Antífona de entrada TO-XXX / Salmo 105(104),3s
por Alfonso G. Nuño
Que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro (Sal 105(104),3s).A la celebración de la Eucaristía acuden buscadores del Señor. Buscamos lo que tenemos y en la medida que así es, pues, si no, ¿cómo podríamos buscar lo que totalmente desconocemos? Todos los hombres están en la dominancia de la bondad divina, todo está ordenado por ella. Y este conocimiento elemental, muchas veces inconscientemente sentido, nos da una constante percepción de la atracción del bien para el que hemos sido creados.
Y así los hombres buscan saciar esa sed que sienten. Si un ídolo agarran, es porque sienten la necesidad de Dios, aunque traten de satisfacerla sin Él. Si se aturden, es porque se han rendido en la búsqueda y prefieren no sentir el ansión de eternidad que no puede hacerse cesar. Hasta en el infierno se palpa y, por ello, se sufre; porque, no pudiendo estar al margen de la jerarquía de la realidad que establece el poder de la bondad de Dios, no dejan los condenados de estar en la necesidad de aquello que rechazan: dramática y misteriosa contradicción.
Esa experiencia del Bien, en quien participa en la asamblea eucarística, es mayor, pues, desde el bautismo, participamos de la vida divina. Eso hace que nuestra búsqueda sea más intensa, pues mayor es el conocimiento de lo que aún no poseemos en plenitud y la capacidad para buscarlo. Y, en esa carrera hacia la meta, encontramos nuestro gozo, en recurrir permanentemente al poder de su bondad. No frecuentemente, no muchas veces, no casi siempre, sino constantemente: "orar siempre sin desanimarse" (Lc 18,1).
Orar sin interrupción buscando su rostro, buscando contemplarlo tal cual es y así llegar a ser semejantes a Él (cf. 1Jn 3,2), buscando en la tierra el cielo, buscando lo que aquí no alcanzaremos, pero que día a día podemos, por fidelidad, ir cada vez más pregustando. Y eso que buscamos, lo vivimos anticipadamente en torno al altar.
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