Las botas rojas de Nuria y el poder de la oración

Cuando se tienen cuatro hijos, todos los fines de semana del curso escolar son especiales, pero debo reconoceros que este último lo fue aún más. La cosa comenzó, como muchas veces, en el Decathlon del centro comercial L’Illa. Como sabéis, nos encanta el deporte y los precios en esta maravillosa tienda suelen ser bastante más baratos que en cualquier otro sitio.

Tras el entrenamiento del equipo de fútbol sala de mis hijas (están ya contando las horas para el inicio de la temporada: la próxima semana), fuimos al Decathlon para comprar unas botas a una de ellas, Nuria, con el dinero que su padrino, Álvaro, nos había mandado por su Santo. A Nuria le encantan las botas lo más “cantonas” posibles. Su hermana mayor, María, es mucho más discreta y con unas blancas que le puedan servir también para la clase de educación física del colegio está más que satisfecha.

Primero, Nuria se fijó en unas Nike moradas que valían casi 50 euros y pidió comprarlas. María y yo nos miramos con expresión de reprobar la elección. Nuria insistió, pero mi “no” fue rotundo, mientras le comentaba que había unas Adidas de color negro que estaban la mar de bien. Pero el negro también era un color demasiado discreto para sus gustos.

De reojo, Nuria vio otras verde chillón que también rebasaban los 40 euros. Las pidió tímidamente, pero esta vez no tuve que pronunciar palabra y un gesto negativo valió como respuesta. Entonces, centró la mirada en unas botas rojas Kipsta (la marca del Decathlon), de sólo 15 euros. Preguntó si podía comprarlas y le dije que sí. Y está encantada con ellas. No se las quitó prácticamente en toda la tarde y las probó por primera vez al día siguiente jugando un partidillo en el patio del colegio a la salida de misa.

La misa dominical fue otra de las grandes alegrías del fin de semana, porque contamos con el lujo de que fuera oficiada por el Padre Agustín de La Vega que estaba de paso por Barcelona. Después de varios años en esta ciudad, el Padre Agustín, uno de los hombres que más admiro y de quien ya os he hablado en otras ocasiones, fue destinado a Madrid, donde trabaja con sacerdotes diocesanos. Por cierto, que acaba de lanzar una página Web estupenda: www.alterchristus.org.

Como siempre, su homilía no tuvo desperdicio. El Padre Agustín explicó, refiriéndose a la Primera Lectura, el poder de la oración. Cuando Moisés levantaba las manos, vencía Israel; pero cuando las bajaba, ganaba Amalec.

-Vamos- comentó el Padre, -que la oración no sólo acabó dando la victoria definitiva a los israelitas, sino que en el proceso, Moisés inventó el mando a distancia mientras subía y bajaba las manos, en una batalla digna de la Wii.

También el Padre, explicando el Evangelio, puso un énfasis especial en la necesidad de pedir, como la viuda al juez: Dios siempre escucha y nos da aquello que sabe que es bueno para nosotros, pero quiere que le pidamos…

¡Y vaya si Dios sabe!

Montse, mi hermana, y su marido, David, viven en México, donde han adoptado dos niños preciosos. Este año, presentaron la solicitud de un tercer hijo, pero tuvieron todo tipo de negativas. Montse nos pidió que rezáramos. Así que, en casa, Nuria y María organizaron una campaña de oración para que llegara ese ansiado pequeñuelo.

El viernes, Montse nos comentó que, al fin, su solicitud había sido formalmente aceptada. El sábado, menos de 24 horas después, les llamaron para que fueran a recoger a José Ignacio: mi nuevo sobrino.

“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis” como hicieron, en el caso de José Ignacio, Montse, David y tantos que se unieron a sus oraciones o como hizo Nuria, con su padre terrenal, para conseguir unas botas rojas.