El obispo ultracatólico
por Eduardo Gómez
Fue licenciado de su cargo de obispo de Alcalá de Henares, y ya habían saltado a la yugular de monseñor Reig Pla las terminales mediáticas de gran sonoridad. Celebraban como posesos la retirada del obispo al que apellidan ultracatólico, ultraconservador y otros calificativos procedentes de la sandez y la miseria más profanas. No es extraño que la retirada de un obispo intolerante con el mal, la falsía y el error, haya sido tan celebrada por los medios sufragados por un Estado degenerado.
Quién sabe si hasta los sectores del catolicismo más melifluos y liberales habrán respirado aliviados tras la jubilación del obispo, pero para los que esperan con los brazos abiertos la denuncia del pecado sin ambages, Reig Pla ha sido una bendición, un soplo de aire fresco en el desierto. Hombre de discurso incómodo por espetar verdades con la rotundidad del convencido. Tuvo hasta el valor de designar como “mercantilismo” a las democracias vigentes, por no anteponer la dignidad humana a lo demás. Demostró con creces no ser políticamente incorrecto, sino políticamente correctísimo, en el sentido de mostrar un gran entender de la política: conocía muy bien su auténtico fin moral y su incompatibilidad con la libertad radicada en la voluntad de poder .
En Bilbao, en una de sus últimas comparecencias antes de ser jubilado, dejo muy claro su pensamiento en una frase: “Lo católico abarca la realidad humana entera”. No fue partidario de vivir el cristianismo limitándose a orar encerrado en las sacristías, su entender católico era el de la santidad marcial.
En aquella ocasión puso el punto de mira en el secularismo y con un tono reposado lo describió: ”El apartamiento inducido de la presencia y relevancia de Dios, no solo en el ámbito de la vida personal sino en las instituciones, para concluir en su expulsión de la plaza pública y del foro público “. Así de contundente se mostraba. Apostillaba que “si Dios deja de ser el centro de la vida del hombre, se pierde el fundamento de Dios como explicación de nuestra vida”. A Reig Pla no le caben dudas de que la secularización ha sido deliberada y planificada: “Quienes inducen a la secularización querían romper ese fundamento estable“. Remataba una breviario magistral de teología, política y moral afirmando lo siguiente: “Si no existe Dios, no hay un fundamento absoluto para la conducta humana ni para la vida asociada“. Esa ha sido su manera de ver la ordenación de la vida social; donde no caben miramientos ni contemporizaciones con el mal ni con los ingenieros que lo urden.
A Reig Pla le califican de ultracatólico los grandes medios sufragados, por el estupor que causa en comparación con esos presbíteros que, afanados en nivelarse al mundo, víctimas de un naturalismo sentimental, van por ahí bendiciendo todos los enamoramientos de la postmodernidad. Monseñor está al tanto de todas las tragedias colectivas que ha traído la descristianización de la vida social, la fangosa obra del secularismo en España bajo el rótulo de “democracia que nos hemos dado”: los cien mil abortos al año, los suicidios por miles, la institucionalización de la corrupción, el entreguismo político a los emporios transnacionales y sus siniestras agendas, el abandono de los ancianos, la de-significación del matrimonio, la mercantilización del pecado, la incipiente violencia de los hijos contra los padres, la desnaturalización de la relaciones sexuales, la banalización de lo sagrado, la amoralización de los oficios, la instrumentalización sociológica de las personas, la proselitizacion mediática contra el catolicismo, la legitimación jurídica del mal, la prostitución intelectual de la enseñanza, la burocratización del bien común, la destrucción de la economía… la lista de agujeros negros es interminable y ahí ha estado siempre monseñor Reig Pla para denunciarlo. A lo largo de su cursus honorum como prelado, su actuación nos ha recordado una gran verdad notada otrora por José Antonio Primo de Rivera: la vida religiosa y la vida marcial son los dos únicos modos de vida serios. La Iglesia no puede perder el espíritu marcial necesario para defender la verdad siendo la gran depositaria de la misma.
La tonticie mediática llama a Reig Pla “ultracatólico” porque desconoce la estirpe real de la Iglesia católica. La lógica de los preclaros, el corazón de los sencillos, el coraje de los valientes, el amor de los desprendidos, el desprecio a las consecuencias de los incondicionales a Dios: ése ha sido el legado al que Reig Pla dio continuidad. En su comunicado de despedida, no tuvo una mala palabra para toda la panda de iconoclastas desaprensivos que se lanzaron a su yugular. Al contrario, se ha ido perdonando las estupideces e imprecaciones de sus odiadores. Se va con la rectitud beata del que combate el pecado y ama al pecador, nada que ver con esos prohombrecillos de los medios de masas, que, por amor al pecado, le han acabado odiando hasta la extenuación. Los grandes siempre fueron vituperados por toda una ensalada de mediocres: no encontró Dios mejor manera de dejar bendecido a Reig Pla en esta vida.
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