El alma de la rutina, no la rutina del alma
por Guillermo Urbizu
Para casi todos es su tabla de salvación, nada como lo habitual, las horas consuetudinarias que van marcando la pauta de los días. Aunque el alma quiera salir de ella y hacer slalom por las blancas laderas de nuestros sueños. O correr hacia el mar, hasta que las olas nos derrumben en un estrépito de espuma. O llegar hasta Japón para deletrear en sus paisajes algún jaiku.
He pensado mucho en la rutina. Y creo que el hombre la necesita para su salud mental, para el progreso de su trabajo, para una eficiente educación de los hijos... Pero también es verdad que llega un momento en el que la rutina, ese horario más o menos igual, ya no nos sirve. La agenda está saturada de citas, reuniones, objetivos, deberes y números de teléfono.
Nos queremos ir. Hasta de nosotros mismos. Lejos. Descubrir que es posible que haya vida más allá de la sistemática programación de los días y de las empresas. El viaje se convierte en símbolo de un viaje más interior. Un recorrido por los caminos del espíritu. Hasta la respiración es distinta. Y nos sorprende la maravilla de los atardeceres, de los árboles y arbustos, de los remolinos de la luz en los ríos…
He pensado mucho en la rutina. Y creo que el hombre la necesita para su salud mental, para el progreso de su trabajo, para una eficiente educación de los hijos... Pero también es verdad que llega un momento en el que la rutina, ese horario más o menos igual, ya no nos sirve. La agenda está saturada de citas, reuniones, objetivos, deberes y números de teléfono.
Nos queremos ir. Hasta de nosotros mismos. Lejos. Descubrir que es posible que haya vida más allá de la sistemática programación de los días y de las empresas. El viaje se convierte en símbolo de un viaje más interior. Un recorrido por los caminos del espíritu. Hasta la respiración es distinta. Y nos sorprende la maravilla de los atardeceres, de los árboles y arbustos, de los remolinos de la luz en los ríos…
En todo ello escuchamos, nítida, la conversación de Dios. Y la retina percibe el brillo de una alegría más honda. El alma vive de amor, no de una cuenta de resultados. No podemos dejar que el milagro de nuestras vidas se convierta en costumbre. Palpad, palpad entre vuestros dedos la arena, sentid como fluye el tiempo… Es hora de cambiar nuestro sentido de la rutina. Es hora de aprovechar mejor el alma.
Léon Bloy, en una anotación de su Diario (Acantilado) del 30 de mayo de 1894 escribe: “Existe entre cada hora del día, y cada hora de la semana, una diferencia absoluta, esencial, divina”. Y es esa diferencia la que debemos descubrir. Es en esa diferencia donde está la aventura más extraordinaria de la vida.
Léon Bloy, en una anotación de su Diario (Acantilado) del 30 de mayo de 1894 escribe: “Existe entre cada hora del día, y cada hora de la semana, una diferencia absoluta, esencial, divina”. Y es esa diferencia la que debemos descubrir. Es en esa diferencia donde está la aventura más extraordinaria de la vida.
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