Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Moro, Becket, Newman y Chesterton

por Guillermo Urbizu



 La literatura inglesa, o británica en general, siempre me ha encandilado. Y lo sigue haciendo. Stevenson, Kipling y Conan Doyle fueron mis primeros mentores. Aunque ya antes había preferido los innumerables libros de una tal Enid Blyton a cualquier otra tentación infantil, y las aventuras de Guillermo escritas por Richmal Crompton (guardo como oro en paño una edición de 1942 de Guillermo el genial). Y luego vino, lo recuerdo bien, Ian Fleming (el del 007). Y no he cambiado mucho de gustos.

Sigo a los escritores británicos todo lo detenidamente que puedo. Me fascina entre los más jóvenes Jon McGregor. Si espléndida era su novela Si nadie habla de las cosas que importan, todavía lo es más Tantas maneras de empezar (las dos editadas en España por Salamandra). Y releo a C.S.Lewis, a G.M. Hopkins, a Wodehouse, a Jane Austen, a Coleridge (por favor, lean su Biographia literaria, editada por Pre-textos), a Samuel Johnson, a Virginia Woolf o a Charles Tomlinson. Y ayer mismo me compré La librería, de Penélope Fitzgerald (1916-2000). No pude aguantar más. Lo tomé del estante, lo pague y fuime por donde había entrado. Es cierto: los libros editados por Impedimenta ejercen un influjo especial en el lector (como ocurre con los títulos de Alba, Minúscula, Lumen, Acantilado, Libros Libres, Atalanta o Seix Barral, entre otros).

Llevaba meses detrás de The Bookshop. Y les voy a contar, si me lo permiten, lo que gradualmente me iba atrayendo del volumen en cuestión. Lo primero fue el título: La librería. ¿Cómo se puede resistir un buen lector a semejante encabezamiento? Te llama, te sugiere; te incita a entrar, a saber de ella. Luego estaba la armonía de su portada. Con esa casita en la que imaginabas la librería y la vivienda de la librera, Florence Green, decorada primorosamente, con libros por todos los rincones. Y tú -o sea, yo- pasando allí una temporada.

Abres el libro y ya te enteras de que esa casa pertenece a una pintura de Dorling Kindersley: Casa con techo de paja de mazorca. Otras de las causas de mi acercamiento a esa novela es su tacto… Y luego resulta que la autora era sobrina de mi querido Ronald Knox, escritor, sacerdote y converso al catolicismo en gran parte gracias a Chesterton. Evelyn Waugh escribió una biografía sobre Knox, que ha editado entre nosotros la editorial Palabra. Cada vez que iba a alguna librería veía que La librería de Penélope Fitzgerald iba ganando adeptos y ediciones. Al final me he tenido que conformar con la quinta.
 
La verdad es que los puñeteros ingleses escriben bien, tienen buen gusto, imaginación y genio para esto de la literatura. (Apunte patrio: quiero que conste que la literatura española no se queda manca, y que puede que sea uno de nuestros más grandes dones, que alguno teníamos que tener). Fíjense en Tomás Moro, por ejemplo. Tengo la certeza de que Erasmo y Luis Vives le envidiaban. (¿Para cuándo sus obras completas en español?). Merece la pena desprejuiciarse y leer a uno de los grandes humanistas. Que sea santo católico ¿molesta? Será a los más ilusos, supongo. Para el que tenga dos dedos de frente su lectura es un disfrute, un aprovechamiento sin igual. No sólo Utopía. Lean también Diálogo de la fortaleza contra la tribulación o La agonía de Cristo, o Un hombre solo, cartas desde la Torre (volúmenes editados por Rialp). Ediciones Cristiandad nos dejó en 2006 Piensa la muerte. Todos estos títulos están hilvanados por la pasión morista de Álvaro Silva, que no tiene parangón. Con unas traducciones y prólogos realmente ejemplares. Y hace pocos días nos ha entregado, en una edición renovada y publicada en Acantilado, Últimas cartas, 15321535; las cartas que Moro escribió desde su dimisión como Lord Canciller hasta casi su ejecución. Pero yo quería añadir unas palabras sobre una particular evocación biográfica -casi una historia novelada- que sobre Moro escribió Paloma Castillo Martínez. Su truco literario consiste no en una biografía al uso. Lo que hace es ponerse en la piel de nuestro humanista, que unas horas antes de morir va rememorando su vida. El libro es arriesgado, pero el resultado es francamente bueno. Tomás Moro, retorno a Utopía (San Pablo) es una especie de obertura en los cuatro movimientos que son las estaciones de la vida.

Hay que saberse muy bien al personaje, haberlo pensado mucho, y también rezado, en un continuo e íntimo diálogo, para escribir algo así de bien. En un determinado momento la autora pone en boca de Moro toda una síntesis vital: “A lo largo de los cincuenta y siete años de mi vida, he conocido el momento del Génesis, en el que el hombre inmaculado, inocente, se abre a un mundo de luces del que puede ser dueño. He disfrutado del silencio del Sinaí y contemplado la gloria del Tabor.

Hoy termina Getsemaní y solamente me queda ascender al Gólgota para que todo se haya consumado, para que todo termine bien”. Pero hay mucho más en este libro. Moro es una referencia muy clara para el hombre de hoy. Respecto a la educación, respecto a la familia, respecto a la política y la recta conciencia, respecto a la coherencia de vida y la sobriedad (“el mal no se vence con discusiones ni con protestas, sino con el ejemplo”), o respecto a no tener respetos humanos a la hora de vivir de acuerdo a tus creencias. Un gran libro.
 
La vida de Santo Tomás Becket (11181170) tampoco se queda atrás. Frank Barlow ha escrito una estupenda biografía de este otro Lord Canciller de Inglaterra, igualmente asesinado por atreverse a enfrentarse al poder de Enrique II. El antiguo compañero de francachelas, como sacerdote y arzobispo de Canterbury se fue convirtiendo progresivamente en un estorbo para el rey. Murió en la misma catedral, por las espadas de cuatro caballeros normandos. Este hecho lo plasmó el poeta T.S. Eliot en su obra dramática Asesinato en la catedral (que pueden ustedes leer en la editorial Encuentro). Recuerdo que la “bestsellera” novela Los pilares de la tierra, de Ken Follet, termina con el asesinato de Becket. Y también recuerdo haber visto en mi época universitaria -supongo que en algún cineclub- la película Becket, interpretada por Richard Burton y Peter O’Toole. La biografía de Barlow, editada por Edhasa, es minuciosa y amena, recomendable cien por cien.

Y Newman, y Chesterton. Uno ya es beato, y no tardará mucho en llegar a santo. El otro, el autor de El hombre que fue Jueves, todo puede ser. Pero hablemos de literatura. La editorial El buey mudo, sigue editando libros que son verdaderas joyas. De Newman se publican Cuatro Sermones sobre el Anticristo. “El tiempo del Anticristo”, “La religión del anticristo”, “La ciudad del Anticristo” y “La persecución del Anticristo”. Desde luego el tema se las trae y durante toda la historia de la Iglesia el libro del Apocalipsis ha sido sometido a todo tipo de glosas e interpretaciones. Muchos piensan que es una exageración literaria, un cúmulo de misticismos demasiado herméticos. Lo del Apocalipsis, el Juicio sumario a la Humanidad, el Anticristo, Satán, el 666…, a oídos contemporáneos suena a música celestial (si es que suena), o a algún tipo de producción hollywoodense, género pánico o suspense.

Demasiada inquietud si se piensa un poco más en serio. Newman se basa en la Escritura Sagrada, en los Padres de la Iglesia y en su amor a Dios. No esconde nada. Lee, analiza, quiere hacer ver a los oyentes -recuerden que son sermones- que el Anticristo es una realidad, porque el mal es una realidad. Como lo es Satanás. Y es necesario un cambio de vida. He tomado nota del siguiente párrafo, por lo que tiene de actual, y ya lo dejo estar: “Sin duda, existe actualmente una confederación del mal, que recluta sus tropas de todas partes del mundo, organizándose a sí misma, tomando sus medidas para encerrar a la Iglesia de Cristo como en una red, y preparando el camino para una Apostasía general. No podemos saber si de esta misma Apostasía nacerá el Anticristo, o si él será todavía retrasado, como lo ha sido durante tanto tiempo; pero en todo caso esta Apostasía, y todos sus signos e instrumentos, son del Maligno, y tienen un sabor de muerte”. ¡Cómo para no comprarse este libro! Y cuanto antes mejor.
 
Y de postre un libro de Chesterton. Tal vez uno de sus libros más agradables. Al menos de los que yo he leído. Sobre los libros y la lectura, sobre la pasión que es la vida. Los libros y la locura, y otros ensayos lo recomiendo a todo el mundo que le guste leer, que tenga amor por los libros y por lo que ellos suponen para la intimidad de cada lector, en su silencio, y para la Historia de la humanidad.
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