La justicia se declara en favor de la vida
¿Qué es más importante, la ciencia del hombre o el hombre de la ciencia? Responde el alto Tribunal de Luxemburgo, defendiendo al embrión humano y su dignidad.
por José F. Vaquero
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea, con sede en Luxemburgo se ha declarado en defensa de la vida del embrión humano, basado en un argumento tan sencillo como respetar su dignidad humana, respetar la vida. La noticia es para alegrarse, por supuesto, aunque me sorprendió el origen de la sentencia: la disputa judicial vino a instancias de Greenpeace, y es a ésta organización a la que da la razón. ¿Será que se está dando cuenta de que también somos animales (y más que animales) muy necesitados de que se nos defienda en todas las etapas de la vida? Quiero suponer que sí.
Hagamos un poco de historia. La sentencia se remite a la disputa entre la organización ecologista internacional Greenpeace y el neurobiológo alemán Oliver Brüstle, quien desde 1997 es titular de una patente registrada de células progenitoras neuronales aisladas y depuradas a partir de células madre embrionarias humanas utilizadas para tratar enfermedades neurológicas como el Párkinson o la esclerosis múltiple. Es decir, en palabras sencillas, el problema ético de conceder una patente para unas células humanas obtenidas a través de la clonación terapeútica, el juego de las cocinitas en la creación y destrucción de la vida, a capricho del cocinero.
Según dicen algunos, entre los científicos reina la decepción ante este fallo del Tribunal Superior de la Unión Europea. Se nos cortan las alas de la investigación, reclaman, o peor aún: si queremos investigar, allá nosotros, pero de los resultados se beneficiarán en Estados Unidos y Asia. No he encontrado datos para afirmar que estos científicos decepcionados sean la mayoría de la comunidad científica, pero me inclino a pensar lo contrario. ¿Por qué?
Analizando el tema más allá de la problemática ética, a los científicos les preocupan los resultados. Si un estudio no lleva a ninguna parte, abandonan esa vía de estudio y buscan otra. Y si un estudio presenta pequeños avances, se redobla el esfuerzo para explotar y ampliar esos pequeños pasos. En los estudios con células madre encontramos dos corrientes: estudio de células embrionarias, o sea, extraídas de embriones (que luego se desechan) y estudio de células madre procedentes del cordón umbilical o de células madre adultas. Los primeros estudios no están llevando prácticamente a ningún resultado. Los segundos, muy superiores en número, se van abriendo camino, lentamente, es verdad, pero empiezan a progresar. ¿Por qué seguir eligiendo los primeros métodos en lugar de los segundos? Hasta aquí, la parte científica, matemática, cosista de este tema.
Más allá del cálculo frío de consecuencias, el ser humano tiene una inteligencia, que va más allá del cálculo. Y esta persona reclama sus derechos por encima de la pura ciencia. ¿Qué es más importante, la ciencia del hombre o el hombre de la ciencia? Este segundo argumento es el que refuerza el alto Tribunal de Luxemburgo: lo principal no es conseguir una patente u otra, a cualquier precio, sino respetar la dignidad humana, presente ya en el embrión desde su formación hasta su desarrollo natural. "Hay que proteger la vida humana de toda forma de explotación comercial, en todas las fases del desarrollo. Eso también se aplica a los embriones desde sus fases más primigenias", aseguró este martes Christoph Then, asesor científico de Greenpeace.
Declaraciones como éstas, en las que prevalece el sentido común en la defensa de la vida, hacen pensar. ¿Por qué tanto afán en la clonación terapeútica, en el niño medicamento, si es más rentable la investigación en células madre? El análisis científico y el análisis ético van en una dirección, y la “opinión pública” parece ir en otra. ¿Nos guía la búsqueda y el amor a la verdad, o prevalencen otros intereses económicos y de poder? La resìesta puede empujar al desánimo, pero la reciente declaración del Tribunal de Luxemburgo, en un asunto donde no aparecían los grupos pro-vida, nos enseñan que el hombre puede llegar a la verdad, busca la verdad, anhela la verdad. Hay luz en el túnel.
Hagamos un poco de historia. La sentencia se remite a la disputa entre la organización ecologista internacional Greenpeace y el neurobiológo alemán Oliver Brüstle, quien desde 1997 es titular de una patente registrada de células progenitoras neuronales aisladas y depuradas a partir de células madre embrionarias humanas utilizadas para tratar enfermedades neurológicas como el Párkinson o la esclerosis múltiple. Es decir, en palabras sencillas, el problema ético de conceder una patente para unas células humanas obtenidas a través de la clonación terapeútica, el juego de las cocinitas en la creación y destrucción de la vida, a capricho del cocinero.
Según dicen algunos, entre los científicos reina la decepción ante este fallo del Tribunal Superior de la Unión Europea. Se nos cortan las alas de la investigación, reclaman, o peor aún: si queremos investigar, allá nosotros, pero de los resultados se beneficiarán en Estados Unidos y Asia. No he encontrado datos para afirmar que estos científicos decepcionados sean la mayoría de la comunidad científica, pero me inclino a pensar lo contrario. ¿Por qué?
Analizando el tema más allá de la problemática ética, a los científicos les preocupan los resultados. Si un estudio no lleva a ninguna parte, abandonan esa vía de estudio y buscan otra. Y si un estudio presenta pequeños avances, se redobla el esfuerzo para explotar y ampliar esos pequeños pasos. En los estudios con células madre encontramos dos corrientes: estudio de células embrionarias, o sea, extraídas de embriones (que luego se desechan) y estudio de células madre procedentes del cordón umbilical o de células madre adultas. Los primeros estudios no están llevando prácticamente a ningún resultado. Los segundos, muy superiores en número, se van abriendo camino, lentamente, es verdad, pero empiezan a progresar. ¿Por qué seguir eligiendo los primeros métodos en lugar de los segundos? Hasta aquí, la parte científica, matemática, cosista de este tema.
Más allá del cálculo frío de consecuencias, el ser humano tiene una inteligencia, que va más allá del cálculo. Y esta persona reclama sus derechos por encima de la pura ciencia. ¿Qué es más importante, la ciencia del hombre o el hombre de la ciencia? Este segundo argumento es el que refuerza el alto Tribunal de Luxemburgo: lo principal no es conseguir una patente u otra, a cualquier precio, sino respetar la dignidad humana, presente ya en el embrión desde su formación hasta su desarrollo natural. "Hay que proteger la vida humana de toda forma de explotación comercial, en todas las fases del desarrollo. Eso también se aplica a los embriones desde sus fases más primigenias", aseguró este martes Christoph Then, asesor científico de Greenpeace.
Declaraciones como éstas, en las que prevalece el sentido común en la defensa de la vida, hacen pensar. ¿Por qué tanto afán en la clonación terapeútica, en el niño medicamento, si es más rentable la investigación en células madre? El análisis científico y el análisis ético van en una dirección, y la “opinión pública” parece ir en otra. ¿Nos guía la búsqueda y el amor a la verdad, o prevalencen otros intereses económicos y de poder? La resìesta puede empujar al desánimo, pero la reciente declaración del Tribunal de Luxemburgo, en un asunto donde no aparecían los grupos pro-vida, nos enseñan que el hombre puede llegar a la verdad, busca la verdad, anhela la verdad. Hay luz en el túnel.
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