El niño medicamento
Cuando era pequeña, mi madre me dijo que yo era un pequeño pedazo de cielo que había venido a este mundo porque ella y papá me querían mucho. Tiempo después supe por qué había nacido.
por José F. Vaquero
“Señorita farmacéutica, me puede dar un bebé para curar a mi hijo” “Aquí tiene, son XXX euros y 25 fetos”. La conversación es provocativa y provocadora; exagerada e hiriente dirán unos, cruelmente real dirán otros. La polémica ha vuelto a saltar hace unos días, cuando en Sevilla una mujer a dado a luz el segundo “bebé medicamento” (los medicamentos se compran en la farmacia, o en la farmacia hospitalaria; de ahí la conversación inicial, y el calificativo de bebé medicamento se puede encontrar en medios de comunicación de todo tipo). Por segunda vez fabrican este medicamento en Sevilla; el primero vioo la luz de este mundo en el 2008..
Hace varios años se llevó a la gran pantalla una película que ilustra este problema, “La decisión de Anne”. Cuando Sara Fitzgerald dio a luz a Kate, ella y su marido Brian se regocijaron con la llegada de la bebé. Pero poco después diagnosticaron a la pequeña una rara forma de leucemia. La salud de Kate se convirtió en el centro de la familia. La obsesión, casi enfermiza, creció aún más con el nacimiento de su hermana Anne. Ella era una necesidad, concebida con la combinación genética perfecta, diseñada específicamente para salvar la vida de Kate.
La pequeña Kate va creciendo y necesita asistencia médica y hospitalaria frecuente. Once años viviendo la rutina de procedimientos médicos interminables, ingresos hospitalarios, pruebas de todo tipo... Y lo último: sus riñones están fallando, necesita uno nuevo. Así que, como lo han hecho durante toda su joven vida, los padres vuelven su mirada a Anne. Tendrá que pagar, una vez más, el precio para curar a su hermana, un precio entre sábanas y paredes blancas de hospital. Pero Anne, con sus 11 años de edad, dice, por primera vez: "¿yY qué hay sobre mí?" Y se niega a dar una parte de sí misma a su hermana Kate. En lugar de esto, decide demandar a sus padres por el derecho a proteger a su propio cuerpo.
La película presenta la actitud personal de Anne, este bebé medicamento. La protagonista llega a afirmar: "Cuando era pequeña, mi madre me dijo que yo era un pequeño pedazo de cielo que había venido a este mundo porque ella y papá me querían mucho. No fue sino tiempo después cuando me di cuenta de que eso no era exactamente verdad". Ése es el verdadero drama de estos experimentos, más allá incluso de los fetos, seres humanos reconocidos científicamente, que se han quedado por el camino.
Anne, esta preadolescente rebelde, ha chocado de frente con la pregunta de las preguntas: Yo, ¿por qué he nacido? ¿Para qué? ¿Cuál es mi razón de ser? ¿La construcción, ad hoc, de un niño con unas determinadas características? ¿El fallo de un anticonceptivo? ¿Una relación que terminó como no se esperaba? Y en esa crisis existencial brota la rebeldía. ¿Está justificada esta actitud, este rechazo a seguir siendo el medicamento de su hermana, el medio para que... sin ser nunca el fin, el destino de de un amor a ella simplemente por ser ella?
Vivimos en una sociedad moderna, hemos progresado mucho. La medicina ha avanzado de modo exponencial en las últimas décadas. La ciencia es capaz de realizar operaciones que hace unos años parecían ciencia ficción, inventos imposibles de alcanzar. El desarrollo tecnológico sigue marcando hitos, incluso transformando radicalmente nuestra civilización. En cuestión de años, nos parece lejano, casi de la prehistoria, escribir cartas a mano y mandarlas por correo o diseñar los planos de un edificio sólo con una mesa, lápices, reglas y algunas cosas más.
Pero seguimos teniendo las mismas inquietudes, los mismos interrogantes que han atravesado la historia: ¿Por qué he nacido? ¿Para qué? El crecimiento en la respuesta a éstos deseos del corazón es, antes o después, lo que nos preocupa de verdad. Y estos interrogantes, estos deseos de amar y sentirse amado, pueden provocar una rebelión como la de Anne, incomprensible a primera vista (sin esta operación su hermana moriría), pero que pone al desnudo los anhelos del ser humano: un ser único (individuo) que se resiste a ser tratado como medio para..., que reclama el protagonismo que le es debido.
Aquí radica el fondo de todos los problemas de esa ciencia nueva, labioética: la vida no es sólo una serie de procesos neuro-químicos, un contenido genético que hace diferente un cuerpo de otro, el del embrión del de su madre. La vida es mucho más, es amor, respeto, no instrumentalización, placer personal. Si está claro el cimiento, las consecuencias y el respeto a ciertos límites surgirá por sí mismo. Y si no se nos ocurre, agradezcamos que alguien nos lo diga.
Hace varios años se llevó a la gran pantalla una película que ilustra este problema, “La decisión de Anne”. Cuando Sara Fitzgerald dio a luz a Kate, ella y su marido Brian se regocijaron con la llegada de la bebé. Pero poco después diagnosticaron a la pequeña una rara forma de leucemia. La salud de Kate se convirtió en el centro de la familia. La obsesión, casi enfermiza, creció aún más con el nacimiento de su hermana Anne. Ella era una necesidad, concebida con la combinación genética perfecta, diseñada específicamente para salvar la vida de Kate.
La pequeña Kate va creciendo y necesita asistencia médica y hospitalaria frecuente. Once años viviendo la rutina de procedimientos médicos interminables, ingresos hospitalarios, pruebas de todo tipo... Y lo último: sus riñones están fallando, necesita uno nuevo. Así que, como lo han hecho durante toda su joven vida, los padres vuelven su mirada a Anne. Tendrá que pagar, una vez más, el precio para curar a su hermana, un precio entre sábanas y paredes blancas de hospital. Pero Anne, con sus 11 años de edad, dice, por primera vez: "¿yY qué hay sobre mí?" Y se niega a dar una parte de sí misma a su hermana Kate. En lugar de esto, decide demandar a sus padres por el derecho a proteger a su propio cuerpo.
La película presenta la actitud personal de Anne, este bebé medicamento. La protagonista llega a afirmar: "Cuando era pequeña, mi madre me dijo que yo era un pequeño pedazo de cielo que había venido a este mundo porque ella y papá me querían mucho. No fue sino tiempo después cuando me di cuenta de que eso no era exactamente verdad". Ése es el verdadero drama de estos experimentos, más allá incluso de los fetos, seres humanos reconocidos científicamente, que se han quedado por el camino.
Anne, esta preadolescente rebelde, ha chocado de frente con la pregunta de las preguntas: Yo, ¿por qué he nacido? ¿Para qué? ¿Cuál es mi razón de ser? ¿La construcción, ad hoc, de un niño con unas determinadas características? ¿El fallo de un anticonceptivo? ¿Una relación que terminó como no se esperaba? Y en esa crisis existencial brota la rebeldía. ¿Está justificada esta actitud, este rechazo a seguir siendo el medicamento de su hermana, el medio para que... sin ser nunca el fin, el destino de de un amor a ella simplemente por ser ella?
Vivimos en una sociedad moderna, hemos progresado mucho. La medicina ha avanzado de modo exponencial en las últimas décadas. La ciencia es capaz de realizar operaciones que hace unos años parecían ciencia ficción, inventos imposibles de alcanzar. El desarrollo tecnológico sigue marcando hitos, incluso transformando radicalmente nuestra civilización. En cuestión de años, nos parece lejano, casi de la prehistoria, escribir cartas a mano y mandarlas por correo o diseñar los planos de un edificio sólo con una mesa, lápices, reglas y algunas cosas más.
Pero seguimos teniendo las mismas inquietudes, los mismos interrogantes que han atravesado la historia: ¿Por qué he nacido? ¿Para qué? El crecimiento en la respuesta a éstos deseos del corazón es, antes o después, lo que nos preocupa de verdad. Y estos interrogantes, estos deseos de amar y sentirse amado, pueden provocar una rebelión como la de Anne, incomprensible a primera vista (sin esta operación su hermana moriría), pero que pone al desnudo los anhelos del ser humano: un ser único (individuo) que se resiste a ser tratado como medio para..., que reclama el protagonismo que le es debido.
Aquí radica el fondo de todos los problemas de esa ciencia nueva, labioética: la vida no es sólo una serie de procesos neuro-químicos, un contenido genético que hace diferente un cuerpo de otro, el del embrión del de su madre. La vida es mucho más, es amor, respeto, no instrumentalización, placer personal. Si está claro el cimiento, las consecuencias y el respeto a ciertos límites surgirá por sí mismo. Y si no se nos ocurre, agradezcamos que alguien nos lo diga.
Comentarios
Otros artículos del autor
- ¿Redes sociales o redes vinculares?
- El misterio del bien y el mal, siempre presente
- Médicos humanos, para niños y mayores
- Buceando en el matrimonio, un iceberg con mucho fondo
- La fecundidad social del matrimonio
- Cuarenta años de la reproducción «in vitro» en España
- Una bola de nieve llamada Belén de la Cruz
- Hakuna, la Carta a Diogneto del siglo XXI
- El drama de los «likes»: ¿qué diría Juan Pablo II?
- Procesiones y profesiones