Feliz Natividad
Natividad significa nacimiento, y está menos manoseada que Navidad. Celebramos la natividad, el nacimiento de Alguien que dividió la historia en dos.
por José F. Vaquero
78294, un número que cambiará la vida a más de uno; siempre recordará el sorteo de la lotería de Navidad 2009. Para muchos este sorteo tradicional marca el inicio de una época: se abre el telón de la Navidad. Pero es también el día en el que más valoramos nuestra salud. Como consuelo, ante el dinero jugado y «perdido», recordamos que tenemos salud, que estamos sanos. Y ya es una manera hermosa de empezar la Navidad.
«Nadie valora lo que tiene hasta que lo pierde», hemos oído muchas veces. Y tantas, que quizás ya no nos diga nada. Pero miremos un poco a nuestro alrededor, incluso en nuestra misma ciudad: pobres materiales, enfermos y ancianos en hospitales y residencias, muchos de ellos solos, y cientos, miles de personas a nuestro lado que viven solas, se sienten solas, sufren solas, e incluso mueren solas.
Nos impresiona ver la fuerza de una madre de familia, cuidando y sonriendo con sus tres hijas pequeñas mientras se mueve en silla de ruedas. Nos emociona ver las ganas de vivir de una tetrapléjica, que sonríe, escribe y quiere aportar su granito de arena para mejorar el mundo. Nos anima ver a un ciego trabajar con constancia por sacar sus estudios universitarios, con grabaciones, audios y todo lo que encuentre a la mano.
Hay otra tradición navideña que nos anuncia también de modo inminente estos días, los más hermosos del año. El tradicional «Feliz Navidad». Los políticamente correctos prefieren cambiarlo por un frío «felices fiestas». Pero fiesta también es cada domingo, el día de la Comunidad, la fiesta del trabajo o la Virgen del Pilar. En esta sociedad que, de vez en cuando, le gusta ser tan purista en las palabras, sobre todo al hablar de economía, negociaciones con Marruecos o secuestros de piratas, seamos también precisos: Feliz Navidad, que por eso es fiesta.
A más de algún cura le he oído recomendar una felicitación un poco diversa: «Feliz Natividad». Y tiene mucha razón. Natividad significa nacimiento, y está menos manoseada que Navidad. Celebramos la natividad, el nacimiento de Alguien que dividió la historia en dos, no sólo cronológicamente, sino también en la actitud ante los demás, ante el futuro, ante uno mismo y ante Dios. «Dos amores hicieron dos ciudades», escribía san Agustín: la del amor a Dios y a los demás y la del amor a mí y a mi bienestar hasta el desprecio, explícito o implícito, de los demás.
Una última pregunta, que daría para mucho. He dicho «Feliz Navidad», ¿pero hay motivos para tal felicidad? Si miramos alrededor4, parece que todo apunta en dirección contraria: la economía no levanta cabeza, y hasta «la cabeza» de los empresarios es víctima de la crisis. El desempleo no deja de crecer, los políticos hablan de «buenas conductas» pero cada vez nos fiamos menos de ellos. Hasta en lo religioso parece que pintan bastos: se intenta eliminar toda referencia a lo católico (no a lo religioso en general, sino a lo católico en particular), se polemiza por el nombramiento de un obispo, José Ignacio Munilla, que ni aprueba ni reprueba el nacionalismo (todo en su justa medida).
¿Hay motivos para desear la felicidad, no como una utopía sino como una realidad alcanzable? Felicidad, dicha o prosperidad, es la actitud –positiva- ante el curso venturoso de las cosas. Un curso es un camino, que se va recorriendo a través de cascadas, rápidos, y meandros tranquilos, una serie de actividades más o menos agradables que consiguen una serie de objetivos. La felicidad no es algo que se tiene, sino que se va consiguiendo, se va construyendo a base de ladrillos de ilusión, de sonrisas, sobre todo de confianza. Y a veces también de un sano realismo: no todo es negro a nuestro alrededor, ni siquiera gris oscuro. Hay puntos negros, es verdad, pero también hay mucho blanco, mucho amor las personas que están a nuestro lado, y de aquellas que rezan por nosotros desde las paredes de tantos conventos.
El mal existe, y a veces parece que nos ahoga, pero es mucho más el bien que encontramos a cada paso. Por eso, y con la confianza en Dios que brota de la fe, podemos gritar «¡Feliz Natividad!».
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