Benedicto XVI en Gran Bretaña: aspectos mediáticos y puntos esenciales de sus discursos
The Daily Telegraph reconoció el fenómeno Ratzinger en una editorial que decía: "Ha ocurrido algo inesperado: el público británico escucha con curiosidad y respeto genuino al Papa. Católicos y no católicos reconocen que el líder espiritual más influyente del mundo está aquí para dar un mensaje no sólo al Reino Unido, sino también a una audiencia internacional. […] Sus puntos de vista, contrario a las predicciones de muchos comentaristas, no caen en saco roto".
Imposible mentir. Las imágenes los decían todo. Y lo que decían las imágenes era que miles de personas se congregaron por horas en torno a los lugares que visitaría o por los que pasaría Benedicto XVI para verlo y estarle cercanos.
Incluso el tan “temido” reportaje televisivo de la BBC sobre el tema de los abusos no fue precisamente tal. Y es que, a diferencia de otras emisiones de esta misma cadena, esta vez mostró opiniones contrapuestas, es decir, no sólo “ataques” contra la Iglesia sino incluso la voz y acción de la misma Iglesia contra la pederastia.
Las noticias referentes al Papa ocuparon unánimemente las portadas de periódicos, portales, radios y televisiones del Reino Unido. Durante los días de la visita, un sencillo ejercicio de acceso a websites ordinariamente hostiles, como el de The Guardian (que no es precisamente la panacea de la fe cristiana), ponía de manifiesto en la red lo que ya en las calles sucedía: los lectores deseaban saber acerca de la actividad y palabras del ilustre huésped católico.
La particular importancia y trascendencia de los medios del Reino Unido –una realidad que reconoce Benedicto XVI– quedó evidenciada en una parte del discurso durante el encuentro con la reina Isabel en el palacio escocés de Holyroodhouse: “[…] Dado que sus opiniones tienen una audiencia tan amplia, los medios de comunicación británicos tienen una responsabilidad más grave que la mayoría y una mayor oportunidad para promover la paz de las naciones, el desarrollo integral de los pueblos y la difusión de los auténticos derechos humanos”.
El tema de los medios de comunicación fue uno de los puntos abordados en los diferentes encuentros y discursos, pero no fue el único ni el central. Ya en la entrevista a los periodistas durante el vuelo de Roma a Gasglow quedaron sobre la mesa las líneas esenciales a tratar y las motivaciones fundamentales de este viaje de Estado y apostólico de Benedicto XVI, el segundo de un Papa, a 28 años de la histórica visita de Juan Pablo II, en 1982.
Se puede decir que los cuatro días de estancia del Vicario de Cristo en las islas británicas se desarrollaron en cuatro círculos o etapas: 1) el encuentro con el mundo secular, 2) el encuentro con los líderes de religiones no cristianas, 3) el encuentro con los líderes cristianos, especialmente anglicanos –en el marco ecuménico–, y 4) el encuentro con los católicos que en el país visitado superan los cinco millones, de entre una población de 59 millones de habitantes.
1. El encuentro con el mundo secular: la religión, garantía de libertad y respeto
Posiblemente fue el momento más esperado por el mundo político (estuvieron presentes la mayoría de los miembros de las dos Cámaras del Parlamento), diplomático e intelectual inglés. La presencia de más de 1,800 personas, entre las que se encontraban antiguos premier como Margaret Thatcher, John Major, Tony Blair y Gordon Brown, puso de manifiesto la trascendencia del discurso del viernes 17 de septiembre.
Westminster Hall, la sala donde en 1535 fuera condenado a muerte santo Tomás Moro, fue el lugar donde Benedicto XVI reflexionó sobre el lugar apropiado de las creencias religiosas en el proceso político.
Partiendo del dilema de Tomás Moro, el Papa fue a la cuestión de la fundamentación ética de la vida civil y de las deliberaciones políticas:
“[…] Las cuestiones fundamentales en juego en la causa de Tomás Moro continúan presentándose hoy en términos que varían según las nuevas condiciones sociales. Cada generación, al tratar de progresar en el bien común, debe replantearse: ¿Qué exigencias pueden imponer los gobiernos a los ciudadanos de manera razonable? Y ¿qué alcance pueden tener? ¿En nombre de qué autoridad pueden resolverse los dilemas morales? Estas cuestiones nos conducen directamente a la fundamentación ética de la vida civil. Si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí reside el verdadero desafío para la democracia”.
A continuación remarcó el papel de la religión en el debate político:
“Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos. Este papel “corrector” de la religión respecto a la razón no siempre ha sido bienvenido, en parte debido a expresiones deformadas de la religión, tales como el sectarismo y el fundamentalismo, que pueden ser percibidas como generadoras de serios problemas sociales. […] Dichas distorsiones de la religión surgen cuando se presta una atención insuficiente al papel purificador y vertebrador de la razón respecto a la religión. Se trata de un proceso en doble sentido. Sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede ser también presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad de la persona humana. Después de todo, dicho abuso de la razón fue lo que provocó la trata de esclavos en primer lugar y otros muchos males sociales, en particular la difusión de las ideologías totalitarias del siglo XX. […] El mundo de la razón y el mundo de la fe —el mundo de la racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas— necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización. En otras palabras, la religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional”.
En ese contexto, el Sumo Pontífice manifestó su preocupación por la creciente marginación del cristianismo con gestos concretos como la supresión de fiestas como la Navidad y el intento de relegar la fe de la vida pública: “Son signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no sólo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino también del legítimo papel de la religión en la vida pública”, dijo el Papa, para posteriormente hacer un llamamiento para “reconocer la contribución vital que la religión ha brindado y puede seguir brindando a la vida de la nación”.
En el marco del encuentro con el mundo político, destaca también el encuentro de Benedicto XVI con el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, el viceprimer ministro, Peter Clegg y con el líder de la oposición en funciones, Harriet Harman, del 18 de septiembre, momentos antes de la misa en la catedral católica de Westminster.
2. El encuentro con los líderes de religiones no cristianas: diálogo y colaboración entre religiones
Otro momento importante en este viaje de Benedicto XVI fue el encuentro con líderes de religiones no cristianas, concretamente de las confesiones judía, musulmana, hindúes y sikh en el Waldegrave Drawing Room del Colegio Universitario de Santa María de Twickenham, el viernes 17 de septiembre. En ese encuentro el Santo Padre habló de “la presencia de creyentes comprometidos en diversos ámbitos de la vida social y económica”, lo que pone en evidencia que “la dimensión espiritual es fundamental en nuestra identidad como seres humanos”. Posteriormente habló sobre el diálogo interreligioso.
Fue también en este discurso donde Benedicto XVI ofreció unas palabras que bien podrían haber válido como respuesta al tan anunciado libro de Stephen Hawking:
“[…] Las ciencias humanas y naturales nos proporcionan unos conocimientos asombrosos sobre algunos aspectos de nuestra existencia y enriquecen nuestra comprensión sobre el funcionamiento del universo físico, y de esta manera se pueden aprovechar para el mayor beneficio de la familia humana. Aun así, estas disciplinas no dan, ni pueden, una respuesta a la pregunta fundamental, porque su campo de acción es otro. No pueden satisfacer los deseos más profundos del corazón del hombre; no pueden explicar plenamente nuestro origen y nuestro destino, por qué y para qué existimos; ni siquiera pueden darnos una respuesta exhaustiva a la pregunta: “¿Por qué existe algo en vez de nada?”.
Refiriéndose al diálogo interreligioso señaló que éste, para que sea fecundo, implica reciprocidad tanto entre quienes dialogan como en los seguidores de las religiones. Posteriormente expresó la necesidad de libertad religiosa.
3. El encuentro con líderes cristianos (no católicos)
La dimensión ecuménica del viaje apostólica de Benedicto XVI era un punto ineludible. El Papa viajó a un país confesionalmente anglicano y, de hecho, su primer encuentro fue con la gobernadora de la iglesia de Inglaterra, la reina Isabel II, ante quien resaltó las raíces comunes de fe.
En este viaje también han quedado de manifiesto que las reminiscencias del prejuicio anti católico son cada vez más reducidas. De ahí la cercanía y acogida del Primado de la iglesia anglicana, Rowan Williams, respecto al sucesor de Pedro.
El 17 de septiembre el Papa visitó a Rowan Williams en el Lambeth Palace, sede del arzobispo anglicano de Canterbury y depósito bibliotecario con un acervo de más de 120.000 libros sobre la historia política, social y económica de las naciones de lengua inglesa.
La iglesia anglicana (iglesia de Inglaterra, a la que pertenece nominalmente el 43% de la población actual) se separó de la comunión con Roma en 1553.
En el discurso pronunciado por Benedicto XVI destacaron la sinceridad y realismo de sus palabras: “[…] la Iglesia está llamada a ser inclusiva, pero nunca a expensas de la verdad cristiana. En esto radica el dilema que afrontan cuantos están sinceramente comprometidos con el camino ecuménico”.
Y durante la celebración ecuménica en la abadía de Westminster, del mismo 17 de septiembre, el Vicario de Cristo enfatizó en qué consiste la unidad buscada: “[…] La unidad de la Iglesia jamás puede ser otra cosa que la unidad en la fe apostólica, en la fe confiada a cada nuevo miembro del Cuerpo de Cristo durante el rito del Bautismo”, para agregar a continuación: “[…] Debemos reconocer los retos a que nos enfrentamos, no sólo en el camino de la unidad de los cristianos, sino también en nuestra tarea de anunciar a Cristo en nuestros días. La fidelidad a la palabra de Dios, precisamente porque es una palabra verdadera, nos exige una obediencia que nos lleve juntos a una comprensión más profunda de la voluntad del Señor, una obediencia que debe estar libre de conformismo intelectual o acomodación fácil a las modas del momento”.
La abadía de Westminster (cuyo nombre completo es Iglesia colegiata de San Pedro en Westminster, y que data del siglo VIII) es el lugar donde desde 1066 se corona y sepulta a los reyes británicos. Con el Acto de Supremacía de Enrique VIII la abadía originalmente benedictina pasó a convertirse en catedral anglicana.
4. El encuentro con los católicos
El deseo de confirmar a los católicos en su fe ha sido y sigue siendo la motivación fundamental de los viajes de Benedicto XVI: “Vengo como heraldo de la paz a confirmaros en la fe de Pedro”, dijo en su primera homilía, en Escocia. Y en el discurso de despedida del domingo 19 de septiembre lo volvió a remarcar: “Mi visita ha estado dirigida de un modo especial a los católicos del Reino Unido”.
En todas las homilías y discursos el Papa tocó temas esenciales para la vida y misión de la Iglesia católica en Gran Bretaña. Destacan los que se enuncian a continuación.
El tema de los abusos. Uno de los logros de este viaje es haber superado pastoral y mediáticamente el tema de los abusos al afrontarlos con sumo acierto.
Lo hizo mediáticamente y de un modo personalísimo el mismo Benedicto XVI desde que ofreció su respuesta en la entrevista que le hicieron los periodistas durante el vuelo rumbo a Escocia: “[…] Estas revelaciones han sido para mí un shock, son una gran tristeza”. Y pastoralmente también abordó la cuestión en dos momentos: a) al recibir en la nunciatura apostólica de Londres, el 18 de septiembre, a un grupo de víctimas (lo que no estaba previsto) y b) durante una parte de la homilía del mismo día en la catedral católica de Westminster:
"Pienso también en el inmenso sufrimiento causado por el abuso de menores, especialmente por los ministros de la Iglesia. Por encima de todo, quiero manifestar mi profundo pesar a las víctimas inocentes de estos crímenes atroces, junto con mi esperanza de que el poder de la gracia de Cristo, su sacrificio de reconciliación, traiga la curación profunda y la paz a sus vidas. Asimismo, reconozco con vosotros la vergüenza y la humillación que todos hemos sufrido a causa de estos pecados; y os invito a presentarlas al Señor, confiando que este castigo contribuirá a la sanación de las víctimas, a la purificación de la Iglesia y a la renovación de su inveterado compromiso con la educación y la atención de los jóvenes. Agradezco los esfuerzos realizados para afrontar este problema de manera responsable, y os pido a todos que os preocupéis de las víctimas y os compadezcáis de vuestros sacerdotes".
El 18 de septiembre también dio un breve discurso a los encargados de la prevención de abusos de menores en ámbitos eclesiales, destacando los esfuerzos de la Iglesia en este campo, especialmente en los últimos diez años. El 19 de septiembre, en el encuentro con los obispos de Gales, Inglaterra y Escocia volvió a tocar el tema, reconociendo que los abusos han socavado “gravemente la credibilidad moral de los pastores de la Iglesia”. Ahí mismo remarcó la toma de conciencia sobre el alcance del abuso de menores en la sociedad y señaló una manera concreta como la Iglesia podría ayudar ahora: “¿qué mejor manera podría haber de reparar estos pecados que acercarse, con un espíritu humilde de compasión, a los niños que siguen sufriendo abusos en otros lugares? Nuestro deber de cuidar a los jóvenes no exige menos”.
Con obispos. El encuentro del domingo 19 de septiembre con los obispos de Inglaterra, Gales y Escocia, en la capilla del Francis Martin House del Oscon College, en Birmingham, supuso la oportunidad para que el Papa ponderara el reto que tienen los pastores de anunciar nuevamente el Evangelio “en un ambiente muy secularizado (sic)”. Para el cumplimiento de este objetivo les recordó la ayuda que podría prestarles el Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, de reciente creación.
Los otros dos temas de importancia fue la inminente publicación de la nueva traducción del Misal Romano, considerándola “oportunidad […] para una catequesis más profunda sobre la Eucaristía”. Por último, el Obispo de Roma invitó a sus hermanos obispos a “ser generosos en la aplicación de la Constitución Apostólica Anglicanorum Coetibus”.
Eucaristía y otras cuestiones de fe. La homilía en la catedral católica de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, en Westminster, el obispo de Roma repasó algunas cuestiones esenciales de fe como la centralidad de la Eucaristía y la presencia real de Cristo en ella (verdad no aceptada por los anglicanos): “Fiel al mandato de Cristo de "hacer esto en memoria mía" (Lc 22,19), la Iglesia en todo tiempo y lugar celebra la Eucaristía […] La realidad del sacrificio eucarístico ha estado siempre en el corazón de la fe católica; cuestionada en el siglo XVI, fue solemnemente reafirmada en el Concilio de Trento en el contexto de nuestra justificación en Cristo. Aquí en Inglaterra, como sabemos, hubo muchos que defendieron incondicionalmente la Misa, a menudo a un precio costoso, incrementando la devoción a la Santísima Eucaristía, que ha sido un sello distintivo del catolicismo en estas tierras”.
Palabras a los jóvenes. Los jóvenes católicos fueron destinatarios particulares del mensaje del Papa en este viaje apostólico. Destacaron las exhortaciones a llevar una vida digna de Dios y de ellos mismos como las que les dijo en la homilía del 16 de septiembre en el Bellahouston Park de Glasgow:
“Hay muchas tentaciones que debéis afrontar cada día —droga, dinero, sexo, pornografía, alcohol— y que el mundo os dice que os darán felicidad, cuando, en verdad, estas cosas son destructivas y crean división. Sólo una cosa permanece: el amor personal de Jesús por cada uno de vosotros. Buscadlo, conocedlo y amadlo, y él os liberará de la esclavitud de la existencia deslumbrante, pero superficial, que propone frecuentemente la sociedad actual. Dejad de lado todo lo que es indigno y descubrid vuestra propia dignidad como hijos de Dios”.
Al final de la misa en el Bellahouston Park, Joseph Ratzinger tuvo el noble gesto de confortar a Anton McManus, un niño escocés de nueve años, quien padece cáncer.
Pero quizá fue el discurso a los alumnos de escuelas católicas, pronunciado en el Colegio Universitario de Santa María, el más cercano y directo. Ahí les habló de la santidad expresándoles también un augurio: “Espero que, entre quienes me escucháis hoy, esté alguno de los futuros santos del siglo XXI”.
Y posteriormente regaló una reflexión en voz alta sobre la fama para explicar en qué consistía la santidad y felicidad verdaderas que les proponía:
“Vivimos en una cultura de la fama, y a menudo se alienta a los jóvenes a modelarse según las figuras del mundo del deporte o del entretenimiento. Os pregunto: ¿Cuáles son las cualidades que veis en otros y que más os gustarían para vosotros? ¿Qué tipo de persona os gustaría ser de verdad? Cuando os invito a ser santos, os pido que no os conforméis con ser de segunda fila. Os pido que no persigáis una meta limitada y que ignoréis las demás. Tener dinero posibilita ser generoso y hacer el bien en el mundo, pero, por sí mismo, no es suficiente para haceros felices. Estar altamente cualificado en determinada actividad o profesión es bueno, pero esto no os llenará de satisfacción a menos que aspiremos a algo más grande aún. Llegar a la fama, no nos hace felices. La felicidad es algo que todos quieren, pero una de las mayores tragedias de este mundo es que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados. La clave para esto es muy sencilla: la verdadera felicidad se encuentra en Dios. Necesitamos tener el valor de poner nuestras esperanzas más profundas solamente en Dios, no en el dinero, la carrera, el éxito mundano o en nuestras relaciones personales, sino en Dios. Sólo él puede satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón. Dios no solamente nos ama con una profundidad e intensidad que difícilmente podremos llegar a comprender, sino que, además, nos invita a responder a su amor. Todos sabéis lo que sucede cuando encontráis a alguien interesante y atractivo, y queréis ser amigo suyo. Siempre esperáis resultar interesantes y atractivos, y que deseen ser vuestros amigos. Dios quiere vuestra amistad. Y cuando comenzáis a ser amigos de Dios, todo en la vida empieza a cambiar. A medida que lo vais conociendo mejor, percibís el deseo de reflejar algo de su infinita bondad en vuestra propia vida. Os atrae la práctica de las virtudes. Comenzáis a ver la avaricia y el egoísmo y tantos otros pecados como lo que realmente son, tendencias destructivas y peligrosas que causan profundo sufrimiento y un gran daño, y deseáis evitar caer en esas trampas. Empezáis a sentir compasión por la gente con dificultades y ansiáis hacer algo por ayudarles. Queréis prestar ayuda a los pobres y hambrientos, consolar a los tristes, deseáis ser amables y generosos. Cuando todo esto comience a sucederos, estáis en camino hacia la santidad”.
Al finalizar la misa en la catedral católica de Westminster, el Sumo Pontífice saludó a miles de jóvenes apostados a las afueras del recinto. Ahí les invito al amor hecho oración que precisa del silencio:
“Hemos sido creados para recibir amor, y así ha sido. Todos los días debemos agradecer a Dios el amor que ya hemos conocido, el amor que nos ha hecho quienes somos, el amor que nos ha mostrado lo que es verdaderamente importante en la vida. […] Hemos sido creados también para dar amor, para hacer de él la fuente de cuanto realizamos y lo más perdurable de nuestras vidas. […] Dar amor, amor puro y generoso, es el fruto de una decisión diaria. Cada día hemos de optar por amar, y esto requiere ayuda, la ayuda que viene de Cristo, de la oración y de la sabiduría que se encuentra en su palabra, y de la gracia que Él nos otorga en los sacramentos de su Iglesia. […]En lo profundo de vuestro corazón, os llama a dedicarle tiempo en la oración. Pero este tipo de oración, la verdadera oración, requiere disciplina; requiere buscar momentos de silencio cada día. A menudo significa esperar a que el Señor hable. Incluso en medio del "ajetreo" y las presiones de nuestra vida cotidiana, necesitamos espacios de silencio, porque en el silencio encontramos a Dios, y en el silencio descubrimos nuestro verdadero ser. Y al descubrir nuestro verdadero yo, descubrimos la vocación particular a la cual Dios nos llama para la edificación de su Iglesia y la redención de nuestro mundo”.
También les habló sin miramientos de la vocación. En la vigilia en Hyde Park del 18 de septiembre les habló directamente: jóvenes “…Dejad que su voz resuene en lo más profundo de vuestro corazón: incluso ahora mismo, su corazón está hablando a vuestro corazón […] Preguntadle al Señor lo que desea de vosotros. Pedidle la generosidad de decir sí. No tengáis miedo a entregaros completamente a Jesús. Él os dará la gracia que necesitáis para acoger su llamada”.
Educación. Fue en Escocia donde el Santo Padre abordó el tema de la educación. Lo hizo al ponderar la misión del maestro, de quien dijo que “No es sencillamente comunicar información o proporcionar capacitación en unas habilidades orientadas al beneficio económico de la sociedad; la educación no es y nunca debe considerarse como algo meramente utilitario. Se trata de la formación de la persona humana, preparándola para vivir en plenitud. […] Se trata de impartir sabiduría”.
Refiriéndose a la presencia de religiosos en los colegios, Benedicto XVI enfatizó que son “[…] Un signo que recuerda intensamente el tan discutido ethos católico que debe permear todos los aspectos de la vida escolar. Esto va más allá de la evidente exigencia de que el contenido de la enseñanza concuerde siempre con la doctrina de la Iglesia. Se trata de que la vida de fe sea la fuerza impulsora de toda actividad escolar, para que la misión de la Iglesia se desarrolle con eficacia, y los jóvenes puedan descubrir la alegría de participar en "el ser para los demás", propio de Cristo”.
A los enfermos y ancianos. Posiblemente fue de los encuentros que menos se habló pero fue de los más conmovedores. Benedicto XVI les habló con el corazón y desde su experiencia de vida: “Estoy entre vosotros no sólo como un padre, sino también como un hermano que conoce bien las alegrías y fatigas que llegan con la edad”. Y el don de su pensamiento se hizo palabra motivadora y gratificadora cuando dijo: “La prestación de asistencia a los ancianos se debería considerar no tanto un acto de generosidad, cuanto la satisfacción de una deuda de gratitud”.
El cardenal Newman. Lo llamó “doctor de la Iglesia” en la entrevista del jueves 16 de septiembre y no tuvo empacho en admitir la influencia del cardenal inglés en su vida y pensamiento, durante la vigilia de oración del sábado 18 de septiembre en Hyde Park, Londres.
Fue en esa vigilia donde destacó tres lecciones que nos deja el ahora beato, en la lucha contra la creciente tendencia de percibir la religión como un asunto meramente privado, subjetivo y de opinión personal:
“[…] La primera lección que podemos aprender de su vida: en nuestros días, cuando un relativismo intelectual y moral amenaza con minar la base misma de nuestra sociedad, Newman nos recuerda que, como hombres y mujeres a imagen y semejanza de Dios, fuimos creados para conocer la verdad, y encontrar en esta verdad nuestra libertad última y el cumplimiento de nuestras aspiraciones humanas más profundas.
[…] La vida de Newman nos enseña también que la pasión por la verdad, la honestidad intelectual y la auténtica conversión son costosas. […] En nuestro tiempo, el precio que hay que pagar por la fidelidad al Evangelio ya no es ser ahorcado, descoyuntado y descuartizado, pero a menudo implica ser excluido, ridiculizado o parodiado.
[…] Por último, Newman nos enseña que si hemos aceptado la verdad de Cristo y nos hemos comprometido con él, no puede haber separación entre lo que creemos y lo que vivimos”.
Haciendo una excepción a la norma, el Papa en persona presidió la beatificación de J. H. Newman ante más de 70 mil fieles. En la homilía del domingo 19 destacó el servicio concreto de la vocación de John Henry Newman: “La aplicación entusiasta de su inteligencia y su prolífica pluma a muchas de las más urgentes “cuestiones del día”. Sus intuiciones sobre la relación entre fe y razón, sobre el lugar vital de la religión revelada en la sociedad civilizada, y sobre la necesidad de un educación esmerada y amplia”.
Conclusión
Salvo algunas excepciones (por ejemplo el periódico español El País, de marcado cariz anticristiano), el resto de la prensa internacional ha valorado positivamente el viaje del Papa a las islas británicas.
"La visita del Papa a Gran Bretaña ha demostrado la permanente fuerza del cristianismo en esta nación. A lo largo de su visita, miles de personas de todo el país han acudido a ver al líder espiritual de los católicos del mundo mientras llevaba a cabo la primera visita de Estado de un pontífice a estos lares. En última instancia, la reacción inmediata a la vista del Papa no es de primordial importancia; lo que cuenta es su impacto a largo plazo. Si se recuerda como un acto secundario, una distracción entretenida para el número de creyentes en descenso, su propósito habrá fracasado. Nuestra esperanza es que sirva de recordatorio de que en la vida pública existe un espacio y una voz para la religión, y que mueva a las personas de todos los credos a armarse del coraje para hacer retroceder a los laicos y proclamar sus creencias con orgullo", publicaba The Daily Telegraph el 20 de septiembre.
Cabeceras como “El Papa conquista Londres” (Avennire, Italia), “El Papa se gana las simpatías de los británicos” (Rzeczpospolita, Polonia) o “El Papa devuelve la religión a la vida pública” (The Daily Telegraph, Gran Bretaña), ponen de manifiesto el sentir común respecto al éxito de la visita papal.
“Voy adelante, con gran valentía y alegría”, fue la respuesta de Benedicto XVI a la primera interrogante de los periodistas durante el vuelo a Escocia, quienes resaltaban el anticatolicismo y secularismo de la sociedad británica (aparentemente “real” según lo reflejado en los meses, semanas y días previos al viaje del Papa).
“Cuando estuve en Francia –decía en la misma respuesta el bondadoso Ratzinger– se había dicho: "este es el país más anticlerical, con fuertes corrientes anticlericales y con poquísimos fieles". Cuando fui a la República Checa, se dijo: "este es el país más antirreligioso de Europa y el más anticlerical, también".
La polémica inicial ayudó otra vez para que el Papa lograra anunciar a quien debía. La polémica previa fue bien aprovechada pues los medios no podían reflejar sino lo que las imágenes ofrecían. Y lo que ofrecieron fue el verdadero rostro del Vicario de Cristo. Los frutos ahora comenzaran a madurar.
Otros temas centrales fueron
La evangelización de la cultura. “La evangelización de la cultura es de especial importancia en nuestro tiempo, cuando la “dictadura del relativismo” amenaza con oscurecer la verdad inmutable sobre la naturaleza del hombre, sobre su destino y su bien último. Hoy en día, algunos buscan excluir de la esfera pública las creencias religiosas, relegarlas a lo privado, objetando que son una amenaza para la igualdad y la libertad. Sin embargo, la religión es en realidad garantía de auténtica libertad y respeto, que nos mueve a ver a cada persona como un hermano o hermana” (Homilía en el Bellahouston Park – Glasgow, Jueves 16 de septiembre de 2010).
A los religiosos y consagrados. “Predicad el evangelio con un corazón puro y con recta conciencia. Dedicaos sólo a Dios y seréis ejemplo luminoso de santidad, de vida sencilla y alegre para los jóvenes” (Homilía en el Bellahouston Park – Glasgow, Jueves 16 de septiembre de 2010).
Laicado. “Os invito particularmente a vosotros, fieles laicos, en virtud de vuestra vocación y misión bautismal, a ser no sólo ejemplo de fe en público, sino también a plantear en el foro público los argumentos promovidos por la sabiduría y la visión de la fe. La sociedad actual necesita voces claras que propongan nuestro derecho a vivir, no en una selva de libertades autodestructivas y arbitrarias, sino en una sociedad que trabaje por el verdadero bienestar de sus ciudadanos y les ofrezca guía y protección en su debilidad y fragilidad. No tengáis miedo de ofrecer este servicio a vuestros hermanos y hermanas, y al futuro de vuestra amada nación” (Homilía en el Bellahouston Park – Glasgow, Jueves 16 de septiembre de 2010).
Citando al cardenal Newman: «Quiero un laicado que no sea arrogante ni imprudente a la hora de hablar, ni alborotador, sino hombres que conozcan bien su religión, que profundicen en ella, que sepan bien dónde están, que sepan qué tienen y qué no tienen, que conozcan su credo a tal punto que puedan dar cuentas de él, que conozcan tan bien la historia que puedan defenderla» (La Posición Actual de los Católicos en Inglaterra, IX, 390). Hoy, cuando el autor de estas palabras ha sido elevado a los altares, pido para que, a través de su intercesión y ejemplo, todos los que trabajan en el campo de la enseñanza y de la catequesis se inspiren con mayor ardor en la visión tan clara que él nos dejó (Homilía en la misa de beatificación del cardenal Newman, Cofton Park de Rednal, Birmingham, domingo 19 de septiembre de 2010).