El indulto de Agatha Christie
Se cumplen cincuenta años de un acontecimiento que el ‘catolicismo pompier’ prefiere sepultar, para que sus errores clamorosos -que están destrozando a la Iglesia- pasen inadvertidos a los fieles despistados. En 1971, consternados por la penosa reforma litúrgica vaticanosegundona, un grupo de más de cincuenta escritores y artistas de primerísimo nivel suplicaron mediante carta a Pablo VI que la Iglesia evitara la desaparición de la misa tridentina, en beneficio de las pachangas guitarreras.
Entre los peticionarios hallamos al católico progresista Graham Greene y al católico tradicional Evelyn Waugh; pero junto a ellos, otros grandes escritores del ámbito anglosajón, desde Robert Graves a W. H. Auden, desde Iris Murdoch a Agatha Christie. Del ámbito francés firmaron aquella carta, entre otros, Robert Bresson, François Mauriac y Jacques Maritain. Desde Italia se sumaron las firmas egregias de Giorgio de Chirico, Eugenio Montale y Salvatore Quasimodo. Del ámbito hispánico, la representación es más exigua, aunque no menos impactante: Salvador de Madariaga, María Zambrano, Andrés Segovia y Jorge Luis Borges.
En la carta leemos, entre otras afirmaciones: "En la civilización materialista y tecnocrática de hoy, con su creciente amenaza para el espíritu en su expresión creativa original -la palabra-, parce especialmente inhumano privar al hombre de formas verbales que han alcanzado su más excelsa manifestación. Los firmantes de este pedido (...) quieren llamar la atención de la Santa Sede sobre la apabullante responsabilidad en la que incurriría en la historia del espíritu humano si se negara a permitir la subsistencia de la Misa Tradicional".
Cuentan que Pablo VI, impresionado por la talla de los peticionarios, accedió a preservarla en algunas iglesias de Inglaterra, aunque el taimado monseñor Bugnini -encargado de la demolición litúrgica- exigió que no se diera publicidad al permiso. La misa tradicional, aunque relegada a la clandestinidad, fue entonces indultada gracias a aquella carta (que pasaría a denominarse "el indulto de Agatha Christie"). Así permanecería hasta que Benedicto XVI facilitase -tampoco demasiado- su celebración: ahora un capricho o desvarío porteño ha devuelto groseramente la misa tradicional a las catacumbas. El despotismo oriental con que se ha perpetrado esta barbarie será para siempre execrado en la historia del espíritu humano.
Medio siglo después de aquella carta, escritores y artistas contemplan con indiferencia o jocoso desdén las mutilaciones que una Iglesia decrépita se autoinflige. Y es que la liturgia es la 'forma' de la Iglesia, el principio vivificante del culto debido a Dios, que es su 'materia'. La misa tradicional era el alma de la Iglesia; y, renegando de ella, la Iglesia se queda gravemente herida en su alma, despreciada por los artistas, cada vez más patéticamente deseosa de complacer al mundo, a solas con sus mazorrales pachangas guitarreras. No se reniega del sello de Dios impunemente.
Publicado en ABC.