Martes, 26 de noviembre de 2024

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De la irrupción de Mozart como momento mágico de la Historia

por En cuerpo y alma

 
 
 
            Que cuando hablamos de Mozart hablamos de uno de los grandes cerebros de la Historia, de un auténtico extraterrestre desde el punto de vista intelectual, es casi un lugar común sobre el que no hace falta explayarse en demasía y no lo voy a hacer por haberlo hecho ya en otras ocasiones (pinche aquí o aquí para conocerlas). Ahora bien, aun aceptándolo así, la revelación del genio mozartiano requería de una serie de circunstancias rayanas en lo probabilísticamente inverosímil sin las cuales nunca se habría producido, ¿se ha parado Vd. a pensar en ello?
 
            Para empezar, era absolutamente necesario que la especie humana tuviera eso que otro gran genio como el violonchelista y compositor español Pablo Casals denominaba tan acertadamente “el don de la música”, definida como una relación de sonidos en distinta tesitura capaces de producir sensaciones al ser humano (y a lo que parece también a algunos animales) tanto en el plano físico como en el plano psíquico o emocional. Precisamente porque no nos han sido dados, no podemos ni sospechar todos esos dones de los que carece el ser humano, pero sí somos capaces de identificar aquellos que sí nos han sido dados y de los que, por lo tanto, no carecemos, como es el caso del de la música.

            El don de la música es finalmente y junto con el dedo pulgar, la capacidad de elevar los sonidos al rango de lenguaje, el bipedismo, la postura erecta y la consecuente liberación de los cuartos delanteros para funciones distintas de caminar, el cerebro hiperdesarrollado, y hasta, al decir de algunos antropólogos, la vagina frontal de sus hembras, uno de esos elementos que caracteriza esencialmente a la especie humana, la hace diferente y posibilita su ascenso desde el mundo de los animales al mundo absolutamente elitista en el que sólo milita el ser humano y ninguna otra criatura hasta el momento presente de la Historia.

            Por lo que hace a la capacidad humana de relacionarse musicalmente, no es falso que existen animales capaces de apreciar hasta un cierto punto la música; otros, como notablemente los pájaros, que son incluso capaces de reproducir melodías (quien sabe hasta qué punto incluso causantes o responsables de la capacidad musical de los seres humanos), pero ninguno hay salvo el hombre, capaz de crear música.
 
            Aceptado que el ser humano, toda la especie humana, el homo sapiens, tiene “el don de la música” del que hablaba D. Pablo Casals, todavía era preciso que se diera en la persona de Mozart una segunda circunstancia para hacer explosionar en toda su intensidad su genio inabarcable e inmarcesible: nacer en la época adecuada en la que se dan los instrumentos adecuados para producir esa música, rodeado de personas capaces de apreciar su obra y de otras personas, como notablemente su padre, su madre, capaces tanto de forzarle a trabajar en la producción de música como de abrirle las puertas a ese ambiente que iba a hacer posible semejante caudal creativo. Si en una tribu de zulúes o en una comunidad nepalí de monjes tibetanos podría encontrarse una persona con la capacidad creadora musical de la que gozaba Wolfgang Amadeus, o incluso superior, nos quedaremos sin saberlo, pero sí sabemos que, para fortuna de la Humanidad, en la Austria de la segunda mitad del s. XVIII, uno como Mozart nació en el lugar adecuado y rodeado del ambiente idóneo para regalar a la Humanidad lo mejor de su vasta capacidad creadora.
 
            Pues bien, esto que se dice hoy para Mozart por entender quien esto escribe que nos hallamos ante uno de los más grandes genios de la entera Humanidad desde que ésta superó los tiempos de Neanderthal hasta nuestros días, es válido para todos los grandes seres humanos. Todos ellos están en deuda con quien ha hecho posible, con quien ha “inventado”, la actividad en la que ellos son geniales, -¡cuánto le deben Ronaldo o Messi al desconocido inventor del fútbol! ¿no les parece?- como lo están también con las personas de su más pequeño y próximo entorno que han sabido descubrir su habilidad y han podido y deseado colaborar en su más perfecto desarrollo. Y es que, al fin y al cabo, de esta manera tan tonta es como nace y se hace un genio, de esta manera tan tonta es como avanza la especie humana.
 
            Y bien amigos, con esta pequeña reflexión les dejo por hoy, no sin desearles, como siempre que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Les espero mañana aquí, a la sombra de la columna.
 
 
            ©L.A.
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