Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La vida consagrada se corrompe por la falta de pobreza, la ambición y la rumorología, dice el Papa

ReL

En Bolonia, el Papa volvió a denunciar los males del clericalismo.
En Bolonia, el Papa volvió a denunciar los males del clericalismo.
En el encuentro que mantuvo con sacerdotes, religiosos, seminaristas y diáconos permanentes en la catedral de San Pedro de Bolonia, el Papa advirtió de que la vida consagrada comienza a corromperse con la falta de pobreza: una psicología de la supervivencia nos lleva a una falta de pobreza”, y consiste en que, ante las dificultades por falta de vocaciones o de otro tipo, “se busca la seguridad en el dinero”.
 
“Algunas congregaciones disminuyen sus miembros, pero agrandan sus bienes, lamentó: "Acumulan bienes como seguridad”. Es una situación que surge de razonar así: “Sobrevivo, estoy seguro, porque tengo dinero”.
 
Esa “psicología de la supervivencia te lleva a vivir mundanamente, con esperanzas mundanas, y te impide avanzar por el camino de la esperanza divina, la esperanza en Dios”.
 
El Papa señaló que no hay que tener miedo a los problemas de escasez que puedan surgir en los institutos religiosos, porque “el Señor te visita a veces con la escasez, la escasez de vocaciones, la escasez de bienes… Con una verdadera pobreza. La escasez de vocaciones es una verdadera pobreza”.
 
Cuando eso ocurra, “es necesario hablar con el Señor. ‘¿Por qué las cosas suceden así? ¿Qué sucede en mi instituto para que las cosas terminen así? ¿Por qué mi instituto ha perdido la capacidad de llamar?’. Hay que hacer un verdadero examen de conciencia de la realidad y decir toda la verdad”.
 
Frente a esa psicología de la supervivencia, el Papa situó la “psicología de la construcción del Reino de Dios, que es una psicología fecunda, muy lejana de la psicología de la supervivencia, que es siempre pesimista, orientada hacia el cementerio”.
 
Pastores del pueblo y no “pastores populistas”
Por otro lado, estableció una diferencia entre los sacerdotes que son pastores del pueblo y los que son pastores populistas.
 
Al contrario que los sacerdotes populistas, los pastores del pueblo son sacerdotes “cercanos al pueblo para ayudarle a encontrar a Jesucristo”. En cambio, el sacerdote populista es “el pastor que es demasiado clerical, que se parece a aquellos fariseos, doctores de la ley de la época de Jesús. Es el sacerdote que dice: ‘Yo estoy aquí y el pueblo allá’”.



El Santo Padre explicó que los pastores deben situarse delante del pueblo, en medio del pueblo y detrás del pueblo.
 
Los pastores deben estar delante “para ver el camino, para marcar la senda en actitud catequética. Deben estar en medio del pueblo para estar cercano a él. Y también detrás, para ayudar a aquellos que van con retraso y para permitir al pueblo ver qué camino deja”.
 
Además, recordó que el centro de la espiritualidad del presbítero es la “diocesanidad”. La diocesanidad, explicó, “es una experiencia de pertenencia. Eso significa que tú no eres alguien que va por libre, sino que eres un hombre que pertenece a un cuerpo que es la diocesanidad, la espiritualidad diocesana, el cuerpo presbiteral de la diócesis”.
 
“Sin cultivar ese espíritu de diocesanidad, nos volvemos más individualistas, más solos, con el peligro de volverse infecundos, o nerviosos, por no decir neuróticos. El sacerdote que está solo, que no tiene una relación con el cuerpo presbiteral, termina mal”, advirtió, según recoge Aciprensa.
 
Asimismo, el Papa se refirió a dos vicios que pueden acechar al sacerdote: “Uno es el pensar el servicio presbiteral como una carrera eclesiástica. No me refiero a la vocación a la carrera eclesiástica, sino a la ambición. Es una verdadera peste para el presbítero, la del ambicioso. Un ambicioso es capaz de crear mucha discordia en el cuerpo presbiteral”.
 
“El otro vicio es el de la rumorología”, afirmó, que consiste en decir: “‘De este se dice esto, de ese se dice eso’. Así la fama del hermano sacerdote termina manchada. La rumorología es un vicio que destruye la fama del sacerdote. Es un vicio de clausura, de alma clausurada. La ambición y la rumorología son dos vicios propios del clericalismo”.
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