¿Qué pintan los obispos en la Iglesia?
En cuanto a pintar, lo que se dice pintar, como ciudadanos, nada. Pintamos ni más ni menos que cualquier otro ciudadano. Los mismos derechos y los mismos deberes. Cuestión distinta es si tenemos los mismos derechos y deberes que tienen los laicos dentro de la comunidad cristiana, o mejor, si los laicos tienen los mismos derechos y deberes que los obispos.
Es corriente oír decir que cada vez son menos los que nos siguen; más bien, habría que decir si son menos los que sigue a Jesús de Nazaret. No llego a comprender en qué consiste eso de no seguir a los obispos y seguir a Jesús de Nazaret si se quiere permanecer en la comunión eclesial. Porque si no siguen a los obispos ¿a quién siguen? ¿a Jesús? ¿Cómo?
También suele decirse que se va perdiendo el fervor cristiano y la ilusión en el seguimiento de Cristo. No faltan quienes echan la culpa a los obispos. Es cierto que también somos culpables pero no creo que seamos los únicos culpables.
¿No habrá que repartir las culpas? Lo cierto es que entre unos y otros estamos contribuyendo al bajón de los criterios evangélicos que se va extendiendo cada vez más en la sociedad.
¿No será también culpable el estilo moderno de vivir, puramente materialista y laicista que nos está afectando a todos?
¿No será culpa, además de los obispos, también de los sacerdotes y consagrados que hemos bajado en la vivencia personal de los valores evangélicos y de la comunión eclesial?
¿No seremos todos responsables al estar buscando vivir con la máxima comodidad posible?
¿No serán responsables también las ideologías que van imponiendo su ley implacablemente en cuanto a criterios de vida al margen del criterio del seguimiento de Jesús en la cruz?
¿No lo será también el ateísmo que se está fomentando en el ambiente y que repercute negativamente en el aprecio de los valores no sólo cristianos sino, incluso, religiosos?
¿No lo serán quienes tienen afán de protagonismo dentro de la Iglesia, e inician caminos de renovación al margen de la cruz del Señor, y teniéndose por profetas, culpan de todos los males de la Iglesia a quienes no piensan como ellos?
¿Sólo los obispos son los únicos culpables de todos los males que aquejan a nuestra Iglesia y a nuestro mundo? No, por favor. Aceptemos todos nuestras responsabilidades
Ni todos los obispos somos santos ni, mucho menos, nos creemos los únicos santos. Esto lo puede comprobar cualquiera que se acerque a nosotros. Sencillamente, queremos ser responsables y somos conscientes de que no es fácil dentro de esta sociedad, acertar en el camino a seguir dentro del clima que nos envuelve a todos. Porque ante hechos incompatibles con nuestra fe y moral, y que algunos tratan de justificar apelando a la conciencia de cada uno, cuando preguntan de parte de quién estaría Cristo si volviese, la respuesta correcta es que estaría de parte de la verdad y que acogería con toda el alma al pecador; como acogió a la adúltera, a la que no condenó, pero a la que le dijo: no peques más.
No vale decir si Cristo volviese... porque ya vino y se quedó para siempre; no es que tenga que volver; está presente entre nosotros y nos está invitando siempre a vivir en la verdad, verdad que nadie tiene derecho a desvirtuar. Y si queremos que triunfe la verdad, tanto la de Dios como la del hombre, cada uno de nosotros debemos vivir en ella y de ella. ¿La estamos viviendo?
Si uno busca la justicia en el mundo no la puede buscar con sinceridad si no la busca en su propia vida personal. Si busca la libertad ¿cómo puede buscarla sinceramente si no intenta ser libre de todo lo que puede esclavizarle que, en realidad, es el pecado en sus distintas formas? Y si uno busca la caridad, ¿cómo la puede encontrar sin actuar como el buen samaritano?
Y bajando a situaciones concretas en nuestra sociedad, si el principal derecho de la persona es el derecho a la vida ¿cómo estar de brazos cruzados ante el aborto y la eutanasia que van avanzando en el camino de legalidad en nuestra sociedad?
Y si se busca el derecho, ¿cómo no estar a favor de los derechos de los padres a que sus hijos reciban la formación moral y religiosa que se imparte en los colegios?
Y si se busca la regeneración de la familia como ámbito en que se reciba la fe y la formación, ¿cómo no estar a favor del matrimonio estable entre un hombre y una mujer, rechazando las leyes que destruyen la familia al equiparar el matrimonio a cualquier unión y privándolo de su estabilidad?
Y si los obispos estamos en la actualidad defendiendo esos valores, ¿por qué se nos acusa de estar obsesionados por lo sexual?
¿Son obsesiones sexuales todo esto que acabamos de apuntar? Pero aparte de que no lo son, ¿no es también un problema grave que tenemos planteado, el hecho de que la castidad, virtud cristiana y humana, en la actualidad está por los suelos?
Ante estos hechos ¿no tenemos los obispos nada que decir?
Concretamente, ¿somos conscientes de que dar el derecho concedido a las madres aunque sean menores de edad, de romper la vida del hijo que se está desarrollando en su seno, no es raíz de otros muchos males?
¿No tiene nada que ver con abortos provocados, con vidas rotas de muchas jovencitas y de no tan jovencitas, con niños abandonados? Cierto que siempre ha habido casos de éstos y los seguirá habiendo, pero es deber de los obispos seguir hablando de ello; quizá más que polarizados, creo que no hablamos lo suficiente; también es posible que niños y jóvenes apenas oigan hablar de la importancia de la virtud de la castidad. Por eso, acabo con la misma pregunta del título: ¿Qué pintan los obispos en la Iglesia?
José Gea
Es corriente oír decir que cada vez son menos los que nos siguen; más bien, habría que decir si son menos los que sigue a Jesús de Nazaret. No llego a comprender en qué consiste eso de no seguir a los obispos y seguir a Jesús de Nazaret si se quiere permanecer en la comunión eclesial. Porque si no siguen a los obispos ¿a quién siguen? ¿a Jesús? ¿Cómo?
También suele decirse que se va perdiendo el fervor cristiano y la ilusión en el seguimiento de Cristo. No faltan quienes echan la culpa a los obispos. Es cierto que también somos culpables pero no creo que seamos los únicos culpables.
¿No habrá que repartir las culpas? Lo cierto es que entre unos y otros estamos contribuyendo al bajón de los criterios evangélicos que se va extendiendo cada vez más en la sociedad.
¿No será también culpable el estilo moderno de vivir, puramente materialista y laicista que nos está afectando a todos?
¿No será culpa, además de los obispos, también de los sacerdotes y consagrados que hemos bajado en la vivencia personal de los valores evangélicos y de la comunión eclesial?
¿No seremos todos responsables al estar buscando vivir con la máxima comodidad posible?
¿No serán responsables también las ideologías que van imponiendo su ley implacablemente en cuanto a criterios de vida al margen del criterio del seguimiento de Jesús en la cruz?
¿No lo será también el ateísmo que se está fomentando en el ambiente y que repercute negativamente en el aprecio de los valores no sólo cristianos sino, incluso, religiosos?
¿No lo serán quienes tienen afán de protagonismo dentro de la Iglesia, e inician caminos de renovación al margen de la cruz del Señor, y teniéndose por profetas, culpan de todos los males de la Iglesia a quienes no piensan como ellos?
¿Sólo los obispos son los únicos culpables de todos los males que aquejan a nuestra Iglesia y a nuestro mundo? No, por favor. Aceptemos todos nuestras responsabilidades
Ni todos los obispos somos santos ni, mucho menos, nos creemos los únicos santos. Esto lo puede comprobar cualquiera que se acerque a nosotros. Sencillamente, queremos ser responsables y somos conscientes de que no es fácil dentro de esta sociedad, acertar en el camino a seguir dentro del clima que nos envuelve a todos. Porque ante hechos incompatibles con nuestra fe y moral, y que algunos tratan de justificar apelando a la conciencia de cada uno, cuando preguntan de parte de quién estaría Cristo si volviese, la respuesta correcta es que estaría de parte de la verdad y que acogería con toda el alma al pecador; como acogió a la adúltera, a la que no condenó, pero a la que le dijo: no peques más.
No vale decir si Cristo volviese... porque ya vino y se quedó para siempre; no es que tenga que volver; está presente entre nosotros y nos está invitando siempre a vivir en la verdad, verdad que nadie tiene derecho a desvirtuar. Y si queremos que triunfe la verdad, tanto la de Dios como la del hombre, cada uno de nosotros debemos vivir en ella y de ella. ¿La estamos viviendo?
Si uno busca la justicia en el mundo no la puede buscar con sinceridad si no la busca en su propia vida personal. Si busca la libertad ¿cómo puede buscarla sinceramente si no intenta ser libre de todo lo que puede esclavizarle que, en realidad, es el pecado en sus distintas formas? Y si uno busca la caridad, ¿cómo la puede encontrar sin actuar como el buen samaritano?
Y bajando a situaciones concretas en nuestra sociedad, si el principal derecho de la persona es el derecho a la vida ¿cómo estar de brazos cruzados ante el aborto y la eutanasia que van avanzando en el camino de legalidad en nuestra sociedad?
Y si se busca el derecho, ¿cómo no estar a favor de los derechos de los padres a que sus hijos reciban la formación moral y religiosa que se imparte en los colegios?
Y si se busca la regeneración de la familia como ámbito en que se reciba la fe y la formación, ¿cómo no estar a favor del matrimonio estable entre un hombre y una mujer, rechazando las leyes que destruyen la familia al equiparar el matrimonio a cualquier unión y privándolo de su estabilidad?
Y si los obispos estamos en la actualidad defendiendo esos valores, ¿por qué se nos acusa de estar obsesionados por lo sexual?
¿Son obsesiones sexuales todo esto que acabamos de apuntar? Pero aparte de que no lo son, ¿no es también un problema grave que tenemos planteado, el hecho de que la castidad, virtud cristiana y humana, en la actualidad está por los suelos?
Ante estos hechos ¿no tenemos los obispos nada que decir?
Concretamente, ¿somos conscientes de que dar el derecho concedido a las madres aunque sean menores de edad, de romper la vida del hijo que se está desarrollando en su seno, no es raíz de otros muchos males?
¿No tiene nada que ver con abortos provocados, con vidas rotas de muchas jovencitas y de no tan jovencitas, con niños abandonados? Cierto que siempre ha habido casos de éstos y los seguirá habiendo, pero es deber de los obispos seguir hablando de ello; quizá más que polarizados, creo que no hablamos lo suficiente; también es posible que niños y jóvenes apenas oigan hablar de la importancia de la virtud de la castidad. Por eso, acabo con la misma pregunta del título: ¿Qué pintan los obispos en la Iglesia?
José Gea
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