Garabandal: todo sigue igual
por Enrique Álvarez
A fin de puntualizar algunas afirmaciones publicadas estos días sobre la aprobación por el Vaticano de las apariciones de la Virgen en Medjugorje y el suspenso o cuestionamiento de las de San Sebastián de Garabandal, convendría tener claro lo siguiente:
1.- Ni el Dicasterio para la Doctrina de la Fe ni el Vaticano se han pronunciado sobre Garabandal. La reciente declaración oficial aprobada por el Papa se refiere tan sólo a Medjugorje, a quien se otorga el Nihil obstat, conforme a la nueva normativa sobre apariciones. Se autoriza su culto público, a pesar de ciertos aspectos negativos y sin reconocer el carácter sobrenatural de las apariciones, en función exclusivamente de los cuantiosos frutos espirituales que las peregrinaciones a ese lugar bosnio producen en multitud de personas de todo el mundo.
2.- La razón de afirmarse que Garabandal, por el contrario, ha sido rechazado no es otra que la locuacidad (muy de agradecer) de monseñor Víctor Manuel Fernández, prefecto de ese Dicasterio, quien, al presentar ante los periodistas el pronunciamiento sobre Medjugorje, accedió a contestar con franqueza a las preguntas inevitables sobre el caso de la aldea cántabra, haciendo dos tipos de consideraciones: por un lado, recordando lo ya sabido, esto es, que el Vaticano posee los informes del obispado de Santander de los años sesenta a ochenta, en los que se concluyó la no constancia de que fuesen hechos sobrenaturales (ojo, no la constancia positiva de que no lo fueron), informes o juicios a los que Roma no juzgó oportuno enmendar ni supervisar. Y, por otro lado, permitiéndose Monseñor Fernández una apreciación personal, por no decir un juicio a la ligera, acerca del caso, en el sentido de que Garabandal encajaría en el supuesto Curatur, el segundo más negativo de las nuevas normas: el de las apariciones o fenómenos que, por su problemática, no se deben proteger ni fomentar, sino sólo aprovechar, orientando a los peregrinos para que sean buenos católicos y se olviden de fenómenos maravillosos. Apreciación que acompañó de un comentario tan desdeñoso como sorprendente: Garabandal “no es asunto que interese demasiado en la diócesis, aunque llegan algunos peregrinos [sic] de ciertos lugares”.
3.- El prefecto del Dicasterio Vaticano ha manifestado también que, en todo caso, corresponderá al actual obispo de Santander revisar el juicio de sus antecesores, que podría ser “in peius" o "in melius” (para mejorarlo o empeorarlo) si considera que hay elementos que puedan hacerlo preciso.
Por tanto, estamos exactamente igual que estábamos. Sólo que ahora está más claro que nunca que la pelota está en el tejado del Sr. Obispo, quedándonos sólo por saber si éste, ignorando las evidencias de que las comisiones que estudiaron en su día el caso no hicieron precisamente un trabajo honesto, persistirá en la actitud de los anteriores y hará oídos sordos a los miles y miles (mucho más que “algunos”) de personas de todo el mundo que han hallado en los fenómenos marianos de San Sebastián de Garabandal una señal inequívoca y un impulso extraordinario para volver a la fe o para profundizar en ella, en línea de la más estricta fidelidad al Magisterio de la Iglesia.
Y una última puntualización. Entre los aspectos negativos que el prefecto ha resaltado en el caso de Medjugorje no se menciona su ecumenismo rayano en ocasiones en el indiferentismo, pero sí el tono de reprimenda o amenaza de algunos sus mensajes, no muy marcado, la verdad. Y es que Medjugorje no parece caracterizarse por su profetismo, al contrario que Garabandal, que está en la línea de Fátima y de tantas otras apariciones reconocidas. El profetismo es la manifestación carismática de la autocrítica en la Iglesia. Rechazar u ocultar esa manifestación trae como efecto natural la bien reconocida repugnancia de tantos católicos actuales a toda idea de castigo divino. Pero si se repudia tal idea, si se piensa que los males que afligen a la humanidad no tienen nada que ver con la necesidad de corregir nuestro rumbo, tendremos una prueba más de que el catolicismo de hoy, el que se manifiesta en el lenguaje y en el pensamiento de tantos prelados, se ha convertido ya en una religión esencialmente distinta a la que fue siempre.
Publicado en El Diario Montañés.