Jueves, 21 de noviembre de 2024

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¿Por qué ir a la iglesia si Dios está en todas partes?

por José Gea Escolano

Efectivamente, está en todas partes. Pero al adorar, al darle gracias, al hablar con El, nos dirigimos al interior de nosotros mismos. A Dios lo llevamos dentro. En nuestro interior es donde verdaderamente nos podemos encontrar con El. Por eso en cualquier parte podemos adorar en espíritu y en verdad, como dijo Jesús. Todo lo externo es sólo una ayuda para quien vibra ante Dios.

En el Antiguo Testamento, el templo era considerado como la casa en la que habitaba Dios. Pero Jesús cambia la concepción del templo y lo interioriza. El templo de Dios somos nosotros; es propiamente en nuestro interior dónde habita Dios y donde le damos culto de adoración.

Hay quien vive con tal intensidad el amor de Dios que piensa en El constantemente, esté donde esté; hay también quienes necesitan de un cierto ambiente de silencio para poder escucharle y centrarse en El; a esto puede ayudar el templo. En el estudio sucede algo parecido; hay quien es capaz de estudiar hasta con música pop y hay quien se distrae al menor ruido. Hay quien es capaz de hacer de todo el mundo un templo y hay quien es incapaz de concentrarse en oración aunque visite todos los templos del mundo.

En este sentido de ayuda y de facilitar nuestra concentración para estar pendientes de Dios, hay que ver la razón de que tengamos templos.

Indudablemente Un templo bien ambientado puede ayudar al recogimiento dentro de nosotros mismos para centrarnos en el Señor durante el tiempo que podamos permanecer en él. El ambiente de silencio ayuda a crear el silencio en nuestro interior para poder escuchar a Dios. La presencia de Jesús en la eucaristía, qué duda cabe que nos ayuda a ir descubriendo su amor de amigo que se ha entregado por todos nosotros. Lo mismo podemos decir de la decoración y de las imágenes. Son ayudas que solamente son eficaces en la medida en que haya en nuestro interior un deseo de encontrarnos con Dios dentro de nosotros mismos para adorarle y para dialogar con El.

Por otra parte, nuestros templos son el lugar donde se reúne la comunidad cristiana para escuchar la palabra y celebrar los sacramentos, especialmente la eucaristía. Y en este sentido, sí que es importante frecuentar el templo, no por la ambientación que nos pueda ofrecer y que podemos encontrar en otra parte, sino por ser todos nosotros miembros de la Iglesia y por ser allí donde la Iglesia, como familia de los hijos de Dios, se reúne y se va forjando alrededor, de la eucaristía.

Ir al templo, en este sentido, viene a ser algo así como acudir a la casa paterna cuando todos los hermanos se reúnen en ella con el padre. Se acude para estar y sentirse en familia. Y se acude especialmente cuando tienen dificultades, o están realizando juntos algún proyecto, o cuando necesitan mantenerse unidos ante peligros de división que van surgiendo, o cuando se sienten perseguidos o rechazados precisamente por ser miembros de su propia familia.

Al reunimos junto al Señor, somos conscientes de la dificultad que entraña ser fieles a nuestras raíces familiares como hijos de nuestro Padre Dios. El nos anima con su palabra y nos fortalece con el alimento del cuerpo de Jesús. Se van estrechando los lazos familiares y nos vamos sintiendo cada vez más cerca del Padre y más unidos a los hermanos. Se está forjando la Iglesia como comunidad.

Y si bien es cierto que puede haber causas por las que uno pueda dejar de asistir a las reuniones comunitarias, no lo es menos que uno debe - asistir a ellas para expresar públicamente su fe y para ayudar a los hermanos a expresarla porque la Iglesia no es algo puramente privado, sino que es comunidad visible y espiritual al mismo tiempo: como la familia.

El templo, tanto como ayuda a la oración personal como lugar donde se reúne la comunidad cristiana, está en función de la oración, es decir, para que estemos pendien­tes de Dios siempre y en todas partes. Esto es lo importante: que nos acostumbremos a ver a Dios en todas partes para que toda nuestra vida se convierta en oración y para que todo el mundo se convierta en un templo.
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