Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Lo que aprendimos de Álvaro del Bosque

por Rafa Cervera

Antes que nada, quiero pediros disculpas por haber estado fuera de circulación gran parte de este verano. Pero, tras unas vacaciones sensacionales y sencillas, participando en las fiestas de Bello –el pueblo de mi suegro, donde, entre otras cosas, mi hija María y yo llegamos hasta las semifinales del “importantísimo” torneo de parchís-, realizando excursiones por el Pirineo, pudiendo ver por fin La Última Cima -¡alucinante!- y leyendo libros sensacionales como A Prueba de Fuego, de Eric Wilson, y La Hija del Ministro, de Miguel Aranguren, vuelvo, como se dice, “con las pilas cargadas” y listo para aburriros en este blog deportivo un par de veces a la semana.

El martes por la noche, viendo la derrota de España en Argentina, me preguntaba qué ha quedado en nosotros de ese fenomenal campeonato del mundo que ganamos hace poco más de 50 días, qué puede permanecer en nuestra mente para no acordarnos más del resbalón de Reina que de sus intervención en la celebración del título… y es que se nos olvida todo tan rápido.

Por supuesto, no olvidaremos los oportunos remates de Villa que nos permitieron doblegar a Paraguay y Portugal por sendos 1-0, ni el tanto de Puyol ante Alemania, ni las grandes paradas de Iker, ni el gol de Iniesta… Pero hubo un detalle que nos tocó a todos el corazón: ver a Álvaro del Bosque, hijo del entrenador, exultante en plena Moncloa, celebrando, con la copa entre sus manos, junto a sus admirados Xavi y Casillas.

Todos sabemos ya que Álvaro padece el síndrome de Down y la lección que nos dio de entusiasmo y alegría fue un verdadero canto a la vida, retransmitido por todas las cadenas españolas de radio y televisión. Sin duda, y como nos explicara la entrañable Olga Bejano en sus libros, las personas que desarrollan el alma de color salmón, a base de nadar contra corriente, tienen mucho más que enseñarnos que los grandes doctores de nuestro tiempo.

El ejemplo de Álvaro ya lo conocemos, pero he aquí un par más que me gustaría compartir con vosotros.

Doug Blevins nació con espina bífida. Puede mover manos y pies, pero jamás ha sido, ni será, capaz de caminar. Su pasión por el deporte y en concreto por el fútbol americano es enorme. Como no pudo practicar esta disciplina, Doug comenzó a estudiarla y a empaparse de material sobre una posición determinada en este ajedrez humano: la de kicker (pateador). Y lo consiguió. Se volvió un consumado especialista. Tanto, que, cuando los Barcelona Dragons nos dirigimos a Estados Unidos con Jesús Angoy, ex portero del Barça, para perfeccionar su técnica y que pudiera jugar con nosotros como kicker, fue Blevins quien le dio al yerno de Johan Cruyff, desde una silla de ruedas, las lecciones correspondientes. Angoy acabó siendo uno de los mejores pateadores de la liga y Blevins fue fichado como entrenador asistente por el equipo profesional Miami Dolphins.

Mi hermano Ángel vino al mundo un día de San Ignacio: el 31 de julio de 1969. A finales de enero de 1970, ya les dieron a mis padres la noticia de que algo no funcionaba correctamente en su cabeza. Ángel nació con falta de corteza cerebral y su edad mental, a la fecha, no alcanza los dos años. En 1987, cuando mi familia vino a vivir a España, a Ángel lo recibieron en un centro especializado, ubicado en Badalona, donde lo han atendido con gran cariño. En 1993 y tras un estado de coma epiléptico que duró más de un día, Ángel se quedó sin caminar. Antes, lo hacía torpemente, pero podía al menos moverse de un lado a otro y alcanzar lo que quería. Desde su silla de ruedas –la cual no le dura mucho tiempo por el trote al que la somete, Ángel es un chicarrón feliz, la alegría de su centro y, cuando no se encuentra mal físicamente –últimamente está pasando una temporada genial- imita voces y canta, haciendo más feliz el día a día a sus abnegados cuidadores y a nosotros cuando vamos a visitarlo.

En la actualidad, en nuestro país y en muchos más, una simple amniocentesis ofrece argumentos necesarios para acabar, antes siquiera de darles la oportunidad de nacer, con gente como Álvaro, Doug o Ángel. Y yo me pregunto: ¿quiénes nos creemos para tomar una decisión así, para juzgar si alguien por una deficiencia física merece nacer o no? ¿En qué somos mejores que personas como éstas que nos dan lecciones de vida, amor y entrega cada día?
No deja de ser irónico que en aquella tarde calurosa del 12 de julio Álvaro del Bosque abrazara la esperada Copa del Mundo –la copita, que diría Iniesta- justo al lado del presidente Zapatero.
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