Palabras, palabras, palabras
Hablar, todos hablamos, unos más y otros menos; conversar, depende de la actitud y del contenido que aportamos a esta actividad.
por José F. Vaquero
Hay épocas, semanas, en las que la información parece multiplicarse que se multiplica. Se juntan varios asuntos de importancia (según los medios,), y crece exponencialmente la tinta impresa y los bits y palabras que se mueven por internet.. Evidente, estamos en la sociedad de la información, y tiene que crecer y crecer este fenómeno que da nombre a nuestra época. Por eso me ha llamado la atención un escrito de Albino Luciani, el que sería Juan Pablo I, titulado precisamente “palabras, palabras, palabras”. Han pasado varias décadas, pero no ha perdido actualidad. Luciani no habla de las palabras en los medios de comunicación, sino de las palabras en la comunicación, en el contacto cercano con las personas, eso que llamamos sencillamente conversación.
En pocas líneas, describe los maravillosos efectos de esta actividad: “Nos acerca a los demás y nos da un profundo sentido de nosotros mismos; aligera nuestras fatigas, nos distrae de las preocupaciones, desarrolla nuestra personalidad y vigoriza nuestros pensamientos”. La ansiada medicina de los buenos psicólogos y pedagogos, barata, a la mano y con escasos efectos secundarios. ¿Se puede pedir más por menos?
Espigando entre sus escritos hay varios elementos que componen esta conversación. Habría que hacer una aclaración previa: conversar no es hablar, igual que con frecuencia los medios de comunicación comunican poco (y entretienen y mueven incluso demasiado). Hablar es decir palabras, emitir sonidos que son captados e interpretados por un oído humano. Conversar es intercambiar almas, comunicar parte de mi alma y recibir parte del alma del otro, para construir juntos, aunque sólo sean unas sanas bromas que nos entretienen y nos hacen descansar.
Uno de estos elementos es la acogida y la escucha. Con los avances actuales resulta demasiado fácil dejar de escuchar. Hay mucho ruido alrededor, la televisión, la radio, la música, y si nos cansamos, con un solo botón dejamos de escuchar esa cadena, esa música, y pasamos a escuchar otra cosa. En la conversación no tenemos ese mando, pero nuestra atención puede moverse igual de rápido. Y si no me interesa, tengo muchas cosas en que pensar. Seguimos oyendo, pero escuchamos las palabras, sonoras o insonoras, que nos interesan.
Sinceridad, el caballo de Troye de nuestra sociedad. En los medios de comunicación, esos que inundan nuestro universo con sonidos, imágenes y palabras, abundan por desgracia ejemplos de la actitud contraria: el político, el banquero, el “showman” de las revistas del corazón, que hoy dicen casi una verdad, y mañana afirman casi la verdad contraria. Los bancos necesitan dinero, pero pagan grandes pre-jubilaciones a determinados consejeros. El estado tiene que recortar gastos en sanidad, educación, pero da subvenciones artificiales a grupos que ni aportan ni producen nada. ETA anuncia su final, ha vencido la democracia, pero sigue viva, con dinero, con armas, con poder. ¿En este ambiente en el que parece que la verdad brilla por su ausencia, nos acecha la tentación de traducir esa falta de sinceridad a nuestra vida diaria, a la comunicación de todos los días, a la conversación.
Por último, tres notas que sintetizan una buena conversación: con contenido útil, interesante, agradable. La última nota es la más inmediata, primaria, externa. “Estoy a gusto”, afirmamos para resumir el contacto con una persona. Surge en nosotros ese sentimiento de complacencia, de disfrute, incluso sin racionalizar por qué nos sentimos así. La segunda característica, contenido interesante, es para nota. En ocasiones es interesante por el buen conocimiento de un tema, la exposición amena y clara, la brillantez intelectual. Pero sobre todo es interesante cuando hay comunión de intereses, un interés común en el tema, y sobre todo en los participantes de la conversación. El interés intelectual a veces no está a nuestro alcance, pero siempre podemos tener el interés cordial, afectivo, sincero por el otro.
Contenido útil, bien entendido. Una conversación útil, en una reunión de trabajo, es la que nos lleva a aclarar ideas para orientar correctamente el proyecto. En un artículo informativo un contenido útil es aquel que expone con claridad los hechos y posibles atenuantes, informando con precisión y amplitud. En una conversación con un amigo, por ejemplo, un contenido útil es aquel con el que aporto algo al que me escucha: una idea, un matiz, o simplemente una sonrisa, una comprensión, una expresión de mi cariño y comprensión.
Hablar, todos hablamos, unos más y otros menos; conversar, depende de la actitud y del contenido que aportamos a esta actividad.
Estamos a punto de celebrar el día de los difuntos, y sobre todo el día de los santos, el día de San Don Nadie. Nadie, porque no sabemos muchos de sus nombres, pero santo, buenísimo. Uno de los termómetros de esa vida santa, y de los caminos para llegar a ella, está ahí, en algo tan cotidiano como la conversación.
En pocas líneas, describe los maravillosos efectos de esta actividad: “Nos acerca a los demás y nos da un profundo sentido de nosotros mismos; aligera nuestras fatigas, nos distrae de las preocupaciones, desarrolla nuestra personalidad y vigoriza nuestros pensamientos”. La ansiada medicina de los buenos psicólogos y pedagogos, barata, a la mano y con escasos efectos secundarios. ¿Se puede pedir más por menos?
Espigando entre sus escritos hay varios elementos que componen esta conversación. Habría que hacer una aclaración previa: conversar no es hablar, igual que con frecuencia los medios de comunicación comunican poco (y entretienen y mueven incluso demasiado). Hablar es decir palabras, emitir sonidos que son captados e interpretados por un oído humano. Conversar es intercambiar almas, comunicar parte de mi alma y recibir parte del alma del otro, para construir juntos, aunque sólo sean unas sanas bromas que nos entretienen y nos hacen descansar.
Uno de estos elementos es la acogida y la escucha. Con los avances actuales resulta demasiado fácil dejar de escuchar. Hay mucho ruido alrededor, la televisión, la radio, la música, y si nos cansamos, con un solo botón dejamos de escuchar esa cadena, esa música, y pasamos a escuchar otra cosa. En la conversación no tenemos ese mando, pero nuestra atención puede moverse igual de rápido. Y si no me interesa, tengo muchas cosas en que pensar. Seguimos oyendo, pero escuchamos las palabras, sonoras o insonoras, que nos interesan.
Sinceridad, el caballo de Troye de nuestra sociedad. En los medios de comunicación, esos que inundan nuestro universo con sonidos, imágenes y palabras, abundan por desgracia ejemplos de la actitud contraria: el político, el banquero, el “showman” de las revistas del corazón, que hoy dicen casi una verdad, y mañana afirman casi la verdad contraria. Los bancos necesitan dinero, pero pagan grandes pre-jubilaciones a determinados consejeros. El estado tiene que recortar gastos en sanidad, educación, pero da subvenciones artificiales a grupos que ni aportan ni producen nada. ETA anuncia su final, ha vencido la democracia, pero sigue viva, con dinero, con armas, con poder. ¿En este ambiente en el que parece que la verdad brilla por su ausencia, nos acecha la tentación de traducir esa falta de sinceridad a nuestra vida diaria, a la comunicación de todos los días, a la conversación.
Por último, tres notas que sintetizan una buena conversación: con contenido útil, interesante, agradable. La última nota es la más inmediata, primaria, externa. “Estoy a gusto”, afirmamos para resumir el contacto con una persona. Surge en nosotros ese sentimiento de complacencia, de disfrute, incluso sin racionalizar por qué nos sentimos así. La segunda característica, contenido interesante, es para nota. En ocasiones es interesante por el buen conocimiento de un tema, la exposición amena y clara, la brillantez intelectual. Pero sobre todo es interesante cuando hay comunión de intereses, un interés común en el tema, y sobre todo en los participantes de la conversación. El interés intelectual a veces no está a nuestro alcance, pero siempre podemos tener el interés cordial, afectivo, sincero por el otro.
Contenido útil, bien entendido. Una conversación útil, en una reunión de trabajo, es la que nos lleva a aclarar ideas para orientar correctamente el proyecto. En un artículo informativo un contenido útil es aquel que expone con claridad los hechos y posibles atenuantes, informando con precisión y amplitud. En una conversación con un amigo, por ejemplo, un contenido útil es aquel con el que aporto algo al que me escucha: una idea, un matiz, o simplemente una sonrisa, una comprensión, una expresión de mi cariño y comprensión.
Hablar, todos hablamos, unos más y otros menos; conversar, depende de la actitud y del contenido que aportamos a esta actividad.
Estamos a punto de celebrar el día de los difuntos, y sobre todo el día de los santos, el día de San Don Nadie. Nadie, porque no sabemos muchos de sus nombres, pero santo, buenísimo. Uno de los termómetros de esa vida santa, y de los caminos para llegar a ella, está ahí, en algo tan cotidiano como la conversación.
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