Opiniones a debate
¿Se puede opinar de todo? De entrada sí, como opinión que procede de una persona. Y a continuación, como sucesión de argumentos con pretensión de verdad, tendrá mayor o menor peso en función de éstos.
por José F. Vaquero
Vuelve a estar en la cima de la polémica, no sé si de modo real o provocad por ciertos intereses, la discusión sobre el aborto y la futura ley de protección del no nacido. ¿Le interesa polemizar al partido socialista? ¿Hay divisiones internas dentro del partido popular? Como todo debate político, y en general los partidos suscitan debates políticos, tiene mucho de política. Pero más allá hay un tema sobre el que nos podemos y debemos preguntar, con cabeza y corazón. Si sólo nos apoyamos en una pata, sea ésta la que sea, después de cuatro pasos, o cuatro escaleras, terminaremos en el suelo.
¿El aborto, como tantas otras cosas, es algo sobre lo que se puede opinar? La primera respuesta es afirmativa: una opinión, por ser tal, viene de una persona, y por tanto merece un respeto inicial, no por ser opinión, sino por la persona que la expresa. Ahora bien, como opinión, es decir, como sucesión de argumentos con pretensión de verdad, tendrá mayor o menor peso en función de éstos. Opinión, dice el diccionario, es un dictamen o juicio que se forma de algo cuestionable.
Frases como «opino…» o «me parece…» traen a mi memoria el pensamiento y la filosofía platónica. Para Platón, nuestra realidad cercana se mueve en el arco de la opinión, la apariencia, el dokeo. Vemos unas sombras que parecen algo. Sólo vemos claro a la luz del «mundo de las Ideas», y las opiniones son más acertadas cuanto más se acercan a ese universo abstracto y platónico; de ahí el significado del adjetivo, en ocasiones peyorativo.
En los mismos tiempos y lugares, Aristóteles trató de tirar del pie a su compañero Platón, que empezaba a volar hacia el mundo de las Ideas. Pisa la tierra, lo concreto, el aquí y ahora. Bien lo reflejó Rafael en el cuadro de La escuela de Atenas. Síntesis de la filosofía, Platón y Aristóteles ocupan el lugar central. Platón, sosteniendo el Timeo y con el dedo levantado hacia arriba; Aristóteles, con su Ética y la palma de la mano vuelta hacia abajo. Aristóteles no se conforma con la apariencia y persigue la ciencia, el conocimiento cierto de la realidad por sus causas. Y las causas, traduciendo un poco sui generis su doctrina, pueden ser próximas o inmediatas, remotas y finales. Si un evento se produce por una causa, conoceremos mejor dicho evento, e incluso podremos explicarlo y repetirlo.
Así nació la ciencia, y los científicos: observar un acontecimiento o una realidad, aventurar sus posibles causas y luego comprobar que las causas producen dicho efecto. Es lo que en el siglo XVII, cuando Aristóteles estaba muerto y bien muerto, llamaron el método hipotético deductivo: observo, planteo una hipótesis, y analizo si mi hipótesis corresponde con la realidad o no. El peso de la teoría científica es proporcional al peso de los argumentos que sustentan, «prueban» la hipótesis.
Acercándonos al debate del aborto, por ejemplo. Si la hipótesis es que la mujer, cuando se queda embarazada, tiene un «tejido» más, un cúmulo de células, una parte más de su cuerpo, la deducción es clara: igual que se extirpa un grano, se extirpa «eso». Toca ahora analizar y cribar la hipótesis, para juzgar lo científico de la conclusión. Juicio médico que los médicos, científicos de la vida, tendrán que realizar. La mayoría de los médicos, incluso médicos abortistas, no validan tan rápidamente esta hipótesis.
Hasta aquí la pata de la inteligencia; estudiosos y científicos podrían aportar y juzgar muchos más hechos. ¿Qué hacemos con la otra pata, la del corazón, que es también importante? Lo he repetido en varias ocasiones, y lo sigo diciendo. Para la inmensa mayoría de las personas el aborto no es una solución elegante, algo que podemos hacer como comprar un coche o vender un libro. El aborto es un fracaso, una interrupción, un corte en el desarrollo de un proceso. La misma palabra tiene tintes negativos. ¿Por qué entonces no se abren la puerta a otras salidas, apoyando y ayudando a la mujer madre? ¿Acaso la única solución es la eliminación del problema, «solución» de la que muchas mujeres se arrepienten?
Algunas organizaciones pro-vida difunden el claro error científico y humano que se comete con el aborto, eliminando la vida de alguien que ya la había recibido. Y creo que su labor es importante. El ser humano es un ser racional, pensante, y necesita conocer la verdad. Hay muchas organizaciones que, aceptando plenamente estas constataciones científicas, centran su actividad en ayudar a las mujeres embarazadas, a los concebidos amados por sus madres, pero con alguna situación problemática. ¿La única salida es la eliminación del problema? ¿O la búsqueda en positivo del bien para todos los implicados, madre, hijo, padre, familia, y por derivación toda la sociedad?
¿El aborto, como tantas otras cosas, es algo sobre lo que se puede opinar? La primera respuesta es afirmativa: una opinión, por ser tal, viene de una persona, y por tanto merece un respeto inicial, no por ser opinión, sino por la persona que la expresa. Ahora bien, como opinión, es decir, como sucesión de argumentos con pretensión de verdad, tendrá mayor o menor peso en función de éstos. Opinión, dice el diccionario, es un dictamen o juicio que se forma de algo cuestionable.
Frases como «opino…» o «me parece…» traen a mi memoria el pensamiento y la filosofía platónica. Para Platón, nuestra realidad cercana se mueve en el arco de la opinión, la apariencia, el dokeo. Vemos unas sombras que parecen algo. Sólo vemos claro a la luz del «mundo de las Ideas», y las opiniones son más acertadas cuanto más se acercan a ese universo abstracto y platónico; de ahí el significado del adjetivo, en ocasiones peyorativo.
En los mismos tiempos y lugares, Aristóteles trató de tirar del pie a su compañero Platón, que empezaba a volar hacia el mundo de las Ideas. Pisa la tierra, lo concreto, el aquí y ahora. Bien lo reflejó Rafael en el cuadro de La escuela de Atenas. Síntesis de la filosofía, Platón y Aristóteles ocupan el lugar central. Platón, sosteniendo el Timeo y con el dedo levantado hacia arriba; Aristóteles, con su Ética y la palma de la mano vuelta hacia abajo. Aristóteles no se conforma con la apariencia y persigue la ciencia, el conocimiento cierto de la realidad por sus causas. Y las causas, traduciendo un poco sui generis su doctrina, pueden ser próximas o inmediatas, remotas y finales. Si un evento se produce por una causa, conoceremos mejor dicho evento, e incluso podremos explicarlo y repetirlo.
Así nació la ciencia, y los científicos: observar un acontecimiento o una realidad, aventurar sus posibles causas y luego comprobar que las causas producen dicho efecto. Es lo que en el siglo XVII, cuando Aristóteles estaba muerto y bien muerto, llamaron el método hipotético deductivo: observo, planteo una hipótesis, y analizo si mi hipótesis corresponde con la realidad o no. El peso de la teoría científica es proporcional al peso de los argumentos que sustentan, «prueban» la hipótesis.
Acercándonos al debate del aborto, por ejemplo. Si la hipótesis es que la mujer, cuando se queda embarazada, tiene un «tejido» más, un cúmulo de células, una parte más de su cuerpo, la deducción es clara: igual que se extirpa un grano, se extirpa «eso». Toca ahora analizar y cribar la hipótesis, para juzgar lo científico de la conclusión. Juicio médico que los médicos, científicos de la vida, tendrán que realizar. La mayoría de los médicos, incluso médicos abortistas, no validan tan rápidamente esta hipótesis.
Hasta aquí la pata de la inteligencia; estudiosos y científicos podrían aportar y juzgar muchos más hechos. ¿Qué hacemos con la otra pata, la del corazón, que es también importante? Lo he repetido en varias ocasiones, y lo sigo diciendo. Para la inmensa mayoría de las personas el aborto no es una solución elegante, algo que podemos hacer como comprar un coche o vender un libro. El aborto es un fracaso, una interrupción, un corte en el desarrollo de un proceso. La misma palabra tiene tintes negativos. ¿Por qué entonces no se abren la puerta a otras salidas, apoyando y ayudando a la mujer madre? ¿Acaso la única solución es la eliminación del problema, «solución» de la que muchas mujeres se arrepienten?
Algunas organizaciones pro-vida difunden el claro error científico y humano que se comete con el aborto, eliminando la vida de alguien que ya la había recibido. Y creo que su labor es importante. El ser humano es un ser racional, pensante, y necesita conocer la verdad. Hay muchas organizaciones que, aceptando plenamente estas constataciones científicas, centran su actividad en ayudar a las mujeres embarazadas, a los concebidos amados por sus madres, pero con alguna situación problemática. ¿La única salida es la eliminación del problema? ¿O la búsqueda en positivo del bien para todos los implicados, madre, hijo, padre, familia, y por derivación toda la sociedad?
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