Espiritualidad de mercadillo
Ante el sufrimiento y el fracaso, no es necesario buscar la medicina en el mercadillo de la autoayuda. "No pidas cuentas a Dios. Si nos cita en la noche, no rehusemos las tinieblas".
por Carmen Castiella
Auto-realízate, auto-alégrate, auto-ayúdate. Los escaparates de las librerías se han vuelto insistentes: puedes sanarte a ti mismo, liberarte a ti mismo, ayudarte a ti mismo. Puedes ser el dios de ti mismo. El mercadillo de la autoayuda, aderezado con alimentación bio, mindfulness, historias de superación personal y olor a incienso, ha alcanzado enormes dimensiones.
Una constante: en el centro, el YO hipertrofiado y todopoderoso. El yo que ha olvidado por completo su condición de criatura a quien la vida le ha sido regalada.
En instagram y facebook se mezcla el postureo con la espiritualidad de mercadillo. Por favor, instagramers, no más fotos mirando al infinito acompañadas de frases de superación personal y motivación. Ahorraros los momentos de inspiración poética, por favor. Ni más selfies frente al espejo o haciendo deporte lanzando mensajes de pensamiento positivo y esfuerzo personal. Ni esas otras de pies en el agua sacando la vena más artística… Hay vida más allá del YO.
Vaciarnos de nosotros mismos da vértigo, pero Él no quita nada, nos lo da todo, multiplica lo poco que entregamos como multiplicó el vino y los panes y los peces. Él, más íntimo a nosotros que nosotros mismos, no aliena, no anula nuestra personalidad sino que saca lo mejor de nosotros mismos cuando aprendemos a renunciar a la autorrealización, al éxito y al reconocimiento del mundo. “Quien pierda su vida por Mí, la encontrará”. Cuando dejamos espacio para que Él entre y colme todo de sentido, encontramos un consuelo que es leche y miel, un consuelo que, una vez gustado, no admite sucedáneos.
Ante el sufrimiento y el fracaso, no es necesario buscar la medicina en el mercadillo de la autoayuda. “No pidas cuentas a Dios. Si nos cita en la noche, no rehusemos las tinieblas”. No perdamos el camino siguiendo atajos. La confusión y dispersión es enorme y, al final, acaba uno en medio de la nada.
Frente a los constantes mensajes de superación y esfuerzo personal, dice la Escritura: “Dios da el pan a sus amigos mientras duermen”. En este mundo hiperexigente e hipercompetitivo lo habitual es que trabajemos hasta la extenuación, creyendo que todo depende de nosotros mismos y que lo que obtengamos como fruto de nuestro esfuerzo nos pertenece. Ni rastro de agradecimiento, de recordar mínimamente nuestra condición de criaturas. Pero tampoco hay ni rastro del profundo descanso que regala el abandono. Me inspira enorme compasión el cansancio extremo que veo en tantas personas que viven “a pelo” exclusivamente desde su yo. La fe nos permite descansar existencialmente. El poder de Dios multiplica la eficacia del hombre. Mi vida: en tus manos.
“Que Tú crezcas y yo disminuya”. Paradójicamente, ésa sigue siendo la clave de nuestra verdadera realización: entregar la vida y soltar las riendas. Let go, let God.
Una constante: en el centro, el YO hipertrofiado y todopoderoso. El yo que ha olvidado por completo su condición de criatura a quien la vida le ha sido regalada.
En instagram y facebook se mezcla el postureo con la espiritualidad de mercadillo. Por favor, instagramers, no más fotos mirando al infinito acompañadas de frases de superación personal y motivación. Ahorraros los momentos de inspiración poética, por favor. Ni más selfies frente al espejo o haciendo deporte lanzando mensajes de pensamiento positivo y esfuerzo personal. Ni esas otras de pies en el agua sacando la vena más artística… Hay vida más allá del YO.
Vaciarnos de nosotros mismos da vértigo, pero Él no quita nada, nos lo da todo, multiplica lo poco que entregamos como multiplicó el vino y los panes y los peces. Él, más íntimo a nosotros que nosotros mismos, no aliena, no anula nuestra personalidad sino que saca lo mejor de nosotros mismos cuando aprendemos a renunciar a la autorrealización, al éxito y al reconocimiento del mundo. “Quien pierda su vida por Mí, la encontrará”. Cuando dejamos espacio para que Él entre y colme todo de sentido, encontramos un consuelo que es leche y miel, un consuelo que, una vez gustado, no admite sucedáneos.
Ante el sufrimiento y el fracaso, no es necesario buscar la medicina en el mercadillo de la autoayuda. “No pidas cuentas a Dios. Si nos cita en la noche, no rehusemos las tinieblas”. No perdamos el camino siguiendo atajos. La confusión y dispersión es enorme y, al final, acaba uno en medio de la nada.
Frente a los constantes mensajes de superación y esfuerzo personal, dice la Escritura: “Dios da el pan a sus amigos mientras duermen”. En este mundo hiperexigente e hipercompetitivo lo habitual es que trabajemos hasta la extenuación, creyendo que todo depende de nosotros mismos y que lo que obtengamos como fruto de nuestro esfuerzo nos pertenece. Ni rastro de agradecimiento, de recordar mínimamente nuestra condición de criaturas. Pero tampoco hay ni rastro del profundo descanso que regala el abandono. Me inspira enorme compasión el cansancio extremo que veo en tantas personas que viven “a pelo” exclusivamente desde su yo. La fe nos permite descansar existencialmente. El poder de Dios multiplica la eficacia del hombre. Mi vida: en tus manos.
“Que Tú crezcas y yo disminuya”. Paradójicamente, ésa sigue siendo la clave de nuestra verdadera realización: entregar la vida y soltar las riendas. Let go, let God.
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