Belleza, gratuidad, camaradería
El Papa, el fútbol y el hombre. Si Jesucristo se ha hecho plenamente Hombre para salvar al hombre, ¿por qué dejar de lado algunos ámbitos de nuestra humanidad?
por José F. Vaquero
“Podéis pedir a Dios por todo lo que queráis..., menos por el fútbol”. Los últimos días he oído varias veces esta invitación para dirigir a Dios las muchas peticiones que llevamos en el corazón; siempre matizando con la correspondiente coletilla. La victoria en un partido de fútbol, como en muchas competiciones humanas, no es ni buena ni mala. Nos puede agradar más o menos -a nadie le gusta perder- pero una derrota deportiva no es, en sí misma, un mal moral.
El Papa Francisco ha dado la vuelta al matiz de esta frase; en vez de “rezar por el fútbol”, pide a los jugadores de fútbol “que recen por él”. Tiene que jugar un partido, un partido muy importante para él, para la Iglesia y para todos los hombres. Y por eso solicita oraciones para jugar este partido, el partido de la vida, con honestidad y lleno de entusiasmo.
Ha sucedido este martes, en el Palacio Apostólico del Vaticano, donde ha recibido a las selecciones nacionales de Italia y Argentina, antes del partido amistoso entre ambos países. Les ha recordado, y nos ha recordado una vez más, la grandeza del fútbol, del deporte, de toda actividad humana. Y si Jesucristo se ha hecho plenamente Hombre para salvar al hombre, ¿por qué dejar de lado algunos ámbitos de nuestra humanidad?
Con un sencillo análisis, el Papa recuerda “la responsabilidad de la popularidad”. La ética, la santidad, no está fuera del ser humano, ni de los ámbitos que a él, a nosotros, nos interesan. En palabras sencillas, de niño, que nos pueden sonar a frase de “Spiderman”, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, el poder del deportista conocido, del actor famoso, del personaje al que todos miran.
¿Por qué el Papa Francisco habla de belleza? Más allá de la belleza subjetiva, del agrado, del gusto, todo acto bueno puede tener una belleza superior. Y un acto es bueno cuando busca el bien íntegro de la persona, respeta sus derechos, su libertad, su grandeza, y está bañado por el amor gratuito y desinteresado. En esa línea se entiende su invitación a permanecer como amateur; ésa es la vocación inicial y fundante del deportista, del equipo. El aficionado juega al fútbol por y para disfrutar, más allá de la compra-venta de los intereses económicos. Es cierto, no vivimos del aire y necesitamos una base económica. Pero reducirnos a ser objetos que ganan dinero, gastan dinero y giran en torno al dinero, nos deja insatisfechos, con habre y sed de eternidad. Más allá del dinero está la persona.
Confieso que una de las recomendaciones del Papa me ha extrañado, no por el contenido de la palabra, sino por la palabra; y seguro que no soy el único: “camaradería”. Está muy bien hablar de la coordinación del equipo, de que el individualismo no funciona, en el fútbol y en la vida. Más allá del matiz sindical o político que nos pueda venir a la mente, camaradería significa amistad o relación cordial que mantienen entre sí los buenos camaradas. Incluye la amistad, la confianza, la con-vivencia entre las personas. El espíritu de equipo, en el plano deportivo y humano.
Cuando hace varias décadas los Christian Brothers llegaron a Uruguay y empezaron a abrir colegios, una de las actividades que promovieron fue el rugby. ¿Por qué? Es un deporte exigente y muy completo. Cada miembro debe cumplir su misión, con exigencia, trabajo y confianza plena en el resto del equipo. Cada uno colabora y cuenta con la protección del equipo, una protección que recibe y a la vez da. Deben estar tan coordinados que pueden dar un pase al compañero casi sin mirar, porque el compañero se encuentra ahí, justo en el sitio preciso.
En uno de estos institutos, un equipo sería puesto a prueba hasta el límite de lo humanamente soportable. En un vuelo andino, un accidente les deja en medio de la nieve, de los Andes, de la soledad, del aislamiento. Afirmar que lograron sobrevivir sólo por lo que aprendieron en el rugby es un poco aventurado. Pero sin esa cooperación y colaboración mutua, sin ese olvido de sí, también en situaciones límites, hubiera sido bastante más difícil mantener la vida. El deporte nos enseña a a ser hombres, y eso nos ha querido transmitir el Papa Francisco.
El Papa Francisco ha dado la vuelta al matiz de esta frase; en vez de “rezar por el fútbol”, pide a los jugadores de fútbol “que recen por él”. Tiene que jugar un partido, un partido muy importante para él, para la Iglesia y para todos los hombres. Y por eso solicita oraciones para jugar este partido, el partido de la vida, con honestidad y lleno de entusiasmo.
Ha sucedido este martes, en el Palacio Apostólico del Vaticano, donde ha recibido a las selecciones nacionales de Italia y Argentina, antes del partido amistoso entre ambos países. Les ha recordado, y nos ha recordado una vez más, la grandeza del fútbol, del deporte, de toda actividad humana. Y si Jesucristo se ha hecho plenamente Hombre para salvar al hombre, ¿por qué dejar de lado algunos ámbitos de nuestra humanidad?
Con un sencillo análisis, el Papa recuerda “la responsabilidad de la popularidad”. La ética, la santidad, no está fuera del ser humano, ni de los ámbitos que a él, a nosotros, nos interesan. En palabras sencillas, de niño, que nos pueden sonar a frase de “Spiderman”, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, el poder del deportista conocido, del actor famoso, del personaje al que todos miran.
¿Por qué el Papa Francisco habla de belleza? Más allá de la belleza subjetiva, del agrado, del gusto, todo acto bueno puede tener una belleza superior. Y un acto es bueno cuando busca el bien íntegro de la persona, respeta sus derechos, su libertad, su grandeza, y está bañado por el amor gratuito y desinteresado. En esa línea se entiende su invitación a permanecer como amateur; ésa es la vocación inicial y fundante del deportista, del equipo. El aficionado juega al fútbol por y para disfrutar, más allá de la compra-venta de los intereses económicos. Es cierto, no vivimos del aire y necesitamos una base económica. Pero reducirnos a ser objetos que ganan dinero, gastan dinero y giran en torno al dinero, nos deja insatisfechos, con habre y sed de eternidad. Más allá del dinero está la persona.
Confieso que una de las recomendaciones del Papa me ha extrañado, no por el contenido de la palabra, sino por la palabra; y seguro que no soy el único: “camaradería”. Está muy bien hablar de la coordinación del equipo, de que el individualismo no funciona, en el fútbol y en la vida. Más allá del matiz sindical o político que nos pueda venir a la mente, camaradería significa amistad o relación cordial que mantienen entre sí los buenos camaradas. Incluye la amistad, la confianza, la con-vivencia entre las personas. El espíritu de equipo, en el plano deportivo y humano.
Cuando hace varias décadas los Christian Brothers llegaron a Uruguay y empezaron a abrir colegios, una de las actividades que promovieron fue el rugby. ¿Por qué? Es un deporte exigente y muy completo. Cada miembro debe cumplir su misión, con exigencia, trabajo y confianza plena en el resto del equipo. Cada uno colabora y cuenta con la protección del equipo, una protección que recibe y a la vez da. Deben estar tan coordinados que pueden dar un pase al compañero casi sin mirar, porque el compañero se encuentra ahí, justo en el sitio preciso.
En uno de estos institutos, un equipo sería puesto a prueba hasta el límite de lo humanamente soportable. En un vuelo andino, un accidente les deja en medio de la nieve, de los Andes, de la soledad, del aislamiento. Afirmar que lograron sobrevivir sólo por lo que aprendieron en el rugby es un poco aventurado. Pero sin esa cooperación y colaboración mutua, sin ese olvido de sí, también en situaciones límites, hubiera sido bastante más difícil mantener la vida. El deporte nos enseña a a ser hombres, y eso nos ha querido transmitir el Papa Francisco.
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