Miércoles, 25 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

La pregunta ante el aborto


Lo primero que me preguntaron fue: "¿Qué necesitas? ¿Necesitas algo de comer? Aquí te vamos ayudar en todo lo que podamos."

por José F. Vaquero

Opinión

Mis vacaciones empezaron escuchando un programa de radio, un reportaje que me dejó pensando rumiando sus contenidos, sus protagonistas, la que yo creía línea editorial del programa y la Fundación que promueven. El contenido versaba sobre el polémico “retroceso” en derechos y libertad que provocó el posicionamiento del ministro de Justicia para evitar los abortos motivados por las enfermedades graves del feto. Perderemos un gran avance, si restringimos la ley del aborto, pregonan algunos; pero a la vez es sentir popular, y declarado por políticos y activistas de uno y otro bando que el aborto es un fracaso, una realidad a la que no se debería llegar, una salida poco fina.

Uno de los protagonistas radiofónicos me impresionó más: la ginecóloga defensora de esta postura, ésa misma que ve como el feto se mueve, reacciona, se comunica (a su nivel) con el mundo intrauterino. Esa profesional que sabe científicamente que está ante un material genético distinto, que vive dentro del seno de la madre (en palabras sencillas, otro ser humano). Esa titulada que estudió y se preparó para curar, sanar, proteger la vida, la vida de la mujer y la vida del embrión.

Había escuchado, en distintas intervenciones de este programa semanal, la promoción de una Fundación que dedica sus fuerzas y recursos a la investigación de discapacidades y enfermedades raras, Fundación Isabel Gemio, nombre propio que coincide con la directora del programa de radio. Y ahora, en el mismo programa, una ginecóloga estaba abogando por el aborto cuando tal vez (y recalco, tal vez) el feto padezca cierta discapacidad. ¿Si la discapacidad es del feto mejor eliminarlo, y sí es de un nacido pedimos fondos para cuidarlo y atenderlo? Entiendo que la dirección del programa (y la fundación en cuestión) respeten la opinión de los entrevistados; aunque no deja de inquietarme.

No me gusta descarnar la realidad, y sé que hay casos, quizás demasiado frecuentes, en los que aparece el drama de un embarazo inesperado (aunque en el fondo se hayan dados los pasos hacia él). Las palabras son de una mujer de Sevilla, que se encontró de repente con este drama.

“Era mi último año de carrera y sin esperármelo, mi bebé llamó a la puerta. En esos momentos me sentí muy confusa, muy perdida, y sobre todo con mucho mucho miedo. Mi preocupación era que no tenía trabajo, ni siquiera un papá para darle a ese bebé. Pensaba en esos momentos que no tenía nada que ofrecerle y que no podría hacerle feliz. Por suerte encontré otra voz, aquí, en la Asociación [ASDEVI], que me decía lo contrario y me apoyó en esos duros momentos”.

Miedo, desesperación, soledad, y ante ello, ¿qué hacer? ¿Poner la mano para que paguen una buena factura a cambio de eliminar físicamente el problema y agrandarlo psicológicamente? ¿O buscar una salida para la parte más desprotegida, el embrión, y para la madre que quiere la vida de su hijo? Quizá peque de ingenuidad, pero me resisto a pensar en una madre que, rodeada de circunstancias favorables, quiera eliminar a su propio hijo (perdón, interrumpir voluntariamente su embarazo).

El que busca encuentra, y esta mujer sevillana encontró una solución para su problema, para su bebé, y para su vida. Lo encontró en la Asociación ASDEVI (ProVida Sevilla). Ante un problema, una solución seria, concreta, humana.

“Tenía un previo concepto de ella pero mi sorpresa fue cuando, tras concertar una cita por teléfono, llegué por primera vez a sus puertas y lo primero que me preguntaron fue: «¿Qué necesitas? ¿Necesitas algo de comer? Aquí te vamos ayudar en todo lo que podamos». Todavía me emociono cuando vuelvo a escuchar esas palabras en mi cabeza. Fueron como un soplo de aire fresco en esas situación tan difícil para mi. La verdad es que no me esperaba ese trato tan humano, pero así fue. Ese día me fuí con una bolsa de comida para mi casa, y con otra cita.”

“Estaba acercándose el momento de la llegada del bebé y un día, para mi sorpresa, me dieron una canastilla con ropita de primera postura y pensé ¡Este bebé no va a venir al mundo desnudo! ¡Mira que ropa tan bonita!”. Y concluye esta joven que firma simplemente como una MAMÁ FELIZ: “Hoy en día a mi hijo no le falta de nada y en su cara puedo ver que es un bebé feliz. (Y aun vuelvo a llorar cuando releo esta frase)”

El desenlace al que toda madre quiere llegar. Recuerdo una entrevista a una madre que abortó, y que es partidaria de que se siga facilitando el aborto. Con menos de 18 años se encontró con el drama de un embarazo no deseado. En esos años, el único camino para abortar era hacerlo en Londres. Subió a un vuelo junto con otras tantas mujeres en situación parecida. Viaje a Londres, visita a la clínica, relax (¿¿??) turístico visitando Londres, y regreso. Años después quedó de nuevo embarazada, y en esta ocasión el niño nació. Preguntada sobre si volvería a tomar la decisión de abortar, la responsabilidad... sus palabras se mostraban a favor de la libertad para abortar, pero su voz se quebró. ¿Estaría recordando aquella vida que “interrumpió”, llorando como se llora la muerte de un hijo?
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