil, ¿para cuando los traductores de catalán a valenciano, o los de gallego a vascuence y viceversa? Porque ¿se han fijado Vds. que hasta la fecha todos los traductores tienen que pasar por la deleznable lengua española, oprobiosa e imperialista? 
 
            En segundo lugar, ¿han visto Vds. cómo se hablan las diversas lenguas vernáculas en el Senado y en cuanto sitios hay que hacer el paripé de que se hablan? Que me perdonen los verdaderos gallego-parlantes, merecedores de todo mi respeto, pero la manera en la que hablan gallego los políticos es una verdadera tomadura de pelo, una evidencia clara de que jamás hablaron gallego, y de que lo han aprendido como ZP aprendió economía. Y eso cuando, directamente, no se lo están inventando sobre la marcha.

            Al respecto, tampoco está de más recordar que al primer debate en el Senado en el que se utilizaron las lenguas autonómicas, el lehendakari hubo de recurrir a un improvisada excusa, hecha naturalmente desde la indignación y la reivindicación, faltaría más, para no acudir... ¡¡¡porque no hablaba euskera!!! Por cierto, ¿sigue estudiando catalán el Sr. Montilla o desde que ya no es President lo ha dejado ya? Alucinados debieron quedarse aquellos guatemaltecos a los que una representación de la Generalitat recibió con traductores para hacerse traducir al catalán lo que ellos les decían en español. De ahí a hablar con la “pé”... (¿no lo hicieron Vds. cuando eran chicos?)... Que-pe me-pe ha-pan di-pi cho-po que-pe e-pen e-pel se-pe na-pa do-po e-pes pa-pa ño-pol se-pe pue-pe ha-pa bla-par con-pon la-pa pe-pe ¿e-pes ve-per da-pad?
 
            Y por cierto, cuando Sus Señorías salen del hemiciclo y se van al bar ¿siguen hablando con traductor? ¿y quién lo paga? Y si no lo hacen... ¿por qué lo tienen que hacer cuando están en el hemiciclo?
 
            Lo que estamos haciendo en España con las hermosas lenguas vernáculas que sin lugar a duda enriquecen el de por sí riquísimo patrimonio cultural hispánico, es verdaderamente penoso, lamentable, patético, bufonesco. No cabe concebir un uso más bastardo de algo que en otras circunstancias –en éstas no, desde luego-, está ahí para enorgullecernos a todos. No ha de pasar mucho tiempo sin que nuestros descendientes se avergüencen de nosotros –o se partan de risa con tanta estulticia- por las cosas que con la excusa de la lengua estamos haciendo los de nuestra generación: multar a quien rotula en el idioma de todos, negar la educación a las personas en su propio idioma y en el país donde se habla ese idioma... Y desde ayer, ni más ni menos que los senadores, -los ancianos de otra época, que "senador", como es bien sabido, viene de anciano, usado el término como sinónimo de cabal, sensato, prudente-, pagando, -eso sí, con dinero ajeno, que si fuera con el propio casi seguro no asistíamos a semejante mamarrachada- un traductor a una persona que habla mejor el idioma al que le traducen que aquél del que le traducen.
 
            ¡Ni Dios en Babel lo hizo mejor!
 
 
 
 
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