La Iglesia, madre responsable

Nos hallamos inmersos, cada vez más, en un océano de informaciones tan inmenso, que cada vez necesitamos más que nos sinteticen la información. Somos libres, pero es tan vasto el horizonte. Es como el niño que entra a unos grandes almacenes, llenos de todo tipo de juguetes, y se satura porque sólo puede escoger uno de los muchísimos que allí contempla. Estamos hiper informados, al menos potencialmente, y el peligro viene a la hora de ofrecer una síntesis, unos titulares, de limitar (¿filtrar?) que información aparece en esa concentrado. Ante esta situación, a veces hay que romper esquemas, ser un verso libre, y difundir lo que, probablemente, pocos darán a conocer.

En estos días los “jefes” de la Iglesia han estado analizando y estudiando un tema polémico, según algunos tabú, y que provoca chispas en partidarios y detractores de la religión católica. Muchos católicos se quejan del trato preferencial, sesgado y partidista, ante noticias de este calado. El número de sacerdotes implicados por esta debilidad, esta ofensa, este delito, es ínfimo. Y la proporción de acusados con falsedad es importante. Del otro lado, los detractores, ponen el énfasis en la misión, el trabajo, de estos ministros (aquí es importante su misión sacerdotal) para recalcar la extrema gravedad. Ambas posturas tienen razón, y la gravedad de un hecho no se excusa en cifras o estadísticas.

Por eso es notorio este simposio, centrado en el problema de la pederastia y los abusos a menores. Un paso más en la lucha que Benedicto XVI está llevando a cabo contra estos abusos y en defensa de las víctimas. El encuentro, que reúne a unos 200 delegados, lleva por título: “hacia la curación y la renovación”. El mismo lema constituye un ya un mea culpa, y un propósito de enmienda.

“Es una responsabilidad importante, poder mirar esta herida abierta en la Iglesia con los ojos bien abiertos y hacer todo para que no vuelva a ocurrir”, declaró el lunes el rector de la Universidad gregoriana, sede en la que se realiza el simposio, el francés François-Xavier Dumortier. “El Papa ha tomado posición de forma valiente para que no nos quedáramos en la superficie de los problemas”.

No sólo tolerancia cero (idea que ya expresó Benedicto XVI hace varios años), sino reparación y previsión. Si la Iglesia es madre, debe serlo para reprender (la respuesta primaria ante cualquier problema), y también para reparar, acoger a las víctimas y prevenir posibles errores en el futuro. Lo que haría cualquier madre con su hijo.

El portavoz de la oficina de prensa de la Santa Sede sintetiza esta perspectiva integral ante el problema: “No se trata solamente de dar normas rígidas”, sino de “entender qué es lo que viven las personas involucradas y cómo pueden afrontarse las cosas en un organismo vivo, una entidad viva como la Iglesia, insertada en otro organismo vivo como es la sociedad”. Tanto importan las víctimas que se propuso encarecidamente a los delegados, como parte de su preparación al encuentro, que conociesen de primera mano la experiencia de quienes han sufrido estos abusos.

"Una primera necesidad [de las víctimas] es ser escuchadas y saber que la Iglesia escucha sus historias de abuso, que la Iglesia entiende la gravedad de lo que han sufrido y que quiere acompañarles en el largo camino de la curación, así como que se sepa que ella ha tomado o está dispuesta a adoptar medidas eficaces para asegurar que otros niños estén protegidos contra tales abusos”, explicó el cardenal Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.