El sueño del joven Bergoglio de ir de misiones se hace realidad: El Papa Francisco viajará a Japón
“Iré a Asia dos veces en seis meses. A Corea en agosto para un encuentro con los jóvenes asiáticos. A Sri Lanka y Filipinas en enero. La Iglesia de Asia es una promesa".
Esto ha dicho el Papa Francisco en una entrevista publicada el día de la fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo.
Pero después de Corea, Sri Lanka y Filipinas, otra nación asiática ya se está preparando para recibir la visita del Papa: Japón.
Lo ha revelado una personalidad japonesa de gran autoridad: Kagefumi Ueno, embajador ante la Santa Sede de 2006 a 2010, actualmente profesor de civilizaciones y culturas en la Universidad Kyorin de Tokio y autor, en 2011, de un libro sobre el Vaticano descrito con el ojo de un observador culturalmente muy distante, de orientación budista-shintoista y, sin embargo, muy interesado.
En una nota publicada el 21 de junio en "The Japan News", publicación en lengua inglesa del difundido periódico japonés "Yomiuri Shimbun", Ueno ha revelado que en el encuentro del 6 de junio pasado en el Vaticano, el primer ministro japonés Shinzo Abe ha invitado a Francisco a visitar Japón, invitación “acogida con calor por el Papa".
“Los dos gobiernos – ha añadido Ueno – está ahora ocupados en la realización de una visita papal a Japón en la ocasión más cercana posible; naturalmente, éste es el deseo también de la Iglesia católica japonesa".
El sueño del joven jesuita
Japón es una meta deseada por Jorge Mario Bergoglio desde que era un joven jesuita. Él mismo ha relatado su deseo, desde que era novicio, de ir en misión a ese país.
El vínculo entre la Compañía de Jesús y Japón es muy fuerte. Dos de sus tres últimos superiores generales ha vivido muchos años en este país: Pedro Arrupe y el actual prepósito Adolfo Nicolás. La prestigiosa Universidad Sophia de Tokio está dirigida por los jesuitas.
Japón fue también una meta soñada durante mucho tiempo por otra celebridad de la Compañía, el cardenal Carlo Maria Martini.
Como China con Matteo Ricci, también Japón tuvo con el jesuita Alessandro Valignano, a finales del siglo XVI, a un evangelizador genial, muy atento a “inculturar” su acción misionera.
Un milagro en Japón
Pero el motivo por el que Bergoglio, también como Papa, ha repetidamente expresado su mayor admiración es la milagrosa supervivencia de la fe católica en Japón entre los siglos XVII y XVIII, en los doscientos años durante los cuales la presencia de misioneros y sacerdotes había sido completamente aniquilada por la persecución:
“Cuando después de todo este tiempo otros misioneros volvieron, encontraron todas las comunidades en marcha y bien: todos bautizados, todos catequizados, todos casados en la iglesia y los que habían fallecido, enterrados cristianamente. No había sacerdotes. ¿Quién había hecho todo esto? ¡Los simples bautizados!”.
Es una convicción del Papa Francisco de que “podemos aprender mucho de esta historia" y de que el cristianismo puede, por fin, encontrar también en Japón un terreno fértil, a pesar de que los profusos esfuerzos de la Compañía de Jesús y de otros en los últimos decenios han producido poquísimas conversiones hasta el momento.
Pero también por parte de Japón existe la voluntad de reforzar las relaciones con la Iglesia de Roma.
En su nota en "The Japan News", Kagefumi Ueno sostiene que por lo menos hay tres ámbitos en los que Japón y la Santa Sede se encuentran en sintonía.
El primero es la promoción de la paz, gracias también al hecho de que Japón - escribe - “tiene la constitución más pacifista del mundo" (aunque esté en proceso de modificación con la anunciada inclusión de la “defensa colectiva", es decir, la posibilidad de intervenir no sólo frente a un ofensiva directa, sino también apoyando a aliados que estén siendo atacados).
Otro ámbito de entendimiento es “en el de las cuestiones globales como la pobreza, las minorías, los derechos humanos, el desarme, la denuclearización, el ambiente, la corrupción, la legalidad, el terrorismo, etcétera".
Pero también hay entre la Santa Sede y Japón una común "cultura de la diplomacia" que les lleva a tomar posiciones que a veces difieren de las dominantes en Occidente, como por ejemplo el establecimiento de relaciones cordiales con Irán, con cuyo clero islámico la Iglesia católica “tiene tradicionalmente buenos vínculos".
En general – escribe Ueno – tanto Japón como el Vaticano “adoptan un enfoque más bien cauto y moderado en lo que concierne a algunas cuestiones delicadas, absteniéndose de decisiones impulsivas o de la utilización de palabras inequívocas. Ambos se encuentran bien con la cultura de los matices y la ambigüedad".
Después de haber recordado la provechosa visita a Japón en 2009 del ministro de asuntos exteriores vaticano Dominique Mamberti, Ueno concluye así su nota:
“En resumen, estoy convencido de que la comunidad internacional tiene dos máximas autoridades a quienes apelar en última instancia. Una es el Vaticano, la suprema autoridad moral (o el supremo soft power), mientras la otra son los Estados Unidos, la máxima autoridad militar (o el supremo hard power). Tener una estrecha relación con ambas asegurará a Japón un profundo sentimiento de paz y seguridad, el efecto de un buen equilibrio entre idealismo y realismo. Es decir, precisamente lo que Japón necesita".
Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España.
Esto ha dicho el Papa Francisco en una entrevista publicada el día de la fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo.
Pero después de Corea, Sri Lanka y Filipinas, otra nación asiática ya se está preparando para recibir la visita del Papa: Japón.
Lo ha revelado una personalidad japonesa de gran autoridad: Kagefumi Ueno, embajador ante la Santa Sede de 2006 a 2010, actualmente profesor de civilizaciones y culturas en la Universidad Kyorin de Tokio y autor, en 2011, de un libro sobre el Vaticano descrito con el ojo de un observador culturalmente muy distante, de orientación budista-shintoista y, sin embargo, muy interesado.
En una nota publicada el 21 de junio en "The Japan News", publicación en lengua inglesa del difundido periódico japonés "Yomiuri Shimbun", Ueno ha revelado que en el encuentro del 6 de junio pasado en el Vaticano, el primer ministro japonés Shinzo Abe ha invitado a Francisco a visitar Japón, invitación “acogida con calor por el Papa".
“Los dos gobiernos – ha añadido Ueno – está ahora ocupados en la realización de una visita papal a Japón en la ocasión más cercana posible; naturalmente, éste es el deseo también de la Iglesia católica japonesa".
El sueño del joven jesuita
Japón es una meta deseada por Jorge Mario Bergoglio desde que era un joven jesuita. Él mismo ha relatado su deseo, desde que era novicio, de ir en misión a ese país.
El vínculo entre la Compañía de Jesús y Japón es muy fuerte. Dos de sus tres últimos superiores generales ha vivido muchos años en este país: Pedro Arrupe y el actual prepósito Adolfo Nicolás. La prestigiosa Universidad Sophia de Tokio está dirigida por los jesuitas.
Japón fue también una meta soñada durante mucho tiempo por otra celebridad de la Compañía, el cardenal Carlo Maria Martini.
Como China con Matteo Ricci, también Japón tuvo con el jesuita Alessandro Valignano, a finales del siglo XVI, a un evangelizador genial, muy atento a “inculturar” su acción misionera.
Un milagro en Japón
Pero el motivo por el que Bergoglio, también como Papa, ha repetidamente expresado su mayor admiración es la milagrosa supervivencia de la fe católica en Japón entre los siglos XVII y XVIII, en los doscientos años durante los cuales la presencia de misioneros y sacerdotes había sido completamente aniquilada por la persecución:
“Cuando después de todo este tiempo otros misioneros volvieron, encontraron todas las comunidades en marcha y bien: todos bautizados, todos catequizados, todos casados en la iglesia y los que habían fallecido, enterrados cristianamente. No había sacerdotes. ¿Quién había hecho todo esto? ¡Los simples bautizados!”.
Es una convicción del Papa Francisco de que “podemos aprender mucho de esta historia" y de que el cristianismo puede, por fin, encontrar también en Japón un terreno fértil, a pesar de que los profusos esfuerzos de la Compañía de Jesús y de otros en los últimos decenios han producido poquísimas conversiones hasta el momento.
Pero también por parte de Japón existe la voluntad de reforzar las relaciones con la Iglesia de Roma.
En su nota en "The Japan News", Kagefumi Ueno sostiene que por lo menos hay tres ámbitos en los que Japón y la Santa Sede se encuentran en sintonía.
El primero es la promoción de la paz, gracias también al hecho de que Japón - escribe - “tiene la constitución más pacifista del mundo" (aunque esté en proceso de modificación con la anunciada inclusión de la “defensa colectiva", es decir, la posibilidad de intervenir no sólo frente a un ofensiva directa, sino también apoyando a aliados que estén siendo atacados).
Otro ámbito de entendimiento es “en el de las cuestiones globales como la pobreza, las minorías, los derechos humanos, el desarme, la denuclearización, el ambiente, la corrupción, la legalidad, el terrorismo, etcétera".
Pero también hay entre la Santa Sede y Japón una común "cultura de la diplomacia" que les lleva a tomar posiciones que a veces difieren de las dominantes en Occidente, como por ejemplo el establecimiento de relaciones cordiales con Irán, con cuyo clero islámico la Iglesia católica “tiene tradicionalmente buenos vínculos".
En general – escribe Ueno – tanto Japón como el Vaticano “adoptan un enfoque más bien cauto y moderado en lo que concierne a algunas cuestiones delicadas, absteniéndose de decisiones impulsivas o de la utilización de palabras inequívocas. Ambos se encuentran bien con la cultura de los matices y la ambigüedad".
Después de haber recordado la provechosa visita a Japón en 2009 del ministro de asuntos exteriores vaticano Dominique Mamberti, Ueno concluye así su nota:
“En resumen, estoy convencido de que la comunidad internacional tiene dos máximas autoridades a quienes apelar en última instancia. Una es el Vaticano, la suprema autoridad moral (o el supremo soft power), mientras la otra son los Estados Unidos, la máxima autoridad militar (o el supremo hard power). Tener una estrecha relación con ambas asegurará a Japón un profundo sentimiento de paz y seguridad, el efecto de un buen equilibrio entre idealismo y realismo. Es decir, precisamente lo que Japón necesita".
Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España.
Comentarios