¿Está en crisis la maternidad?
En el inconsciente social está arraigada la idea de que el hombre (varón) que triunfa es el alto ejecutivo, líder en sus empresas y sus negocios. Y la mujer debería, en ese afán de igualitarismo, ser igual que este prototipo de varón triunfador.
por José F. Vaquero
Viene a mi memoria uno de los regalos típicos que, durante mi EGB, eso que ahora es el indeterminado «ESO», solíamos preparar para el día de la madre: una redacción con este título, y un guión bastante común y repetido: la madre – mamá, la madre – patria (estando ya en plena democracia), y la Madre con mayúscula, la Madre espiritual, María.
No ha pasado tanto tiempo, dos décadas escasas, media generación, y parece que han cambiado mucho las cosas y las ideas. ¿Será que el cambio de siglo, y de milenio, nos ha hecho cambiar tanto?
La Madre espiritual, como todo lo espiritual, parece que está pasada de moda. Es la religiosidad, en el sentido peyorativo del término (aunque dudo que lo tenga) de la gente sin cultura, sin formación. O al menos esos dicen algunos. Estamos en la época de lo científico, lo tecnológico, lo experimentable. La religión no se puede ver bajo un microscopio, decían antes. Hoy tendríamos que decir que la religión no cotiza en bolsa, no nos da dinero y bienestar material. En ese bajo concepto de la religión, analizada bajo el prisma utilitarista, no entra en nuestras categorías un personaje oculto, callado, silencioso, como lo fue la Virgen María.
Resulta curioso que en esta sociedad de lo anti-religioso haya levantado tanta polémica «el velo de Naiwa». ¿Será que la religión está más presente de lo que creemos? ¿O será que, más que una sociedad anti-religiosa estamos ante una sociedad anti-católica? Hace pocos días oía en una tertulia esta interesante pregunta: ¿Qué sucede para que hace unas semanas queramos quitar todos los crucifijos, y ahora defendamos a ultranza que Naiwa pueda llevar velo en el colegio, como manifestación de su identidad religiosa?
Veamos un poco la segunda madre, que está igualmente devaluada, a juzgar por algunos hechos. Hoy en día hablar de España como «madre patria», una madre que cuida a todos sus hijos, suena a fascista, por no decir franquista, y anti–democrático. Espero que no me esté leyendo algún ciudadano de Estados Unidos, pues se rasgaría las vestiduras al oír que amor a la patria equivale a anti–democracia. ¿Se podría decir eso del Estados Unidos, la nación de la libertad, de la democracia? Como en todo, hay que matizar; pero el amor a la patria común, a las raíces comunes de las personas que habitamos este país, no creo que sea fascista ni antidemocrático. Es más, en el caso de España, ese pasado común siempre ha sido unidad en la diferencia, unidad por la cultura, el humanismo cristiano, respetando la diferencia, la riqueza propia de cada región. Una cosa no está reñida con la otra.
Ante estas crisis de la maternidad en su sentido más amplio, la maternidad cercana, la de esa persona a quien llamamos «mamá», también baja puntos, se esconde, se hace pequeña. Muchas corrientes feministas, tratando de defender los derechos de la mujer, creo que la han hecho más pobre en lugar de más grande. En el inconsciente social está arraigada la idea de que el hombre (varón) que triunfa es el alto ejecutivo, líder en sus empresas y sus negocios. Y la mujer debería, en ese afán de igualitarismo, ser igual que este prototipo de varón triunfador. Esta visión antropológica peca de reduccionista. Reduce el hombre a su esfera laboral, olvidando su dimensión personal, humana, afectiva… su especificidad como ser humano.
Estas dimensiones, más allá del trabajo, suelen estar más presentes en la mujer, y en su instinto maternal. Y es una lástima que, en lugar de querer elevar con ellas al varón, se pretenda a veces prescindir de ella para ser «igual» que el varón ¿Por qué igualarse hacia abajo y no hacia arriba? Ojalá que este día de la madre nos recuerde la grandeza de la madre, la grandeza de la maternidad, la grandeza de la mujer – mamá.
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