Alzheimer y eutanasia
por Pedro Trevijano
Hace unos días, en mi anterior artículo Ante la ley de la eutanasia publicado en Religión en Libertad, escribía: "Además, con el pecado nos situamos en una postura de enfrentamiento con Dios y con el prójimo, postura que tiene también consecuencias sociales, tanto más cuanto que implico al menos a otra persona en un homicidio, con la agravante que sabemos, porque esa película la hemos visto demasiadas veces en los países donde primero el aborto y ahora la eutanasia están vigentes: que un porcentaje relativamente elevado de personas eutanasiadas son personas a quienes se les aplica contra su voluntad. El caso de Holanda es claro: muchos ancianos holandeses emigran o llevan consigo una tarjeta que dice: 'En caso de enfermedad, no se me lleve a un hospital', porque saben que allí su vida corre serio peligro. Creo que buena parte de los ancianos españoles no deseamos tener que llevar esa tarjeta".
No hay que ser ningún profeta para saber que esa profecía va a realizarse. Lo que no me esperaba es que empezase a realizarse tan pronto. Mi artículo es del 18 de febrero y hoy, día 21, leo en La Razón lo siguiente: “El ministro de Sanidad, Salvador Illa, se mostró favorable a que la nueva ley incluya bajo su paraguas a pacientes en fase de deterioro cognitivo leve o de demencia leve... Illa admitió que los pacientes con enfermedades neurodegenerativas tienen unas características particularmente complejas, pero que en cualquier caso es fundamental que la norma que va a debatirse en el Congreso ofrezca una solución a estos pacientes. La ley se ejecutará con todos los derechos y garantías y se adaptará a las particularidades de todos los pacientes, entre ellos las que presentan los enfermos de alzheimer”.
Soy capellán de una residencia de enfermos de alzheimer y por ello soy consciente que las necesidades de estos enfermos son fundamentalmente dos, que son las necesidades básicas de cualquier ser humano: alimentación y afecto. En este sentido nunca me olvidaré de una paciente a la que yo llamaba “el reloj biológico”, porque todos los días su hija iba a verla a determinada hora. La paciente, como todos los enfermos, carecía de reloj, pero en cuanto la hija se retrasaba un par de minutos, empezaba a llorar. Como capellán, mi tarea consiste fundamentalmente en darles cariño, aunque también les digo la misa una vez por semana y ahí es impresionante ver como enfermos que están ya bastante deteriorados, todavía se acuerdan de algunas oraciones y son conscientes de que están recibiendo la Comunión. Creo que es uno de los últimos puntos en los que se desconectan con la realidad.
Pero cuando se me pregunta para qué sirve un enfermo de alzheimer, lo tengo muy claro: si bien es cierto que hay enfermos que son ignorados por sus familias, también es cierto que me encuentro allí con una serie de personas que visitan a sus seres queridos con gran frecuencia, incluso todos los días. Estoy convencido de que el sufrimiento madura y enriquece humana y espiritualmente a quien sabe llevarlo. Cuando veo el comportamiento, realmente heroico, de algunas personas y familias, no puedo por menos de pensar que lo que ha enriquecido espiritualmente a esas familias ha sido sin duda el no haberse echado atrás y el haber hecho todo lo posible para que a su pariente enfermo no le faltase su cariño. Como decía San Maximiliano María Kolbe: “El libro más bello y auténtico donde se puede profundizar este amor es el Crucifijo”. Su buena acción, que no es otra cosa sino la realización del mandamiento cristiano del amor, les da una categoría humana y en ocasiones también cristiana que no tendrían sin esa buena acción. Y es que los favores nunca son en una sola dirección, sino que son siempre en ambas direcciones, incluso en ese estado de decadencia senil. Estoy convencido igualmente de que la inmensa mayoría de ellos y de sus familias, al menos las que dan el callo, no desean que se le aplique la eutanasia.
Elevo mi oración a Dios y mi voz a los hombres, para que aquí no suceda lo que sucedió en la Alemania nazi, primer país que legalizó la eutanasia: que estos enfermos sean asesinados. Se me podrá objetar que en la Alemania nazi se les mataba directamente y aquí sólo se permite que se les mate. Pero me parece que quienes no auxilian a quienes van a ser asesinados e incluso favorecen con su pasividad y legislación estos crímenes son también unos criminales. Desde luego eso es lo que enseña la Iglesia Católica (Gaudium et Spes nº 27; Catecismo de la Iglesia Católica nº 2324; encíclica Evangelium Vitae nº 65).
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