Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria

por Guillermo Urbizu


Que el cielo esté lleno de Tu gloria, oh Dios, no me cabe duda. Lo de la tierra ya es otro cantar. Sé que sí, pero son frecuentes las dudas, mis dudas, dado el empeño que ponemos en desterrarte de nuestras vidas, en ponerte entre interrogantes. Estamos ciegos. ¿Dónde está esa gloria divina? ¿Dónde para? Sólo veo trifulcas, catástrofes y carnavales. Un desastre. Los empeñados en agradecerte, en quererte, en sacar a la luz Tu rostro, en adorar esa gloria, son menospreciados, cuando no perseguidos con saña. Cunde el desánimo a veces, lo sabes, cunde el mirar a otra parte más oscura, y engañarnos a nosotros mismos con sobradas mentiras de lujo, con esas vaguedades absurdas que jalonan nuestros días. Tu gloria, oh Dios, la ensuciamos a base de busconas trivialidades. Nos manchamos los ojos de lujurias o de avaricia. Ciegos, completamente ciegos. ¿Dónde está Tu gloria Dios mío? ¿Dónde para la bendición de Tu mirada? Y nos devanamos el alma con nada, con todas esas naderías que pululan en televisión, en Internet, o en las revistas, o en libros estrafalarios. No pocos dicen de Tu gloria: “no existe”. Otros la interpretan de mil maneras hasta desvirtuarla en logomaquias. La gloria para el hombre es ya otra cosa. La gloria es nuestra gloria, no la Tuya. Te hemos vendido a cambio de unas monedas o de un escalafón o de una despampanante rubia. ¿No lo ves? Dios, escucha, debe quedarte clarito, no pintas nada. Así al menos quieren creerlo unos cuantos. ¡Cómo para darte gloria y alabanza! Con lo afanados que estamos en la nuestra.

Sin embargo Tu gloria lo empapa todo. Sin querer se mete por el rabillo del ojo. O de repente, sin que nadie se dé cuenta, ya la tenemos dentro. Oh Dios, y es que no nos dejas. Brillas en lo más alto del cielo o en unas lágrimas desamparadas de todo, o en ese poema. Brillas en medio de la noche, o sales a nuestro paso recién resucitado. Tu gloria, Dios mío, toda esa gloria en la que nos dejas participar con sólo abrir el alma. Con sólo ayudar a alguien. Tu gloria es la que se hace de día en nosotros. Aunque sea lunes, o llueva, o haga frío. Y miramos diferente. Esa claridad que amanece con Tu perdón, con Tu amor, nos cambia por entero. Y miramos infinito. Contemplamos el horizonte o las calles llenas de obras o al prójimo -sea el que sea- desde los mismos ojos de Dios. Oh Dios, Tu gloria está en cada instante, la encuentro en el paso de peatones, en el médico, en la panadería, en mi biblioteca. Tu gloria también está en mi memoria y en mis sueños. “Llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria”. Llenos, rebosantes, sin vacío ni tristeza ni costumbre. Tu gloria: la suma de cielo y tierra. El cielo en la tierra. La tierra anhelando la santidad del cielo. ¡Bendito seas! Dios. Dios mío, que Eres la unidad de ese cielo y de esta tierra; que Eres el nexo de todo, la armonía, la misericordia, la majestuosa cadencia del corazón (que late por amarte), los tonos del amor donde germina el hombre y el mundo todos los días. La gloria de todas las glorias: estar Contigo en la constante confidencia de Tu dulzura y de mis quejas.
 
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