Apariciones en Boadilla, Madrid
por César Uribarri
No puedo negar la expectación con la que llegué al lugar de las apariciones. A pesar de lo frío de la noche, el camino de tierra por el que se accede a la ermita no presentaba más obstáculo que el encontrarlo. No había barro, y las capas de hielo no dificultaban demasiado el avance. Y eso que era una fría noche del 27 de diciembre del 2010 a las 10 de la noche en el oeste de Madrid. Ni la fecha ni la hora invitaba a perderse en un encinar, pero el motivo era más que suficiente: ¿será verdad que la Virgen se aparece en Boadilla del Monte?
Este patria nuestra es peculiar. Tierra de María se le ha llamado siempre a España, pero pocas patrias son tan tardas para secundar sus apariciones. En escasamente un año la Salette fue autorizada y aprobada por el obispo, en cambio Ezquioga, Garabandal, Cruz Blanca (el Palmar bueno), el Escorial o un largo etcétera, parecen dormir el sueño de los justos del juicio de la Iglesia. Y de su recuerdo.
Curiosamente lo de Boadilla no es algo reciente. Actual es, porque cada 27 de mes, durante el rezo del Rosario, María habla a través de su vidente –caso de que sea cierta la aparición-. Pero no es una cosa de ayer, que ya son más de 20 años. En mi desconocimiento supe de ellas hace poco, y como recientes las tenía. Pero mi desconocimiento era grande, que ya los vecinos de Boadilla llamaban tiempo atrás a los devotos y fieles de esta aparición como los “locos de la ermita”. Algo loco hay que estar, desde luego, para soportar temperaturas inferiores a 0 grados, a la intemperie y sin prisa alguna. Y todo para rezar el Rosario.
Antonio, el vidente, es un hombre socialmente sencillo. No estamos muchos, apenas llegamos a la treintena, pero Antonio pasa desapercibido, como uno más. Antes del rosario una mujer se le ha acercado a contarle ciertas cuitas, y el rosario se retrasa. El lugar parece hermoso, pero juzgar un sitio en la oscuridad de la noche no deja de ser atrevido, que la noche hace pardos a todos los gatos. El lugar de la ermita es un encinar, cerros de encinas robustas, a las afueras de Boadilla, pero muy cerca del pueblo. La ermita se levanta en la ladera de un cerrillo, de reciente construcción y fachada abierta, de rejas, coronada por una Virgen de la medalla milagrosa. A sus pies, a 50 metros, un hermoso alcornoque, el único en ese monte de encinas, rodeado de candelas e iluminado por un foco conectado a una batería de coche. Todo muy sencillo y agradable. Ese es el alcornoque de las apariciones. En una de sus ramas principales un altarcillo con la imagen de Nuestra Señora, pequeña estatuilla dentro de una capillita de cristal, como esas que se llevaban antaño de casa en casa, para su devoción y limosna.
A su alrededor sillas. No muchas que estamos pocos, y los veteranos muy bien abrigados. Su generosidad me salva de una pulmonía con una bufanda que se agradece. Pero el suelo helador no perdona, poco a poco penetra la suela de los zapatos y recuerda que un 27 de diciembre a las 22 horas un bosquecillo no es lugar para el reposo. La gente es sencilla y la escasa afluencia facilita el ambiente familiar. Se cuentan sus cosas antes del Rosario, en confianza, como quien se conoce bien. Me dicen que en verano la afluencia es enorme. El mes anterior también hubo mucha gente, y hacía más frío. Pero estos son días de Navidad.
El rosario inicia algo tarde, y aun así, se reza serenamente, sin prisa. Nada extraño, salvo esa manía de añadir al Ave María eso de “Madre de Dios y Madre nuestra” que a los no habituados nos corta el rezo una y otra vez, hasta que podemos mimetizarlo y repetirlo con naturalidad. Antonio no lo dirige, sino que permanece sentado al lado del voluntario que con tanta piedad lo reza. Y es que se reza con mucha piedad, desconcertante para el frío y las horas. No hay prisa por acabarlo. Miro con curiosidad el alcornoque, por encontrar algun signo extraordinario, como un movimiento de ramas en una noche sin brisa alguna. O un olorcillo o algo. Nada. Todo ordinario, salvo la piedad de la gente. Al terminar el tercer misterio Antonio se arrodilla. No percibo nada extraño, pero alguien acerca a sus labios un micrófono y Antonio pone voz a nuestra Señora.
¿Qué tiene de peculiar Boadilla? No hay nada extraño a la fe, ni siquiera a otras apariciones marianas. Se habla de que el verdadero camino es la oración, la penitencia. Que son tiempos duros y que debemos rezar por los gobernantes. Que si no nos convertimos duras pruebas nos esperan: violencia, hambre, epidemias… Pero hay algo peculiar en Boadilla, distintivo. Y es que Boadilla es lugar de oración por las almas del Purgatorio. María viene a este lugar en busca de oraciones por las almas del Purgatorio y a este lugar comparecen las almas del Purgatorio en busca del consuelo de María. Ana Catalina Emmerick ya decía que a las almas del Purgatorio las veía sufrir en la tierra, padeciendo trabajos según sus pecados por expiar, pero muchas en la tierra. De todos modos no dejan de ser categorías sobrenaturales que nos exceden. Lo cierto es que el 27 de cada mes María en Boadilla se entrega a las almas de la Iglesia sufriente.
¿Por qué continúan las apariciones en Boadilla? Quizá justo porque son estos tiempos en los que no sólo la población mundial, de puro enorme –y a veces bárbara- lanza más almas a la eternidad, si no porque es cuando menos se reza por ellas, en parte por la pérdida de sentido de eternidad de una sociedad que desprecia las oraciones por los suyos (el muerto al hoyo y el vivo al bollo) y en parte por el perverso principio de una misericordia divina mal entendida en la que ni hay pecado ni castigo ni nada que purgar. Y cuando más se necesitaba una Iglesia orante, ésta queda cubierta por el polvo de sus pecados, pronta para lo humano y tarda para lo divino. María viene a rescatar extraordinariamente, lo que extraordinariamente la Iglesia ha descuidado y por ello los hombres olvidan y desprecian.
Tantos años, tanto desconocimiento, son caldo de cultivo para que una falsa aparición acabe degenerando, como la de las Rosas de Roma (en la que el cura que asistía a la vidente acabó nombrado obispo por la Virgen y después Papa) o el Palmar de Troya –más conocida en nuestra Hispania-. No, Antonio no eleva el tono ni el contenido de los mensajes para ganar audiencia. Reiteran siempre en lo mismo: oración, penitencia y una especial atención a las almas del Purgatorio. Se recuerda lo duro que está por venir si no nos convertimos, y pide oraciones por los gobernantes. Y por los pastores.
Me contaba mi generosa bienhechora que ella ha encontrado a Dios en Boadilla, que se le ha dado mucho para sí y para su familia, y que sólo tiene agradecimiento para este lugar. Su hija, joven de veintitantos, corrobora lo que dice y se empeña en recalcar que son muchos los que vienen en verano. Son tiempos de necesidad y Boadilla se eleva como un lugar de oración y consuelo.
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