Felices y recristianizadas Navidades

Hoy es un día para celebrar el Nacimiento del Hijo de Dios, y quiero desde aquí felicitar esta pascua a todos los que nos leen en ReL. 

Siempre me da pena que la Navidad dure tan poco en las mentes y las palabras de quienes se declaran cristianos pues pasado el día 25 ya muy poca gente felicita la Navidad, y te ven como un bicho raro si lo haces.

 Así que desde aquí reivindico recristianizar la Navidad y yo me hago el propósito de no dejar de felicitar la Navidad hasta Reyes, que es cuando se acaba el tiempo litúrgico de Navidad.

 La sociedad civil bien se encarga de engalanar todo desde principios de diciembre y hasta pasadas las fiestas comerciales que se coronan con Reyes, y en cambio nosotros pasamos como de puntillas por este tiempo que es considerado el más importante del año junto con el de Semana Santa.

 El año pasado viajé a Roma a finales de Enero y mi compañero de viaje se extrañaba de que en plena Plaza de San Pedro aún luciera el árbol de Navidad, y es que en la ciudad eterna se tiene por costumbre mantenerlo incluso más allá de la Epifanía, lo cual nos enseña a seguir celebrando la Navidad.

 Con esto de evocar viajes hoy mi recuerdo es para España y para los míos, pues estas Navidades las paso en Santo Domingo, con el gozo de estrenar mi matrimonio con una maravillosa y santa mujer de aquí, que Dios quiso poner en mi camino el año pasado. ¡Bendito Dios por encontrarnos y por hacer tan entrañable esta Navidad que comienza!

 Hablando de cosas entrañables que siempre suelo hacer en Navidades, y que este año no podré hacer por la distancia, hay dos que aconsejo a todo el mundo, además de por supuesto estar con los suyos.

 La primera es ir a comprar tarjetitas de felicitación que enviar a los amigos, como las que venden las hermanas agustinas del Monasterio de la Conversión o tantos otros. Nunca es tarde para enviarlas, y siempre se puede decir que el cartero se despistó, pues seguro que no le importa que le echemos la culpa y le da alegría enviar algo distinto a las habituales facturas y extractos bancarios.

 La segunda es ayudar en la cena de Navidad que las hermanas del colegio Sagrado Corazón de Arguelles preparan para la gente de la calle, en colaboración con la gente que trabaja en el comedor de las Hermanas de la Caridad de la madre Teresa de la calle Segovia.

 Es una cena muy especial, hecha muy temprano, para que a la gente le dé tiempo a ir a casa con los suyos, en la que no suele faltar la visita de monseñor Rouco Valera para hacerse presente entre los más desfavorecidos.

 Aunque sea una locura, por la cantidad de gente y de voluntarios, siempre es bueno recordar que el Cristo que celebramos se pasea por nuestras calles todos los días sin que le prestemos atención, y que la fiesta se trata de eso, de estar con El, mucho más que de otras futilidades en las que nos solemos dejar el tiempo, las energías y el dinero.

 El caso es que, pasada Navidad, la gente tiende a olvidarse de que en los comedores públicos sigue haciendo falta ayuda, y tanto el día 25 como los siguientes de la octava son días únicos para ir a compartir con esa gente tan especial y tan cercana al corazón de Dios.

 Termino ya, deseando que en estas fiestas hagamos mucho por recristianizar las Navidades, y a ello invito, empezando por el saludo que podemos prodigar desando a la gente una Feliz Navidad de una manera distinta y siguiendo por acordarnos de los amigos y de los necesitados.

 Eso sí, al estilo romano: si empezamos a actuar así en este tiempo, luego habrá que prorrogarlo todo lo que se pueda, para que siempre sea Navidad y no se diga de nosotros que sólo nos acordamos de los amigos, de evangelizar con el saludo y de acercarnos a los desfavorecidos, una vez al año.