Libertad religiosa, humana
Es preocupante la economía, el déficit, el desempleo, pero es igual de importante, incluso más, la libertad religiosa, humana. Y escribo las dos juntas porque cuando perece una muere y desaparece la otra.
por José F. Vaquero
Pelo negro, liso, largo. Tez moreno. Ojos negros, limpios; mirada tranquila y penetrante. Es la foto de Asia Bibi, esposa y cristiana, madre de cinco hijos, antes de cruzar el día D en su vida, un 14 de julio, de hace ya tres años. El relato de ese día es conmovedor: Tras varias horas de cosecha en el campo, Asia Bibi tuvo sed, se acercó a un pozo y bebió. En ese momento, una vecina, jornalera como ella, gritó que el agua era de las mujeres musulmanas y la estaba contaminando. El tono de la disputa fue subiendo hasta que surgió una acusación: "¡Blasfemia!". En Pakistán, esa palabra significa muerte, reo de muerte. La suerte de Asia estaba echada.
Y no son sólo palabras: dos personas ya han sido asesinadas por defender a Asia Bibi y denunciar condenas a muerte por blasfemia. Dos hombres, y ella tiene la espada de Dámocles colgando sobre su cabeza. Salman Taseer, musulmán, gobernador de la provincia de Pendjab, región de la zona centro pakistaní, donde vivía Asia Bibi; y un cristiano, Shahbaz Bhatti, Ministro de las Minorías en el mismo país. Dos muertes en dos meses, por cometer el delito de oponerse a esta “ley religiosa”. Y se ha difundido la cuantiosa recompensa por la cabeza de esta mujer, en el supuesto caso de que el gobierno la concediese el indulto, conmutándo la pena por cinco años de cárcel.
Estremecedor, pero también cuestionador: ¿Dónde están los derechos humanos y la libertad, dioses de nuestra época en tantas protestas callejeras, institucionales o de grupos de presión? ¿O acaso en esta historia de injusticia han desaparecido sin dejar huella? En un mundo pro libertad y derechos, ¿qué sucede ante estos dramas de persecución religiosa, de persecución humana? El único “delito” de esta mujer es ser cristiana en un país musulmán. ¿Es realmente un delito esa opción libre, de conciencia, y que además no hace mal a nadie? ¿O más bien el delito es la actitud contraria?
Los datos de libertad religiosa en este país son preocupantes: durante las últimas tres décadas, cerca de un millar de acusados de blasfemia (y condenados a muerte, si no hay ningún cambio). Y la sospecha, incluso desde el mismo país, de que la mayoría de estas acusaciones responden principalmente a rencillas internas, como por ejemplo, la enemistad entre la esposa del imán acusador de Asia Bibi, y esta heroina pakestaní.
¿Hemos avanzado en la libertad, en los derechos humanos? ¿O debemos constatar que es uno de tantos campos en los que seguimos en crisis, una vez más, y sin perspectivas de brotes verdes? Es preocupante la economía, el déficit, la prima de riesgo, pero es igual de importante, incluso más, la libertad religiosa, humana. Y escribo las dos juntas porque cuando perece una muere y desaparece la otra.
El que calla otorga, y tal vez haya demasiada gente, demasiados organismos nacionales e internacionales, que están otorgando la razón a estas violaciones básicas de la libertad religiosa, de la libertad humana. ¿Por qué, entonces, pretenden colgarse la medalla de defensores de la libertad?
Y no son sólo palabras: dos personas ya han sido asesinadas por defender a Asia Bibi y denunciar condenas a muerte por blasfemia. Dos hombres, y ella tiene la espada de Dámocles colgando sobre su cabeza. Salman Taseer, musulmán, gobernador de la provincia de Pendjab, región de la zona centro pakistaní, donde vivía Asia Bibi; y un cristiano, Shahbaz Bhatti, Ministro de las Minorías en el mismo país. Dos muertes en dos meses, por cometer el delito de oponerse a esta “ley religiosa”. Y se ha difundido la cuantiosa recompensa por la cabeza de esta mujer, en el supuesto caso de que el gobierno la concediese el indulto, conmutándo la pena por cinco años de cárcel.
Estremecedor, pero también cuestionador: ¿Dónde están los derechos humanos y la libertad, dioses de nuestra época en tantas protestas callejeras, institucionales o de grupos de presión? ¿O acaso en esta historia de injusticia han desaparecido sin dejar huella? En un mundo pro libertad y derechos, ¿qué sucede ante estos dramas de persecución religiosa, de persecución humana? El único “delito” de esta mujer es ser cristiana en un país musulmán. ¿Es realmente un delito esa opción libre, de conciencia, y que además no hace mal a nadie? ¿O más bien el delito es la actitud contraria?
Los datos de libertad religiosa en este país son preocupantes: durante las últimas tres décadas, cerca de un millar de acusados de blasfemia (y condenados a muerte, si no hay ningún cambio). Y la sospecha, incluso desde el mismo país, de que la mayoría de estas acusaciones responden principalmente a rencillas internas, como por ejemplo, la enemistad entre la esposa del imán acusador de Asia Bibi, y esta heroina pakestaní.
¿Hemos avanzado en la libertad, en los derechos humanos? ¿O debemos constatar que es uno de tantos campos en los que seguimos en crisis, una vez más, y sin perspectivas de brotes verdes? Es preocupante la economía, el déficit, la prima de riesgo, pero es igual de importante, incluso más, la libertad religiosa, humana. Y escribo las dos juntas porque cuando perece una muere y desaparece la otra.
El que calla otorga, y tal vez haya demasiada gente, demasiados organismos nacionales e internacionales, que están otorgando la razón a estas violaciones básicas de la libertad religiosa, de la libertad humana. ¿Por qué, entonces, pretenden colgarse la medalla de defensores de la libertad?
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