El hombre, un ser familiar por naturaleza
El hombre es un ser social, vive en sociedad. La sociedad es, en primer lugar, la familia. Luego el hombre es un ser familiar, vive principalmente en familia.
por José F. Vaquero
Nuestros políticos, como buena parte de la sociedad, se van de vacaciones. Y suponemos, y esperamos, que también tengan unas semanas de vacaciones las noticias políticas. Desayunamos, comemos y cenamos con noticias políticas, y con frecuencia poco animantes: corrupción política, individualismos y discusiones políticas, mucho gasto político y poca mejora social. Política, política, política.
Más de alguno recordará, con cierta ingenuidad: es la sabiduría de Platón y los griegos clásicos, su descripción del hombre como zoon politikón, animal político. Hagamos un poco de justicia al bueno de Platón y a su “política”. La política griega clásica, a la que se refería el filósofo, dista mucho de la política como un modo de ganarse la vida (ganar dinero) gracias al partido, a la trepa dentro del mismo, o a sus fundaciones y enchufes. Su zoon politikón lo expresa la sociología clásica y moderna como “el ser humano es un ser social por naturaleza”, nace, crece y vive en sociedad.
Vemos clara esta afirmación, aunque no han faltado pensadores que se agarran a un pesimismo social por naturaleza: el hombre es un lobo para el hombre, y el otro siempre es mi enemigo, mi límite, mi barrera para poder crecer y auto realizarme. El hombre es un ser social, pero demos un paso más. ¿Cuál es la sociedad más básica, la primera, la más sencilla? Según nos enseña la biología, la psicología, y sobre todo el sentido común, esa primera sociedad es la familia.
Si los estudiantes de lógica, esa técnica que nos ayuda a pensar, tenían razón, podríamos resumir diciendo:
El hombre es un ser social, vive en sociedad.
La sociedad es, en primer lugar, la familia.
Luego el hombre es un ser familiar, vive principalmente en familia.
El razonamiento, el pensamiento, las ideas, están ahí. ¿Pero realmente es tan importante la sociedad? ¿Lo sabemos y por ello la cuidamos? Que la familia es importante creo que lo sabemos; y lo hemos visto en la reciente crisis económica con bastante claridad. ¡Cuántas familias, prisioneras del paro o de trabajos extenuantes, salen adelante gracias al apoyo de los abuelos, apoyo económico y apoyo educacional cuidando a los nietos!
Pero eso de que la sociedad cuide la familia, no lo veo muy claro. Hace cuarenta o cincuenta años había asociaciones importantes en el entramado social que favorecían a los huérfanos y sus familias. Era un problema que preocupaba a la sociedad, y con razón. Una familia sin padre, o sin madre, necesitaba especiales cuidados económicos y sociales, y temperamentos fuertes para sacar adelante la familia: cinco hijos a cargo de la viuda de un soldado muerto en la guerra o de un trabajador fallecido en un accidente laboral; o cinco hijos a cargo del viudo que había perdido a su mujer por una complicación médica hospitalaria.
Ahora, sin embargo, “creamos” a niños huérfanos con demasiada ligereza, porque una mujer soltera siente grandes deseos de ser madre, y médicamente reduce al padre a un esperma anónimo facilitado por la clínica de fecundación in vitro. Ya no son problemas los niños huérfanos. Todo está justificado por el deseo, y una industria más que genera beneficios económicos.
Ahora, sin embargo, “facilitamos” la orfandad del niño a través del divorcio fácil. Unos y otros repiten que hay que buscar el bien de los hijos, que los hijos son las principales víctimas de un divorcio o una separación, pero a mi juicio falta un interés sincero y eficaz por solucionar y reducir estos problemas. El problema en un divorcio no aparece cuando los padres se dirigen a un abogado de familia, para ver cómo gestionan mejor la separación, sino muchos meses o años antes, quizás cuando se empezó la relación, pensada como un “seguimos adelante mientras las cosas funcionen”, nos sintamos bien, mientras duren las burbujas del enamoramiento físico y sexual.
Cuando la Iglesia insiste en el matrimonio como un compromiso serio, exclusivo, que hay que madurar juntos el novio y la novia no es por capricho; es por la profundidad de la decisión, tanto para los novios como para los futuros hijos. Un ejemplo más de que la Iglesia es experta en humanidad, conoce al ser humano y quiere su bien integral, más allá de un número más en sus datos de estadísticas sacramentales.
Ante un problema económico pensamos, con cierta facilidad, en solicitar la ayuda de la Iglesia a través de Caritas. Y son muchas las personas que viven gracias a esta obra de la Iglesia. ¿No deberíamos hacer lo mismo ante un problema matrimonial, cuando están asomando las primeras señales? Acudir a la Iglesia, a través de su “Caritas familiar”, sus Centros de Orientación Familiar (COF).
Más de alguno recordará, con cierta ingenuidad: es la sabiduría de Platón y los griegos clásicos, su descripción del hombre como zoon politikón, animal político. Hagamos un poco de justicia al bueno de Platón y a su “política”. La política griega clásica, a la que se refería el filósofo, dista mucho de la política como un modo de ganarse la vida (ganar dinero) gracias al partido, a la trepa dentro del mismo, o a sus fundaciones y enchufes. Su zoon politikón lo expresa la sociología clásica y moderna como “el ser humano es un ser social por naturaleza”, nace, crece y vive en sociedad.
Vemos clara esta afirmación, aunque no han faltado pensadores que se agarran a un pesimismo social por naturaleza: el hombre es un lobo para el hombre, y el otro siempre es mi enemigo, mi límite, mi barrera para poder crecer y auto realizarme. El hombre es un ser social, pero demos un paso más. ¿Cuál es la sociedad más básica, la primera, la más sencilla? Según nos enseña la biología, la psicología, y sobre todo el sentido común, esa primera sociedad es la familia.
Si los estudiantes de lógica, esa técnica que nos ayuda a pensar, tenían razón, podríamos resumir diciendo:
El hombre es un ser social, vive en sociedad.
La sociedad es, en primer lugar, la familia.
Luego el hombre es un ser familiar, vive principalmente en familia.
El razonamiento, el pensamiento, las ideas, están ahí. ¿Pero realmente es tan importante la sociedad? ¿Lo sabemos y por ello la cuidamos? Que la familia es importante creo que lo sabemos; y lo hemos visto en la reciente crisis económica con bastante claridad. ¡Cuántas familias, prisioneras del paro o de trabajos extenuantes, salen adelante gracias al apoyo de los abuelos, apoyo económico y apoyo educacional cuidando a los nietos!
Pero eso de que la sociedad cuide la familia, no lo veo muy claro. Hace cuarenta o cincuenta años había asociaciones importantes en el entramado social que favorecían a los huérfanos y sus familias. Era un problema que preocupaba a la sociedad, y con razón. Una familia sin padre, o sin madre, necesitaba especiales cuidados económicos y sociales, y temperamentos fuertes para sacar adelante la familia: cinco hijos a cargo de la viuda de un soldado muerto en la guerra o de un trabajador fallecido en un accidente laboral; o cinco hijos a cargo del viudo que había perdido a su mujer por una complicación médica hospitalaria.
Ahora, sin embargo, “creamos” a niños huérfanos con demasiada ligereza, porque una mujer soltera siente grandes deseos de ser madre, y médicamente reduce al padre a un esperma anónimo facilitado por la clínica de fecundación in vitro. Ya no son problemas los niños huérfanos. Todo está justificado por el deseo, y una industria más que genera beneficios económicos.
Ahora, sin embargo, “facilitamos” la orfandad del niño a través del divorcio fácil. Unos y otros repiten que hay que buscar el bien de los hijos, que los hijos son las principales víctimas de un divorcio o una separación, pero a mi juicio falta un interés sincero y eficaz por solucionar y reducir estos problemas. El problema en un divorcio no aparece cuando los padres se dirigen a un abogado de familia, para ver cómo gestionan mejor la separación, sino muchos meses o años antes, quizás cuando se empezó la relación, pensada como un “seguimos adelante mientras las cosas funcionen”, nos sintamos bien, mientras duren las burbujas del enamoramiento físico y sexual.
Cuando la Iglesia insiste en el matrimonio como un compromiso serio, exclusivo, que hay que madurar juntos el novio y la novia no es por capricho; es por la profundidad de la decisión, tanto para los novios como para los futuros hijos. Un ejemplo más de que la Iglesia es experta en humanidad, conoce al ser humano y quiere su bien integral, más allá de un número más en sus datos de estadísticas sacramentales.
Ante un problema económico pensamos, con cierta facilidad, en solicitar la ayuda de la Iglesia a través de Caritas. Y son muchas las personas que viven gracias a esta obra de la Iglesia. ¿No deberíamos hacer lo mismo ante un problema matrimonial, cuando están asomando las primeras señales? Acudir a la Iglesia, a través de su “Caritas familiar”, sus Centros de Orientación Familiar (COF).
Comentarios
Otros artículos del autor
- El misterio del bien y el mal, siempre presente
- Médicos humanos, para niños y mayores
- Buceando en el matrimonio, un iceberg con mucho fondo
- La fecundidad social del matrimonio
- Cuarenta años de la reproducción «in vitro» en España
- Una bola de nieve llamada Belén de la Cruz
- Hakuna, la Carta a Diogneto del siglo XXI
- El drama de los «likes»: ¿qué diría Juan Pablo II?
- Procesiones y profesiones
- ¿Qué pasa con la natalidad?