Tres infertilidades y una fecundidad
por José F. Vaquero
Recientemente han vuelto a aparecer datos preocupantes sobre la creciente infertilidad de hombres y mujeres y los pocos niños que nacen en la mayoría de los países. Aumenta también la infertilidad contra el “deseo natural” de tantos matrimonios por tener hijos. Crece la preocupación por la infertilidad, y es legítimo y normal que así sea. Podríamos identificar tres tipos distintos en que este drama se encarna en nuestro entorno. La fecundación in vitro, como una de las respuestas técnicas a esta situación, tiene muchas lagunas y un elevado coste, económico y humano. El recurso a los vientres de alquiler no convence a grandes sectores de la sociedad, incluidos numerosos grupos feministas. Pero la infertilidad es un fenómeno complejo, y tiene muchas caras, muchos tipos.
El primer tipo lo podríamos llamar infertilidad externa, “extrínseca” en palabras de muchos pensadores. Es un no tener hijos porque se utiliza un elemento físico, químico, hormonal, para evitar la concepción. Igual que utilizamos una cantimplora para evitar pasar sed en nuestro día de senderismo, o compramos unas gafas de sol para evitar que la exposición desmedida al sol dañe nuestra vista, utilizamos un “medicamento” para evitar la concepción. ¿Medicamento? Medicamentos es, según la Real Academia de la Lengua, una sustancia que, administrada interior o exteriormente a un organismo animal, sirve para prevenir, curar o aliviar la enfermedad y corregir o reparar las secuelas de esta. ¿Será que la concepción, y su evidente resultado, son una enfermedad o una secuela de ésta que necesitamos corregir o reparar?
En muchas ocasiones se echa mano de esta infertilidad externa solo de modo temporal. Durante un tiempo, mientras nos asentamos en la carrera profesional o personal, o en la situación económica. Es el segundo tipo de infertilidad, la infertilidad temporal, durante algún tiempo. Es legítimo, y natural, que un matrimonio valore si puede criar y educar a un hijo, o a un hijo más, que se sumaría a los tres que ya tiene. Desde hace mucho tiempo se habla de la “paternidad responsable”. ¿Qué significa esto de paternidad responsable? Juan Pablo II, el Papa de la familia, al hablar de ella escribía “la verdadera paternidad responsable”. Es decir, que hay una paternidad responsable verdadera y otra falsa. Debemos ser responsables de nuestros actos, capaces de dar respuesta al porqué de una acción o de su omisión. Y esa respuesta, dirían los juristas, es imputable a la hora de juzgar mi acción. Pero el juicio no depende sólo, ni principalmente, de por qué o para qué he obrado. Juzgamos los hechos, los actos realizados, ya que el fin no justifica los medios.
Paternidad responsable no significa paternidad confortable, y el “sacrificio” de traer un hijo al mundo es superado con creces si se lo compara con la felicidad profunda que invade el corazón de un padre o una madre. ¿Cómo se traduce esa paternidad responsable a cada matrimonio? Marido y mujer deben hacer un discernimiento personal, una evaluación de sus capacidades y posibilidades, delante de Dios y sin dar protagonismo a su comodidad o egoísmo.
El tercer tipo de infertilidad podría llamarse “infertilidad misteriosa”. Es una especie de cajón de sastre, donde entran muchas circunstancias, no exentas de un halo de misterio, de aspectos que se escapan al control de una tecnología que pretende controlar todo. En unos casos el misterio viene de un análisis superficial, rápido, sin dedicar el tiempo para profundizar en las causas y su posible curación. Mis amigos psicólogos saben que es más rápido curar o mejorar una dolencia con una pastilla que con tres horas de terapia; y en el campo de la fertilidad lo saben demasiado bien. Es más rápido y sencillo diagnosticar una infertilidad “por causa desconocida” que dedicar tiempo a realizar pruebas, análisis, estudios e investigaciones.
En otras ocasiones el misterio viene de ese componente intrínseco a la vida humana, que es su incontrolabilidad. Siempre hay cosas que se nos escapan de nuestro conocimiento, y por más que progresemos, siempre las habrá. En otros casos esta infertilidad tiene causas más que probables provenientes de la edad. La edad biológica, la vida fisiológica y hormonal de los miembros de la pareja, etc. Desde hace años, disciplinas como la naprotecnología están dando buenos resultados científicos, médicos y humanos.
En cualquiera de estos tipos de infertilidad, e incluso en la esterilidad, el ser humano necesita realizarse como persona. También como matrimonio estamos llamados a amar y ser amados. Pero esto no se traduce necesariamente en tener hijos. Los hijos alegran mucho, dan una dimensión nueva y más grande al amor matrimonial. Pero lo principal es que exista este amor, y que este amor se comunique a los demás, al otro cónyuge y al entorno familiar y social que nos rodea. Es la fecundidad que late por encima de la infertilidad, o de la fertilidad.
Otros artículos del autor
- El misterio del bien y el mal, siempre presente
- Médicos humanos, para niños y mayores
- Buceando en el matrimonio, un iceberg con mucho fondo
- La fecundidad social del matrimonio
- Cuarenta años de la reproducción «in vitro» en España
- Una bola de nieve llamada Belén de la Cruz
- Hakuna, la Carta a Diogneto del siglo XXI
- El drama de los «likes»: ¿qué diría Juan Pablo II?
- Procesiones y profesiones
- ¿Qué pasa con la natalidad?