Francisco pide a los estudiantes no caer en la banalidad y pensar en las realidades duraderas
En la Plaza de la Basílica de Santo Domingo, en Bolonia, ciudad que da nombre desde 1999 al proceso de homologación de la enseñanza superior europea, Francisco mantuvo un encuentro con el mundo universitario. Previamente había venerado en el templo el relicario del santo.
En su discurso, recordó la especial vinculación del Alma Mater Studiorum boloñés al estudio del derecho, “como testimonio de que la universidad en Europa tiene sus raíces más profundas en el humanismo, al que han contribuido, con papeles muy distintos, las instituciones civiles y la Iglesia”.
Señaló también que “la búsqueda del bien es la clave para triunfar verdaderamente en los estudios, y el amor el ingrediente que da sabor a los tesoros del conocimiento y, en particular, a los derechos del hombre y de los pueblos”.
Tres derechos
“Con ese espíritu” propuso a los presentes “tres derechos”, que desgranó a continuación: el derecho a la cultura, el derecho a la esperanza y el derecho a la paz.
Derecho a la cultura, que significa “tutelar la sabiduría, esto es, un saber humano y humanizante”: “Con demasiada frecuencia estamos condicionados por modelos de vida banales y efímeros, que impulsan a perseguir el éxito a bajo coste, desacreditando el sacrificio e inculcando la idea de que el estudio no es útil si no nos da rápidamente algo concreto. No, el estudio sirve para plantearse preguntas, para no dejarse anestesiar por la banalidad, para buscar sentido a la vida”.
Derecho a la esperanza, que definió como “el derecho a no ser invadido cotidianamente por la retórica del miedo y el odio, a no dejarse ahogar por las frases hechas de los populismos o por la inquietante y lucrativa propagación de falsas noticias… El derecho a saber que en la vida existen realidades hermosas y duraderas, por las que vale la pena jugársela”.
Y derecho a la paz, “el ius pacis como derecho de todos a resolver los conflicto sin violencia. Por eso, repitamos: ¡nunca más la guerra!... Que se descubran los intereses y las tramas, a menudo oscuras, de quien fabrica violencia, alimentando la carrera de armamentos y aplastando la paz con sus negocios… ¡No creáis a quien os dice que luchar por esto es inútil y que nada cambiará! No os contentéis con sueños pequeños, soñad a lo grande. ¡Vosotros, jóvenes, soñad a lo grande!”.
En su discurso, recordó la especial vinculación del Alma Mater Studiorum boloñés al estudio del derecho, “como testimonio de que la universidad en Europa tiene sus raíces más profundas en el humanismo, al que han contribuido, con papeles muy distintos, las instituciones civiles y la Iglesia”.
Señaló también que “la búsqueda del bien es la clave para triunfar verdaderamente en los estudios, y el amor el ingrediente que da sabor a los tesoros del conocimiento y, en particular, a los derechos del hombre y de los pueblos”.
Tres derechos
“Con ese espíritu” propuso a los presentes “tres derechos”, que desgranó a continuación: el derecho a la cultura, el derecho a la esperanza y el derecho a la paz.
Derecho a la cultura, que significa “tutelar la sabiduría, esto es, un saber humano y humanizante”: “Con demasiada frecuencia estamos condicionados por modelos de vida banales y efímeros, que impulsan a perseguir el éxito a bajo coste, desacreditando el sacrificio e inculcando la idea de que el estudio no es útil si no nos da rápidamente algo concreto. No, el estudio sirve para plantearse preguntas, para no dejarse anestesiar por la banalidad, para buscar sentido a la vida”.
Derecho a la esperanza, que definió como “el derecho a no ser invadido cotidianamente por la retórica del miedo y el odio, a no dejarse ahogar por las frases hechas de los populismos o por la inquietante y lucrativa propagación de falsas noticias… El derecho a saber que en la vida existen realidades hermosas y duraderas, por las que vale la pena jugársela”.
Y derecho a la paz, “el ius pacis como derecho de todos a resolver los conflicto sin violencia. Por eso, repitamos: ¡nunca más la guerra!... Que se descubran los intereses y las tramas, a menudo oscuras, de quien fabrica violencia, alimentando la carrera de armamentos y aplastando la paz con sus negocios… ¡No creáis a quien os dice que luchar por esto es inútil y que nada cambiará! No os contentéis con sueños pequeños, soñad a lo grande. ¡Vosotros, jóvenes, soñad a lo grande!”.
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