Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Smartphone, un reto

Chica joven con un móvil.
A la edad a la que muchos niños y adolescentes disponen ya de móvil carecen de madurez y criterio para regular el papel que tiene en su vida y para advertir sus riesgos. Foto (contextual): Laura Chouette / Unsplash.

por Ángel Cabrero Ugarte

Opinión

Es sorprendente hasta dónde puede llegar la irresponsabilidad en muchos padres. Quizá el medio más claro de deseducación en nuestros tiempos es el móvil. No habrá ningún educador, o al menos ningún educador con dos dedos de frente, que aconseje dejar al niño con el smartphone, así, sin más.

Stefania Garassini ha publicado un libro bien concreto, breve y útil: Smartphone. 10 razones para no regalarlo tan pronto. Asequible, bien pensado y con razonamientos elementales. En el prólogo de Mariolina Ceriotti, dice: “Ser y transmitir son, de hecho, las dos frases circulares de todo proceso educativo, y nada puede enseñarse eficazmente si no pasa primero por una convicción profunda y personal” (p. 10). Si uno no es, no enseña a ser.

Este es el problema más importante que tenemos en nuestra sociedad en cuanto a la educación de los hijos: los padres no pueden enseñar lo que no hacen, y los padres, con gran frecuencia, no tienen dominio sobre el móvil. Tienen, lo vemos a todas horas, adicción. El móvil “es una herramienta poderosa y compleja, diseñada para convertirse en algo indispensable para quien la usa. Se necesita madurez y habilidades críticas para manejarlo de la mejor manera posible” (p. 13). ¿A qué edad tiene el joven madurez para discernir con claridad?

Portada de 'Smartphone'.

Smartphone: una reflexión necesaria y muy práctica.

Un concepto peligroso: el joven es “nativo digital”. A este respecto dice Alessandro d’Avenia: “El nativo digital es la cara que hemos dado al miedo: la velocidad del progreso en los últimos años y el ritmo de la vida al que estamos sometidos hace que el diálogo entre generaciones, ya de por si difícil, se atasque más” (p. 17). El hecho de que vayan muy deprisa en el manejo no quiere decir que los hijos ya gocen de la conciencia y la madurez necesarias a los 13 años.

“Durante la adolescencia construimos quiénes somos y cómo somos vistos por los demás” (p. 23). Y “solo alrededor de los 19 años se consolida la percepción de sí mismo y de cómo es visto por los demás” (p. 24). Tenemos cierta clarividencia de que, en los tiempos que corren,  hay adolescentes con bastantes más años. Y durante la adolescencia el joven se mueve, en gran medida, por lo que hacen los otros. En la preadolescencia cambian tanto las costumbres que los investigadores hablan de un verdadero precipicio cuando se llega a la escuela secundaria. Es entonces cuando el medio se hace difícil de dominar.

El smartphone es adictivo. “Al igual que un supermercado está diseñado para hacernos comprar mucho más de lo que necesitamos, la pantalla del teléfono móvil está organizada para que podamos pasar el mayor tiempo posible mirándola. Todo tiene como objetivo mantenernos enganchados, explotando nuestras características psicológicas” (p. 30). Podemos hablar de una verdadera ingeniería de la adicción. Caer en un estado de dependencia es, por lo tanto, bastante fácil cuando las mayores industrias informáticas del planeta están trabajando para lograrlo.

“Un nivel más preocupante de contenido adulto con el que un niño con un teléfono móvil entra inevitablemente en contacto es el de las fotos y vídeos pornográficos, accesibles en unos pocos clics a cualquier edad” (p. 54). El consumo de pornografía es adictivo y sustituye la imaginación romántica que todos hemos alimentado desde la adolescencia por algo mucho más crudo y material, la satisfacción inmediata de un instinto de una manera aparentemente simple. También ayuda a alimentar la demanda -por tanto, el mercado- de formas de prostitución y explotación que ciertamente cualquiera de nosotros condenaría.

¿Podemos quedarnos indiferentes ante el uso del móvil de los jóvenes?

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