Una noticia maravillosa… ¿o un terrible preludio?
Todos reconocen, y creo que ahí sí hay unanimidad, que el aborto es un fracaso, algo que no se debería dar. ¿Por qué no buscamos alguna solución alternativa? ¿O es que nos hemos quedado sin ganas de vivir?
por José F. Vaquero
Hace pocos días vi en la televisión una curiosa escena: curiosa, no por el lugar (el demasiado conocido congreso de los diputados), ni por las protagonistas (varias ministras, entre ellas Bibiana Aído). Lo que me sorprendió fueron los besos y abrazos efusivos que se daban unas a otras. ¿Qué maravillosa noticia estaban celebrando con tanta alegría y regocijo? Imágenes parecidas había contemplado en televisión, pero en otro entorno (el banquillo de un estadio) y con otros protagonistas (Luis Aragonés, Xavi, Villa, Pepe Reina), en la final de la Eurocopa del 2008.
Presté atención, con el deseo de disfrutar de una buena noticia. Pocas veces nos proporcionan esta dicha los medios de comunicación, portavoces de desgracias o de noticias frívolas. Por fin el gobierno nos iba a dar una buena noticia, una esperanza fundada en la mejora de la economía, la buena nueva del final definitivo, ahora sí, de la banda terrorista ETA, o la disminución notable del número de desempleados. Apareció un característico letrero, sobrepuesto a la altura de los sillones azules del Congreso: «Imágenes de archivo».
Entonces comprendí. La maravillosa noticia que estaban celebrando, comparable, a juzgar por las reacciones, con la victoria de una competición internacional o a la genial noticia de la caída del Muro de Berlín, era la otra: la victoria de la muerte sobre la vida, la declaración legal del aborto libre. En días pasados y ante la inminente finalización de los trámites legales, el tema ha vuelto a salir a la palestra. Más aún ante la negativa de un «gran católico» (¿¿??) como nuestro presidente del Congreso, a recibir a quienes portaban el millón largo de firmas en defensa de la vida y contra esta ley.
Cuando en una sociedad se celebra públicamente y con esta efusión una decisión como ésta, a mí al menos me suscita algunas preguntas: ¿No nos gusta la vida? ¿No apreciamos y defendemos la vida, sobre todo de los más pequeños? Todos reconocen, y creo que ahí sí hay unanimidad, que el aborto es un fracaso, algo a lo que no deberíamos llegar. ¿Por qué no buscamos alguna solución alternativa? ¿O es que no llega hasta ahí nuestras ganas de vivir?
Una de las películas en cartelera de estas semanas, Precious, narra el típico caso, para algunas personas, que justificaría un aborto. Y lo narra en una situación más dura todavía, mezclada con las repetidas violaciones del padre y el maltrato físico y psicológico de la madre. Precious Jones, adolescente negra de 16 años, espera su segundo hijo. Y por ello es expulsada de la escuela.
Pero sus ganas de vivir, su ilusión por llegar a ser una estrella de la música y el baile, la empujan a no abandonarse, a vivir, a estudiar lo básico, aunque sea en una «escuela para casos perdidos». Quiere vivir, ella y su hijo. Y su nueva profesora no le invita a la solución fácil: estudia y olvídate de tener el hijo. No. Le ofrece una salida mejor, un apoyo, un empujón, una salida real a su problema.
La película está cuajada de ilusiones y sueños de Precious. Sueños idealistas, en los que se contempla con vestidos elegantes y aclamada por el público. Sueños, ilusiones, que impulsan a esta adolescente a vivir. ¿No es natural en el ser humano este querer vivir, querer transmitir la vida, querer defender y favorecer la vida? Es verdad, hay situaciones muy difíciles, en las que las circunstancias externas muestran como camino irreversible la salida del aborto. ¿Pero no nos asalta también en otras circunstancias el deseo de acabar con una situación determinada cogiendo una escopeta y quitando la vida a varias personas? Si en un caso no lo hacemos, ¿por qué en otro sí? ¿Simplemente porque es legal y nadie defenderá a la víctima?
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