Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

¿Es posible la paz?


Si observamos la situación de Oriente Medio desde hace siglos y sólo confiamos en las pasiones del hombre, la perspectiva es negativa; si miramos al hombre desde Dios... la perspectiva mejora.

por José F. Vaquero

Opinión

De hora en hora aumenta la tensión en Siria, país que lleva años sufriendo una guerra civil, abierta o solapada. Durante las últimas semanas el conflicto ha tomado grandes dimensiones, ya sea por las acciones violentas de los rebeldes, que defienden sus derechos, ya sea por las represalias y ataques de las fuerzas gubernamentales, llegando, según apuntan las evidencias, al uso de armas químicas. ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos? El análisis es complejo, se encuentran también presentes grupos del terrorismo islámico Un dato es obvio: en medio de este drama un anhelo del corazón vuelve a clamar: el deseo de la paz.

En tierras más cercanas a nuestro país, y hace casi veinticinco siglos, Aristóteles proclamó una de sus constataciones básicas en el campo de la ética: “Todo hombre, por naturaleza, desea ser feliz”. En la situación actual de Siria, y de tantos otros conflictos violentos, nacionales e internacionales, podríamos traducir el axioma aristotélico como “Todo hombre, por naturaleza, desea la paz”. Y si es un deseo natural universal, tan presente en todo ser humano, ¿no será porque su realización es posible? Dos opciones se nos presentan: o la convicción de que la paz es posible, aunque no lleguemos a una paz perfecta, o bien damos la razón a los nihilistas existencialistas: el hombre es una pasión inútil, y no merece la pena preocuparse por nada.

El Papa Francisco, que nos enseña a ver la realidad humana desde Dios, se inclina por la primera opción. La paz es posible, aunque como todo lo humano, nunca será perfecta; necesitamos el empujón de Dios, el don divino, y por eso hay que pedirla a Dios como don suyo. Y en esa oración no tiene problemas en que todo hombre religioso, según su religión, la pida y la busque. Francisco, que inició su pontificado rezando, nos pide que esta semana intensifiquemos la oración y el ayuno.

Hay muchos grados de paz: la no violencia, la paz militar, la paz social, la paz humana de la convivencia. Y como sucede con tantas cosas buenas, nos acordamos de ella cuando la perdemos, o cuando contemplamos su drástica disminución en quien nos rodea. Con la escalada de violencia en Siria está creciendo también el anhelo de paz, el deseo de paz, la preocupación por la paz en este país, cuna de refugiados de Oriente Medio, y ahora tan castigado incluso por sus dirigentes. Nos hacemos sensibles ante el dolor en Siria, y esto es bueno, ¿pero sólo hay guerra, conflictos violentos, en este país? No trato de quitar importancia a la situación de Siria; quiero llamar la atención sobre tantos países en guerra, declarada o no, y sobre tantos países esclavos de la pobreza o los abusos de una clase dirigente.

Antes de continuar, una reflexión sobre la situación de tantos países víctimas de la guerra y la violencia. Es curioso que muchos de esas situaciones se conocen por los medios de comunicación “religiosos”, por agencias de noticias de la Iglesia, comentarios de periodistas “improvisados” y “aficionados” en esos países, en realidad misioneros que cuentan su situación. ¿Será que la Iglesia está con quien sufre, haya o no petróleo, haya o no dinero, haya o no diamantes? ¿Dónde están los profesionales y los medios de comunicación en muchos conflictos de África, Asisa o Sudamérica?

Tomando a Siria como doloroso ejemplo de estos conflictos, tal vez uno de los países que actualmente más está sufriendo la falta de paz, la guerra, son terribles los efectos de esta guerra, de toda guerra: “Este conflicto -narra un testigo- convirtió a Siria en un campo de batalla, destruyendo el mundo del trabajo, la inocencia de la niñez, la paz de las familias, así como las infraestructuras, escuelas, lugares de culto, casas y hospitales”. “Lo más dramático es la ausencia de cualquier forma de diálogo en los últimos tres años, mientras que la angustia y desesperación habitan este pequeño pueblo, indefenso y mártir”

¿Es posible la paz? Si observamos la situación de Oriente Medio desde hace siglos y sólo confiamos en las pasiones del hombre, la perspectiva es negativa; si miramos al hombre desde Dios, al hombre caído pero con anhelo de bien, felicidad verdadera, paz verdadera, la perspectiva mejora. Y si confiamos en el poder sanador de Dios, que quiere elevar al hombre de su limitación, su debilidad, su pecado, su egoísmo, la paz es posible.
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