Domingo, 22 de diciembre de 2024

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What crisis?

por Guillermo Urbizu


Pues es fácil de diagnosticar. Usted va a la compra e intenta comprar fruta, por ejemplo. O mejor. Firma su nómina a final de mes y se da cuenta que ganando más que hace medio año le llega hasta el día 20, poco más o menos. Y venga a recurrir a padres y demás familiares. Venga a escribir como un galeote. Los pocos ahorros que había en el banco cubrirán agujeros hasta septiembre u octubre, como mucho. ¿Y después? En una familia no cabe la suspensión de pagos. Cabe la supresión de caprichos (ni chuches, ni prensa, ni cine, ni más rebajas). Te das cuenta de la cantidad de supuestas necesidades que te has ido creando. ¿Bebidas isotónicas? Agua del grifo. ¿Teléfonos móviles? Ni una llamada, y si esto sigue así volveremos al fijo de toda la vida. ¿Un aperitivo? No, gracias, me quita el apetito. Y ni un libro más, lo siento, habrá que releer, o leer los no leídos (dentro de nada hay que pagar una fortuna por los de los colegios). Y donde esté un buen abanico que se quite el aire acondicionado. Y desde luego el coche pasará mucho más tiempo en el garaje. Si es que sigo pagando el garaje. ¿Vacaciones? Vamos a dar la vuelta al mundo en el exótico pueblo de mis abuelos.

 Y con todo, cada vez que se habla de crisis, lo primero que me viene a la cabeza no es la carencia de dinero, los precios desorbitados, el rifirrafe de la bolsa o el desastre de la gerencia del Estado. O que los escotes se acentúan y las faldas menguan. La palabra crisis la asocio inmediatamente al alma. Y después a la hambruna intelectual que padecemos. Sí, alma. ¿Que choca decir algo así, que desentonas, que te etiquetan? Pensemos un momento. ¿Qué esperabas? No hay que ser iluso. ¿Y qué es lo que queremos? Ser felices. Pues entonces hay que poner patas arriba las mentiras que nos ofrecen y llevar a sus ultimas consecuencias nuestra creencia. Con exigencia y claridad. Con buena prosa y sin ceder a la adulteración de la verdad. Que digan. Pero yo también digo lo que me da la gana. Y las almas están enfermas de retruécanos y especulaciones, de desengaños y cizaña. What crisis? Lo voy a escribir muy claro, para que nadie se tropiece con las palabras: las almas no podemos vivir sin el amor de Dios. Esa es la verdad desnuda que nos demuda el rostro y que intentamos camuflar de mil formas (desde el acaparamiento de cosas hasta la blasfemia). Pero ni la demagogia ni el iPhone 4 podrán llenar ese vacío. Y lo sabemos.
 
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