El momento presente
Dice el P. Caussade que es la puerta del abandono en Dios. Vivir el momento presente no es fácil, pero es imprescindible para curar las angustias. "Cada día tiene su propio afán", advirtió Cristo. Todos conocemos la teoría, pero la práctica resulta muy dura.
Y, sin embargo, es lo único que tenemos, lo único que podemos vivir y lo único que podemos ofrecer al buen Dios como expiación, como reparación, como alabanza.
Creemos, erróneamente, que a Dios solo le sirven los sacrificios, las mortificaciones, los vencimientos íntimos. El pelagianismo tiene largos tentáculos.
Dios lo acepta todo de nuestro momento presente, ordinario y banal tantísimas veces.
Y así, el aburrimiento es redentor, la sequedad espiritual es redentora, el miedo -Cristo lo santificó en Getsemaní- es redentor; y no digamos el trabajo monótono, o la falta de trabajo; el vecino molesto, bajar al perro a la calle si no te gustan los perros, ese corte al afeitarte, o la regla y sus cambios hormonales: todo santifica, todo redime, todo repara. Basta con acomodarse en el momento presente y ofrecer a Dios todo lo que nos pasa y lo que no nos pasa.
Por ahí vamos bien. Porque ir bien significa hacer la Voluntad de Dios, que solo hallamos en este momento, ahora.
Paz y bien.